Carlos Denegri escribió: “Todo empezó como empiezan siempre las cosas del hombre: con una explosión de esperanzas, de óptimas resoluciones y de propósitos de buena conducta para el futuro.”

Es el arranque de su libro 29 estados de ánimo.(Periplo de una campaña presidencial), pero también da cuenta de su propia vida profesional, de una de las trayectorias más brillantes y a la vez nefastas de la historia del periodismo en México.

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Julio Scherer alguna vez dijo que Denegri era “el mejor y el más vil de los periodistas”. Descripción rotunda de quien también fue su adversario en la redacción de Excélsior.

Scherer y Denegri son la luz y la sombra, la rigidez moral y la degeneración espiritual. Pero encarnan, al mismo tiempo, una muestra de la complejidad del oficio y de la larga marcha que se ha recorrido hasta nuestros días.

Las relaciones de la prensa y el poder siempre han sido escabrosas y así lo eran en las décadas de los cincuenta y los sesenta, cuando las presiones por una apertura democrática también se reflejaban en los diarios y en las revistas.

En el esquema del presidencialismo autoritario no era nada sencillo el ejercer la crítica y sin embrago se hacía. Al mismo tiempo, y en una comunicación oficial controlada y rutinaria, los periodistas se convertían en voceros de los propios poderes, en correos que transmitían adelantos y revelaciones, fintas que articulaban las luchas de la burocracia.

Denegri entendió bien está lógica y la aprovechó. Su columna era de las más influyentes y leídas y en ella se podía encontrar un análisis y una ponderación de los que se estaba pensando en las oficinas del poder. Los halagos y las críticas proyectaban carreras o las destruían. Pero en ese mudo de sombras, la procedencia de las informaciones siempre era incierta y eso se convirtió en una mina de oro.

El negocio más que en la publicación, radicaba en el silencio, un chantaje frío y que estableció las relaciones de no pocos periodistas con sus fuentes y sus víctimas.

De igual forma, y de ahí la solidez de su trayectoria, era capaz de conseguir entrevistas con personajes como el Papa Pío XII, Francisco Franco, Franklin D, Roosevelt, José Ortega y Gasset, André Gide o Harry Truman. 

Enrique Serna, quien es un narrador acucioso, describe la vida de Denegri en El vendedor de silencios (Alfaguara 2019) y va dibujando los tramos de lo que se convertirá en la propia ruina del periodista, incapaz de controlar sus pasiones y conocedor de la impunidad de la que goza, por su cercanía con el poder presidencial, pero poco capacitado para entender y aquilatar un escenario de transformaciones y de cambio.

La novela de Serna es oportuna, porque permite discutir sobre periodismo, para recordar cómo fueron las cosas, pero también para insistir en cómo no deben de ser.

   
*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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