Un encuentro con un ex luchador profesional, ahora referee: Pepe Casas, para quien “la vida no se cuenta por los años que han pasado, ni por las cosas materiales que llegas a tener, sino por los retos que has logrado vencer”.     ¿Quién lo diría? Hay caminos que un día se recorren sin pensar que, después, serán los caminos habituales; que lo que un día fue novedad, con el tiempo puede ser costumbre. Refiero lo anterior con doble intensión por dos razones: En primer lugar, esta entrevista me vino a la memoria, ya que se llevó a cabo en el gimnasio “Coloso”, recinto que conocí por primera vez con José Casas, Pepe Tropicasas, y ahora trabajo a unos cuantos kilómetros de él. Llegar al lugar me costó voltear la Guía Roji de cabeza y buscar en Internet mil recomendaciones de cómo llegar al sitio. En segundo lugar, porque hoy Pepe Tropicasas es conocido sólo como un réferi y su vida como luchador sólo vive en la memoria de quienes alguna vez escuchamos nombrarlo y sabemos de su talento. Muchos, incluso, le han faltado al respeto gritándole: “Bajen al abuelo”. Acordamos la entrevista a las 11 de la mañana en “el gimnasio que está por la merced. ¿Sabe usted llegar?”. Dije que sí, aunque nunca lo había escuchado nombrar. Mi admiración por este hombre se convirtió en soberbia para no quedar mal ante un desconocido quien, seguramente, ahora ni recuerda mi rostro, mucho menos mi nombre ni el momento en que mi cámara devoró las pilas Duracell que tenía puestas y por poco no logro tomar la foto. Hoy deberá tener 80 años o poco más. Ese día llegó acompañado por sus nietos. Dejó su maleta en el área de la cafetería y le interrumpí antes de que iniciara su rutina de ejercicios: “Sí, sí, ¡ándele!, pero siéntese acá, junto a mí porque ya no escucho tan bien como antes”. Su mirada me conmovió mucho. No era la mirada que tenían los luchadores jóvenes con quienes había tratado; la de ellos era vivaz, intrépida, con ganas de comerse al mundo; la de Don Pepe era sobria, tranquila, con algo de nostalgia…y, después de escucharlo entendí por qué: él ya no quería aplausos para vivir, sino un poco de dinero haciendo lo que sabe hacer, y ver de cerca la carreras de sus hijos y de sus nietos. ¿Qué más podía pedir un hombre que comenzó a entrenar desde 1969? Me reveló que los tropiezos no valieron la pena, que la fama casi lo separa de su familia, que perder el piso casi lo hizo perder a los amigos, a su esposa, a sus hijos y del baile, su pasión innata que lo hace ser quien es. El ciclo del ser humano siempre es el mismo, al igual que el de las estrellas del ring: naces, creces, te reproduces y terminas de brillar. Su historia de vida, tanto en la lucha libre como la personal, son un ejemplo de que muchas veces la veleidad con la que se ven las cosas arremeten cuando los años comienzan a pesar. Quizá cuando Don Pepe Casas era famoso no había televisión, pero los medios impresos hacían su presencia y coleccionaba los ejemplares donde se hablaba de él. Construyó su propio relato hemerográfico para que algún día pudiera recordarle al mundo y, sobre todo, a su nostalgia, que él fue “alguien famoso”. Relata que por esas revistas eran los pleitos en casa, que cuando peleaba con su mujer, ese era su talón de Aquiles: “¡Por eso fueron los pleitos en la casa! Mi señora no tenía dónde pegarme más que en las revistas que yo guardaba; entonces, cuando había pleito, las rompía. Eso me dolía mucho. A pesar de que si me ponía triste ver mis fotos destruidas, yo mismo me he dado cuenta de que dejé el ayer para el ayer y espero el mañana para el mañana. Si ahorita alguien me pregunta a dónde voy, cuáles son mis ideales, ya no me preocupo por eso, ya lo único que quiero es amanecer mañana con salud y fuerza para disfrutar la vida en el momento. Si quieres que te diga a quien fui a referear la semana pasada, tampoco me acuerdo, ni sé quien ganó, ni quien es campeón, eso ya no me preocupa.” Después de trabajar algún tiempo en el Consejo Mundial de Lucha Libre, Pepe Casas decidió formar parte de las filas de Triple A y con ello su vida tuvo un giro. La gente lo adoptó como su referee consentido, y el más justo y serio sobre el cuadrilátero o, mejor dicho, exadrilátero, modalidad de la Triple A. Sin embargo, las nuevas generaciones sólo lo conocen como un referee, uno más del espectáculo. ¿Ese es el reto: que los demás sepan todo lo que ha hecho en su carrera? No, su reto es vivir el día, disfrutar los años que le quedan. Ahora no tiene joyas ni le interesan (en ese momento portaba un reloj, un crucifijo y una pulsera tipo esclava…pero todo era de “fierro”; dijo él mismo). No quiere una casa lujosa ni ganar mucho dinero: “Si gano 100 pesos, gasto 80 y me quedó con 20 para los camiones”. Este hombre sabe que “los años no se cuentan por los años que han pasado, ni por las cosas materiales que llegas a tener, sino por los retos que has logrado vencer”. El responsable del sobremote del Tropicasas fue idea del doctor Alfonso Morales, quien conociendo su gusto por los ritmos tropicales y los salones de baile, decidió llamarlo así, y quizá ahora sea lo único que de ese ayer se conserve mañana.     *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.     Contacto: Correo: [email protected]

 

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