El escritor y periodista Sergio González Rodríguez nuevamente se ha metido a hurgar en la realidad del país, para documentarla y cuestionarla. A través de una crónica-ensayo muy documentado y mejor argumentado, se revelan los agentes, factores, causas, fuerzas y responsabilidades que fueron el detonante de esa noche del 26 de septiembre de 2014, cuando fueron secuestrados Los 43 de Iguala.   Lo ha hecho de nuevo. Y no, no podía ser de otra manera. El periodista y escritor Sergio González Rodríguez se ha metido, nuevamente, a hurgar en la realidad del país para dejar constancia de ella, para documentarla y para cuestionarla. Y si digo que lo ha hecho de nuevo, y que no podía ser de otra manera, es porque lo viene haciendo desde hace unos 20 años, publicando libros que testimonian la degradación del país, como ha sido Huesos en el desierto, El hombre sin cabeza o Campo de guerra. Desde los feminicidios en Ciudad Juárez, hasta la guerra contra el narcotráfico, pasando por la violencia ritual de los criminales, sus libros están hechos a partir del conocimiento experto de los temas. El episodio de barbarie contra los chavos de la Normal Rural de Ayotzinapa, en Iguala, hace un año, no es la excepción. —Mis libros están para hablar por sí mismos; son el registro de la degradación institucional de este país —me comentó el propio Sergio, hace unos días, en la tranquilidad de una cafetería.
Episodio de barbarie.

Episodio de barbarie.

Tiene razón. Aquí está el nuevo libro para sustentarlo. Los 43 de Iguala / México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos lleva por título, y es una disección de este país y un recuento de lo sucedido aquella noche de septiembre. Publicado por Anagrama, Los 43 de Iguala es un libro que amplía más el debate, y abre la perspectiva de lo que pasó antes, durante y después de los sucesos en el estado de Guerrero; por ende, lo que pudo haber sucedido con los 43 estudiantes secuestrados y desaparecidos. Como dicen los editores en la contraportada: en memoria de los 43, y a través de una crónica-ensayo muy bien documentado y mejor argumentado, se revelan los agentes, factores, causas, fuerzas y responsabilidades que fueron el detonante de aquella noche de atrocidades. Eso sí: lo primero que me aclaró Sergio fue que no hubo detonante en particular, tampoco ninguna obligación de por medio, que lo orillara a escribir este libro. —La verdad, es que me preguntaban por qué no escribía algo sobre este tema, un ensayo o una crónica —me dijo, sumamente concentrado en sus palabras—. A mí me interesaba dejar a un lado la versión generalizada de buenos contra malos; no quería, además, reiterar lo mismo examinando este episodio de enorme impacto colectivo. Por eso pensé que era necesario tener otra lectura, lo que me llevaría también a proponer otra forma de ver los acontecimientos público que tenemos frente a nuestros ojos. Es decir, estudiar a fondo el tema, conseguir información, hablar con la gente que estuvo involucrada. En fin, tener diversos niveles de lectura. Ése era el objetivo del libro. —Lo primero que me llamó la atención de libro fue su estructura. —Lo más importante es el relato de hechos, lo que aconteció. Como afirmo desde las primeras líneas: lo que el lector tiene en sus manos es un conjunto de hechos acontecidos, no es ficción, todo ha sucedido, y éste es el plano más importante. Mi intromisión, en cuanto a la voz mía, tiene que ver con la posibilidad de hablar de otros, no de mí. Y eso es el complemento de la narrativa con el fin de que haya una interlocución a nivel personal, que sea más fluida… al menos eso es lo que yo espero… No hay que perder de vista que, sobre todo, está fundado en hechos, en datos, en documentos sustanciales. No es una ficción, no es una invención, y eso es lo que hace probablemente más desconcertante, de entrada, a quien pueda leer el libro. Porque se enfrentará con asuntos que normalmente soslaya, o con hechos que puede desconocer, información estratégica que debería conocerse a nivel público. Yo la pongo ahí, en manos de los lectores. De modo que el libro cumple una función primero informativa, y, en segundo lugar, formativa. —Trataré de desglosar el libro para poder comentar. De entrada, usted cuenta la historia de las escuelas rurales y su razón de ser, y, al mismo tiempo, lo que es y ha sido Guerrero, con su historia de rebeldía ante los abusos, ante la pobreza, el caciquismo, la desigualdad, pero también nos platica de la “huella de sangre” que ha dejado la lucha a lo largo de los años. ¿Era importante para usted dejar en claro este contexto? —Definitivamente, porque es el origen de todo el problema. No podemos hablar de la situación de los 43 muchachos masacrados en Iguala, hace un año, sin referirnos al contexto histórico, a las causas por las que ellos van a esa participación pública. Eso es lo prioritario: comprender de dónde proviene esa indignación de ellos, por qué no han sido satisfechas sus demandas, por qué han pasado tanto años y no hay un cambio en la postura de la ideología revolucionaria que hay en la Normal de Ayotzinapa y en otras escuelas, esa falta de diálogo con autoridades, y su desdén. A mí me parece que es lo más importante, después de la vida de las víctimas. La vida de las víctimas, su memoria, es el objetivo básico de mi libro. Es un memorial en honor de las víctimas, pero no se puede entender que ellos hayan llegado a víctimas sin comprender el contexto histórico. 3-Sergio G R - Josué D—Lo que es un hecho es que Guerrero fue y sigue siendo un lugar de desigualdad social, de extrema pobreza, de caciquismo. No avanza. —Lamentablemente, es cierto. Es una de las zonas más deprimidas del país. Es una zona marginada. Es una zona donde han fallado todos los programas de desarrollo social. Y no debería decir “zona” sino, más bien, un territorio, ya que implica no sólo el estado de Guerrero, también la colindancia con Michoacán, Estado de México, Morelos, Oaxaca, Chiapas. Por desgracia, es la parte más disminuida del país. Yo creo que, cuando observamos estos fenómenos, los tenemos que observar en la entereza de lo que representan. —Es cierto… De hecho, hace un amplio recuento de los diversos movimientos o agrupaciones insurgentes que han surgido, muchos de los cuales están vigentes. —Esto tiene que ver con una carencia constitucional muy fuerte en México; con degradación constitucional; con la desaparición de un estado de derecho en este país (que se viene dando desde hace tiempo). Está claro: tenemos un alto índice de impunidad de los delitos: del 98 al 99 por ciento de los delitos que se cometen en este país no son castigados; o sea, hablamos de que sólo un uno o dos por cientos verán un castigo. Es un índice altísimo. Eso, desde luego, pone en duda la existencia de un estado de derecho… como, también, el hecho de que grupos criminales tengan bajo su dominio zonas, o localidades, o territorios. Eso es muy grave. Tenemos que verlo de este modo: no tenemos ninguna institución suficiente, eficaz, sobre todo en el ámbito de la seguridad pública. No tenemos logros económicos para la población. No hay empleo. No hay posibilidades educativas. No hay ofertas de sanidad institucional suficiente para las personas. Esto crea una serie de tensiones, incomodidades sociales, donde la gente empieza a buscar formar alternas para satisfacer sus inquietudes. Y va desde la visión del crimen organizado al delito común, o a la desesperación de una participación revolucionaria, contrainsurgente, explícita. Eso es una desgracia. Es el producto de un país que no está dando lo que tendría que dar a sus propios pobladores. —En el libro hace unos señalamientos muy fuerte, pero puntuales. Por ejemplo, hace hincapié del “momento mexicano”. Toda esta cascada de alabanzas, sobre todo desde el extranjero, hoy ha desaparecido. Como usted mismo lo escribe: la realidad se impuso: pobreza, desigualdad, inseguridad, violencia, corrupción, impunidad, y un mínimo crecimiento económico… —En efecto. Es un momento dado, el gobierno actual pensó que con su programa de reformas, en el ámbito de la educación, las telecomunicaciones, y de la energía, podía echar a andar al país, incluso a la economía, y, partir de ahí, derramar a la sociedad los beneficios. Sin embargo, como sabemos, esto ha resultado más una ilusión que una realidad. Como era previsible, los resultados de estas reformas tomarán tiempo para que se observen en la vida practica, y además no es suficiente la política reformista, como hemos visto. Debe llevar consigo una serie de complementos, que tienen que ver sobre todo con tres ámbitos importantísimos: estado de derecho, defensa de derechos humanos, y el funcionamiento real de la economía (hablo de la distribución de la riqueza, o la detención de la desigualdad en las zonas donde es muy aguda, como en Guerrero); es decir, aspectos complementarios. Y, como un cuarto, y que es inherente a todos los anteriores, tendría que darse una mayor transparencia y actividad de control de la corrupción en las instituciones públicas. Estos cuatro aspectos que menciono, tienen que ser algo que esté ahí, ya patente, y sin embargo del discursos a los hechos, de los dichos a los hechos (como se suele decir), hemos contemplado el derrumbe de este país en cuanto a las instituciones. Así que el gobierno actual está atravesando por ese gran límite, donde su discurso enfrentó de nuevo una realidad que contradice ese discurso gubernamental. —Algunos hablan de narcoEstado, otro de un Estado completamente incompetente. Usted, sin embargo, propone algo más, otra noción: un Estado alegal. —Así es. Lo que pasa es que cuando hablamos de adjetivaciones en torno al estado, normalmente éstas enfocan el problema desde un punto de vista negativo. Yo quiero articular una positividad, por decirlo de alguna forma, en mi punto de vista: es un estado alegal, ¿por qué? Porque es un estado que funciona fuera y contra las propias instituciones frente a sus fundamentos legales, frentes a sus normas constitucionales. Funciona por sus disfuncionalidades. Y esto se da a la vez simulando que se respeta la ley y las normas constitucionales. Es algo más complejo que decir simplemente es un estado fallido, o es un narcoEstado, o es un estado en ciernes. Me parece que son eufemismo que no explican bien, a cabalidad, que este estado, con todas sus anomalías, funciona todos los días, aunque sea disfuncional. ¡Es una paradoja! Y eso es lo que yo quiero señalar: esta paradoja viviente, que padecemos todos los días en México, tiene que ser desmantelada en esos fundamentos anómalos; simulamos que vivimos en un estado de derecho, con un poder judicial, un poder ejecutivo, un poder legislativo, y todo ese conjunto de instituciones suelen ser anómalas, tragadas por la ineficacia, por la ineficiencia, por la corrupción, por la opacidad, con un predominio de partidos políticos que determinan el total o parcial (de acuerdo a cada momento) aislamiento respecto de la sociedad. En esos términos entiendo al estado. Es urgente cambiar esto.

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Voy a ponerlo en estos términos: Sergio González Rodríguez es un todoterreno: ha incursionado en la literatura infantil, ha escrito novelas, ensayos de cultura, escribe sobre música; sí, le encanta la música, pues, además, forma parte del súper grupo Enigma!, agrupación pionera del rock mexicano, y que ha vuelto al radar en los últimos años. Pero lo que mejor describe a Sergio son congruencia, inteligencia, agudeza. Esas tres palabras están adheridas a su persona, y a lo que escribe. (Quizás ha sido eso —insisto: sólo quizá— lo que ha llevado a la organización de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a reconocerle, hace unos días, con el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, que le otorgará en su edición de 2015, a finales de año.) Esa tarde de septiembre, yo no dejaba de pensar en esas tres palabras —agudeza, congruencia, inteligencia— mientras platicábamos. Sobre todo, porque cada una de sus frases las analizaba, con tranquilidad, antes de soltarlas. Por ejemplo, en un momento dado le comenté sobre un punto fundamental del libro; le dije: “Se da espacio de habla sobre los líderes de la Normal, sobre la responsabilidad que también debería caer a sus espaldas.” Al cabo de unos segundos, me dijo: —Sí, es cierto. Eso es una cosa absolutamente clara. No hemos escuchado a los líderes manifestarse sobre el episodio de Iguala. Tenemos que pedirles que expresen su punto de vista explícito, público. Ellos se han mantenido, más bien, parapetados en las familias de las víctimas. Pero sí tendrían que dar una respuesta a la pregunta sobre su responsabilidad en esa noche; es decir, por qué envían a unos muchachos a operaciones de alto riesgo, donde van a enfrentar a policías que van armados, que tienen equipo, que tienen adiestramiento para reprimir, y ellos llevan simplemente (como lo he dicho otras veces) palos, piedras y gritos. Esta disparidad es verdaderamente desconcertante. Tenemos que ser muy conscientes de esto. Una escuela, y sobre todo en el caso de escuelas que cuentan con internado, tiene la obligación legal de garantizar la integridad física de los alumnos. Estos hechos suelen soslayarse. Por eso menciono que es imperativo que haya una expresión, una manifestación sobre su posible responsabilidad o no, de los propios líderes. —Una nueva lectura que hace de los acontecimientos en Guerrero tiene que ver con Estados Unidos y su intervencionismo. Si me permite, se trata de una nueva línea de investigación sumamente inteligente, en la que se apoya con datos duros. Sin embargo, y también estará de acuerdo conmigo, este tipo de información suele llevar a mucha gente a pensar en las teorías conspiratorias; incluso, a poner en tela de juicio que un país, como el estadounidense, tenga tentáculos de tan largo alcance… —Bueno —dijo Sergio, con una leve sonrisa—, primero hay que recordar, sobre todo, que lo que llamamos intervencionismo es una noción que no nos explica, o no nos puede explicar, la participación de Estados Unidos en la vida pública de México. ¿Por qué? Porque tenemos que verlo desde un punto de vista mucho más amplio y profundo, que se refiere a la firma del Tratado de Libre Comercio, a la conformación de un mundo global que se empieza a dar en la época que se firma dicho acuerdo. Y a la etapa consecuente que va a ser la firma de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, que firma México en 2005, y que ocasiona, bajo el patrocinio de Estados Unidos, la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón. Como vemos, no estamos hablando de simple intervencionismo, mucho menos estamos hablando de una teoría de la conspiración. Estamos hablando de un cambio de modelo global y de la relación bilateral que tenemos con Estados Unidos. Así que es importante la reflexión a fondo. Tenemos que hablar en serio de esos asuntos. La participación de Estados Unidos en México está documentada. Yo pongo un mínimo de elementos para mostrarlo… —En eso estamos de acuerdo. Es otro nivel… —Exacto. Lo que yo propongo es, desde luego, que las autoridades investiguen la participación de agencias de inteligencia en el contexto del estado de Guerrero, donde confluyen factores geopolíticos importantísimos, que es otro nivel de ver el asunto. Aquí estamos hablando de intromisión de factores geopolíticos que implican a potencias mundiales. No podemos trivializar eso, no debemos hacerlo. Mi hipótesis es que las autoridades mexicanas tienen que investigar también esta participación de agencias de Estados Unidos en nuestro territorio, y desde luego en la propia noche de Iguala, hace un año… —En el libro señala que la masacre de Iguala guarda semejanza con operaciones de limpieza social consumada (por militares o paramilitares formados o apoyados por Estados Unidos) en El Salvador y Colombia. —Claro. Son operativos que se han dado en operaciones de contrainsurgencia, y que se han dado en otras partes del mundo; la mayoría de las veces, claro está, inadvertidamente. Por eso yo llamo la atención con los elementos informativos, que no son inventados, que son reales. Invito por eso a la lectura de mi libro. Mi libro tiene que ser leído en un sentido muy claro frente a esas informaciones y datos que doy testimonio. No es un libro de opinión, es un libro de investigación. —Otro señalamiento, y muy duro, es sobre el desempeño de la PGR en cuanto a la investigación… —Soy muy claro frente a eso: desde el principio la investigación, por la información que se iba dando, iba a ser muy cuestionada. Es una investigación que los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y los expertos argentinos (de formación forense), también han cuestionado, y mucho. Es un asunto que, desde muy temprano, empezó a verse que no era bien llevado, sobre todo desde el punto de vista del conocimiento que se puede tener de las investigaciones criminalistas o terminológicas, o de ambas cosas… ¡La investigación dejaba muchas preguntas! En mi libro lo que hago es recontar muchos de los cuestionamientos. Y van a continuar. Los organismos internacionales van a seguir presionando. Yo pongo mi propuesta de lectura donde encuentro lo que a mi juicio está equivocado: hay problemas de investigación, hay problemas de integración de averiguaciones previas, hay problemas de tipo pericial, no se respetaron cadenas de custodia, y todo se empezaba a manejar de modo mediático. Ahora nos dan las noticias, para acallar la inquietud y la molestia popular tras un año de lo acontecido, que detuvieron a un sujeto, lo cual ya comenzó a levantar suspicacias. Lo que es un hecho, es que hasta ahora es muy claro que no tenemos móvil, que no tenemos presuntos culpables todavía, que no tenemos (y esto es lo más grave) claridad sobre el destino de las víctimas. —Viendo esta realidad que se impone, viendo que no se avanza en términos de erradicar la corrupción, la impunidad, la violencia, ¿podría volver a suceder algo similar a lo de Iguala? —¡Por supuesto! Lamentablemente están dadas las condiciones y las bases, por la degradación constitucional, de que se repita esto. Por eso, lo que tenemos que alertar son estas deficiencias institucionales para evitar que se dé de nuevo eventos como los de Guerrero, que son inaceptables, lamentables, dignos de toda condena. No puede ser que sucedan este tipo de hechos en México. —Sergio, ¿sabremos algún día qué sucedió realmente con los estudiantes? —Yo espero que sí. Si las autoridades investigan correctamente, hay posibilidades. Pero si no lo hacen, vamos a tener este problema arrastrando, como uno más de los episodios de alto impacto social donde no tenemos satisfacción por parte de las autoridades (pues, además, no hay una cultura de investigación en México). Y eso, ante casos en el límite, provoca que la autoridad prefiere inventar y maquinar un caso. Esto yo lo atestigüe hace varios años, en Ciudad Juárez, para el libro Huesos en el desierto: prefieren maquinar casos, inventar culpables, resolver desde el escritorio, sin investigar. Eso es lamentable. Pero por desgracia, están dadas las bases para que pueda repetirse un evento como éste. Yo espero que no, pero es nuestra obligación alertar al respecto, justo por eso escribimos libros como éste. Esto dijo Sergio, y ambos nos quedamos en silencio. Tras unos segundos, concluyó: —Estos hechos lo que llevan es, al menos para mí, al imperativo de la reflexión, de repensar las cosas, de tener una visión distanciada frente a la postura de buenos contra malos. Ver todo esto desde una perspectiva crítica. Ésa es nuestra función. No es un asunto de sentimientos, es un asunto de crítica, de reflexión, de pensar, de plantear cosas, de razonar, de argumentar, de dar elementos informativos. Eso es lo que me mueve a escribir estos libros. Nuestra tarea, mi tarea, es tratar de documentar una realidad, de cuestionarla… —Y salvaguardar la memoria. —Desde luego, el imperativo de la memoria. Yo escribo, sobre todo mis libros, en honor a las víctimas. Los cuatro libros que testimonian la degradación del país, en los últimos 20 años, pertenecen a esta inquietud que acabo de describir.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Pepedavid13   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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