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El primer año del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador dejó mucho que desear. Si bien el peso avanzó 3.9% frente al dólar en el año, y el principal indicador de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) lo hizo en 4.6%, la mayoría de las variables económicas decepcionaron.

Para comenzar, la economía prácticamente no se movió, al registrar una contracción de 0.1% contra 2018, su peor desempeño en una década, mientras que la inversión en México, medida a través del indicador conocido como inversión fija bruta, cayó 4.9%.

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La inversión extranjera directa, o aquella que destinan las firmas internacionales a abrir fábricas, o mantener y ampliar las que ya tienen en el país, frenó la marcha ascendente de los últimos años, para caer 5.3%.

Para muchos analistas, ese descenso fue un reflejo de la desconfianza en el futuro económico del país que generaron algunas políticas de López Obrador, como la de cancelar las subastas de campos petroleros para compañías privadas (nacionales y extranjeras) o la decisión de proseguir con la construcción de una refinería en el sureste de México que, para muchos, tiene poco sentido económico ante la debilidad financiera de la empresa petrolera estatal, Pemex.

Obviamente, no todo fue negativo. La inflación se mantuvo controlada y muy cercana a la meta de Banco de México, de 3%; y el consumo tuvo un desempeño favorable, gracias (en buena medida) a las remesas históricas que llegaron al país y a los aumentos salariales por arriba de la inflación que muchos trabajadores recibieron (sobre todo quienes ganan el salario mínimo, que subió 16.2%).

Pero la percepción generalizada fue que la administración de López Obrador, como suele ocurrir en el primer año de un nuevo gobierno, cometió errores y pagó el precio de su inexperiencia o de lo que los especialistas llaman “el costo de la curva de aprendizaje” al llegar al poder.

Coronavirus Bolsa Mexicana de Valores
Foto: Fernando Luna Arce / Forbes México

Ante este panorama, como ocurre con frecuencia, las fortunas de los hombres y las mujeres de negocios más acaudalados de México reflejaron el poco dinamismo de la economía mexicana en 2019.

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Al inicio del año, la riqueza acumulada de quienes cada año conforman la lista de los más prósperos del país, registraba un descenso de 7.6%, al caer de 168,900 millones de dólares (mdd) a comienzos de 2019, a 156,100 mdd en enero.

De los 37 empresarios o familias de la lista, 22 registraban caídas en sus fortunas, 10 mostraban alzas y cinco no tenían cambio.

Los empresarios o las familias que más riqueza perdieron en ese lapso fueron los Chedraui Obeso, propietarios de la cadena de tiendas de supermercados Grupo Comercial Chedraui; el empresario David Peñaloza Alanís, quien controla la compañía administradora de proyectos Promotora y Operadora de Infraestructura, o Pinfra; y Alberto Baillères, dueño del control de varias firmas, como la minera Industrias Peñoles, la cadena de tiendas departamentales Grupo El Palacio de Hierro y la aseguradora Grupo Nacional Provincial, entre otras.

Para estos empresarios, el primer año de López Obrador fue, sencillamente, malo, por las adversas circunstancias que afectaron la economía mexicana, por las decisiones de los propios empresarios en torno de sus negocios o por las condiciones de las industrias en las que participan.

Claro que otros empresarios, como Fernando Chico Pardo, quien controla la compañía administradora de aeropuertos Grupo Aeroportuario del Sureste o Asur; Ricardo Salinas Pliego, dueño del conglomerado Grupo Elektra y de TV Azteca; Juan Francisco Beckmann, a cargo de Becle, la compañía de bebidas alcohólicas que tiene entre sus marcas a la emblemática Cuervo, tuvieron buenos dividendos a lo largo del primer año del gobierno lopezobradorista, viendo, incluso, crecer sus fortunas en porcentajes de entre 13 y 40%.


Por su parte Eva Gonda y su familia salieron del listado, en virtud de las dificultades para calcular su participación en Femsa.

Así estaban las cosas, hasta la aparición del Covid-19, un nuevo patógeno que vino a trastocar el mundo como quizá ningún otro evento sanitario en el último siglo.

Tras el mal desempeño económico del país durante el último año, muchos tenían la esperanza de que la economía mexicana repuntara este año.

La aprobación en el Congreso estadounidense del acuerdo de libre comercio que renegociaron las autoridades mexicanas con sus contrapartes canadiense y estadounidense, para no perder los privilegios comerciales que ha tenido el país desde 1994 con la mayor economía del mundo, hacía que muchos previeran un panorama mucho más alentador para 2020, sobre todo cuando se comparaba con 2019.

El nuevo acuerdo, conocido como T-MEC, abría de nuevo las puertas para que la inversión nacional y extranjera volviera a crecer en el país, a fin de aprovechar las renovadas condiciones de un intercambio comercial libre de aranceles en la vasta región de Norteamérica.

Muchos, incluso, preveían que, gracias al T-MEC, la alicaída generación de empleos retomaría los bríos de años anteriores, para beneficio de cientos de miles de mexicanos.

A ese favorable panorama, se sumaba el aparente fin de la disputa comercial que, por año y medio, sostuvieron EU y China.

El conflicto, que Estados Unidos emprendió para defenderse de lo que, desde su perspectiva, eran prácticas abusivas y desleales por parte de China en materia de derechos de propiedad industrial e intelectual, entre otras diferencias, frenó un poco la economía mundial. Eso mismo explicó, de cierta manera, la desaceleración económica que padeció México y la caída que sufrió en materia de inversión local y extranjera.

Ricardo Salina Pliego
Ricardo Salinas Pliego. Foto: Carlos R. Alvarez / WireImage

Otras economías, además de la estadounidense, registraron también un freno en su desempeño económico y en sus actividades de inversión por la incertidumbre que generó la disputa comercial entre las dos potencias del orbe. Ante todo, las diferencias comerciales se traducían en aranceles punitivos al intercambio mutuo de mercancías y amenazaba con descarrilar las cadenas productivas.

Sin embargo, los temores a esas potenciales disrupciones decrecieron sustancial-mente cuando los gobiernos anunciaron, a mediados de enero, un primer acuerdo que ponía fin a esas disputas.

“Hoy, damos un paso hacia un comercio recíproco y justo con China […] Nuestras negociaciones fueron duras, pero respetuosas”, dijo el presidente de EU, Donald Trump, a los medios, tras firmar ese primer acuerdo.

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Menos de una semana después, las noticias de que un número creciente de personas, no sólo en China, sino también en Japón, Corea del Sur y Tailandia, eran hospitalizadas con severos problemas respiratorios, similares a la neumonía, por la aparición del Covid-19, comenzaron a inquietar a gobiernos e inversionistas.

La información, por entonces, era escasa y las autoridades mundiales, agrupadas en la Organización Mundial de la Salud (OMS), desconocían la magnitud del problema, pero la aparición de más y más casos revivió los temores de volver a enfrentar una epidemia similar a la de 2002, que provocó, en esa región, el Síndrome Respiratorio Agudo y Severo (SARS, por sus siglas en inglés).

Coronavirus Covid-19


Pero muchos pensaron que se trataría de un fenómeno epidemiológico local, semejante al SARS, y que no trascendería las fronteras.

Esa apreciación también duró poco.En los últimos 10 días de enero, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, España y otros países comenzaron a reportar casos. La rápida propagación, más las drásticas medidas que tomó el gobierno chino, como confinar o aislar prácticamente a toda la provincia de Hubei, generaron preocupación y alerta, en el sentido de que quizá no se trataba de un patógeno similar al SARS, sino otro mucho más agresivo y con mayor poder de contagio.

“En las últimas dos semanas, el número de casos de Covid-19 fuera de Chinaha aumentado 13 veces, y el de personas infectadas se ha triplicado”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, cuando elevó el estatus del nuevo padecimiento a pandemia.

“En los próximos días y semanas, esperamos ver que el número de casos [contagios], de muertes y de países afectados, aumenten aun más”.

A la preocupación por la salud de millones de personas en Asia y el mundo, se sumaron los temores de que las medidas chinas para frenar la epidemia interrumpieran las cadenas de suministro y se frenara el crecimiento económico global.

Los temores de unas semanas antes en torno de que la disputa comercial Estados Unidos-China pudiese desencadenar una guerra de aranceles que incrementara los costos de producción de miles de bienes, comenzaron a ser remplazados rápidamente por graves preocupaciones sobre un posible freno de las actividades manufactureras mundiales, al no contar con las partes y componentes provenientes de China.

Convertida en la fábrica del mundo en los últimos 30 años, las medidas en China para contener la transmisión del Covid-19 empezaron a repercutir en el mundo y a generar temores de un enfriamiento económico global, más cuando aún no se veía claro que el confinamiento y el aislamiento ganaran la batalla al nuevo padecimiento.

El pesimismo económico aumentó cuando Italia, España y Francia comenzaron a reportar un elevado número de casos, lo que puso a prueba sus sistemas de salud.

El inesperado (y acelerado) número de pacientes contagiados en esas naciones dejó en claro que no sólo se trataba de una pandemia, sino que el mundo entero enfrentaba un patógeno como no se había visto en décadas o, tal vez, en todo un siglo.

Los mercados financieros empezaron, entonces, a incorporar, en el valor de los activos, los temores de que las medidas para mitigar la propagación del virus (cierre de fronteras, resguardo de familias en sus casas, suspensión de vuelos y cancelación de actividades en fábricas y centros de trabajo) generaran una recesión mundial.

A finales de febrero, las bolsas neoyorkinas y del mundo sufrían fuertes pérdidas, que crecieron en marzo hasta registrar caídas acumuladas de más de 30%, desde los niveles máximos de mediados de febrero.

En México, la esperanza que generó la ratificación del T-MEC se esfumó rápidamente. Las expectativas de que la economía repuntara y creciera entre 1.5 y 2% en 2020 cambiaron. En lugar de crecer, la economía mexicana, de acuerdo con el consenso de los analistas, podría sufrir una contracción de 3% este año, la cuarta más fuerte de los últimos 100 años.

El escenario poco atractivo que se vislumbra para México ha provocado que el peso pierda cerca de una cuarta parte de su valor contra el dólar, lo que ha reducido el valor de los activos denominados en pesos.

Un ejemplo del impacto en México de la debacle de los mercados internacionales por el Covid-19 es la caída del valor de la fortuna de los hombres y mujeres de negocios más acaudalados. Hasta principios de enero, éstas registraban un descenso de 7.6% con relación a su valor a inicios de 2019; dos meses después, la caída de esa riqueza conjunta llega a 21.5%.

Así, si en 2019 esas fortunas acumulaban 168,900 mdd, un año y dos meses después suman 156,100 millones.

El desplome ha sido tal, que dos familias y un empresario que originalmente iban a ser parte del listado, no alcanzaron el monto mínimo de 500 mdd para figurar entre los más acaudalados del país.

Las familias Torrado Martínez (que controlan la administradora de restaurantes Alsea) y Hernández Pons (dueñasde la productora de alimentos Grupo Herdez), así como el empresario Claudio X. González, finalmente quedaron fuera, este año, del ranking.

En cuanto al resto, prácticamente todos registran caídas, excepto Ricardo Salinas Pliego y las familias Achar y Espinosa Abdalá, que, por metodología, tenían su riqueza calculada en dólares.


Incluso, hombres de negocios de la talla de Carlos Slim, alguna vez el empresario más rico del planeta, vieron caer el valor de su fortuna por las preocupaciones locales e internacionales de que la economía mundial se encamina a una dura recesión este año. La fortuna de Slim cayó de 63,900 mdd a 52,100 millones, un descenso de 18.5%.

Por su parte, el magnate de la televisión Emilio Azcárraga Jean quedó por debajo del nivel de los 1,000 mdd, algo que no había sucedido, al menos en la última década, con una fortuna de 990 mdd (razón por la cual quedó fuera de la lista global de Millonarios de Forbes, en la que el monto mínimo es de, precisamente, 1,000 mdd.

Algo similar pasó con Fernando Chico Pardo, quien acumulaba, en enero, una fortuna de más de 1,400 mdd; hoy su imperio se valúa en 990 millones, 29.3% menos.

En conclusión, los empresarios no registraron buenos números en el primer año del presidente López Obrador, pero lo peor vino con la aparición del Covid-19 y las medidas que han tenido que adoptar los gobiernos para intentar contener su propagación.

Por: Eduardo García

 

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