Desde finales de los años sesenta, República Dominicana ha albergado diversas franquicias de comida rápida. Aunque al principio iniciaron tímidamente, con la entrada en vigencia del DR-CAFTA en 2006, hoy son más de 30 marcas de fast food en suelo dominicano.   Por Manauri Jorge   El mayor flujo de actividad comercial en República Dominicana  ocurre en cinco demarcaciones: Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís, La Romana y Puerto Plata. De ahí que siete de cada 10 empresas se instalan en la capital o Santiago, indica un estudio de la Oficina Nacional de Estadística en su Directorio de Empre­sas y Establecimientos 2010, y 47 de cada 100 lo hacen en el Distrito Nacional. Esos datos son deter­minantes para la inversión en cualquier tipo de nego­cios… y las franquicias de comida rápida lo saben. Óscar Monzón, director ejecutivo de la Asociación Dominicana de Franquicias, enumera tres condicio­nes para que un negocio pueda ser de este tipo: lo primero es la rentabilidad, segundo la capacidad de replicar o clonar la imagen corporativa, los bienes y el servicio, y por último la capacidad de funcionar remotamente, o sea que cualquier persona con el know-how (saber cómo) pueda operar el negocio. En la actualidad se cocina la tercera etapa a nivel general, pero ha costado mucho tiempo este proceso. A finales de los años sesenta, Kentucky Fried Chicken (KFC) arribó al país caribeño, siendo, así, la primera franquicia de comida rápida, pero el desarrollo económico y los conflictos políticos nacionales limitaron su expan­sión. Después de KFC, a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa se instalaron en el país Wendy’s, Pizza Hut y Domino’s Pizza. Entre 1994 y 1998 llegaron Burger King, Baskin Robbins, McDonald’s y Dunkin’ Donuts (extinta en República Dominicana). Posteriormente se establecieron Taco Bell, T.G.I. Friday’s y Tony Roma’s. Fue hasta la firma y entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA 2006), que las franquicias enfocaron su capital en esta parte de la isla y el panorama cambió. Hoy son más de 30 las marcas de fast food en suelo dominicano. Entre las marcas internacionales más conocidas destacan Quiznos, Krispy Kreme, Hooters, Papa John’s, Froots, Subway, Pinkberry, Applebee´s, Carl´s Jr., Nathan´s, Johnny Rockets, Chili´s y Sbarro. Pese a ese notable crecimiento, para Óscar Monzón ese modelo de negocios todavía está en pañales por algunas restricciones que inclinan la balanza hacia un mercado. Explica que antes del DR-CAFTA, las marcas internacionales con intenciones de expansión hacia el mercado dominicano debían negociar con una persona de por vida, imposibilitadas de romper contrato y firmar con otra. Incluso en la actualidad sólo las empresas estadounidenses que llegaron posteriormente a ese acuerdo multinacional quedan libres de esa condición, por lo que la expansión se hace paulatina o por oleada. El presidente de Domino´s en República Dominicana, Luis Rodríguez, agrega que además de las condiciones cerradas resalta una elevada carga de impuestos, además de una sobreoferta y poca demanda por el bajo poder adquisitivo de los ciudadanos. “El Estado se queja de que recauda pocos impuestos, pero siempre será así si la tributación es injusta. Se le carga de aranceles a los negocios formales, mientras los demás —que son más— evaden. Intuyo que los impuestos son muy elevados, y si los bajan, acompañados de un proceso de regulación general, el gobierno recibiría más ganancias.” Esto da fuerza a la tesis de la Asociación de Franquicias de que un mono­polio en el sector es casi imposible porque cada marca requiere una dedicación completa para garantizar la innovación, la eficiencia y el crecimiento. La experiencia que expone Luis Rodrí­guez es interesante, sobre todo porque su franquicia importa 40% de los productos que consume (básicamente el queso), y debe darle un uso inmediato a los que obtiene en el mercado local para evitar que se descompongan, lo que requiere una atención muy enfocada. Pero si hay que dedicarle tanto tiempo y recursos, ¿por qué el sector va en aumento constante? “Simple, es una inversión garantizada. Menos de 5% de los negocios que cierran en momentos de crisis son franquicias, a diferencia de 80% en otros modelos comer­ciales. Una de las ventajas de manejarse con estandarización es precisamente que se ofrece el mismo servicio o producto en cualquier parte del mundo. Por eso, si una plaza cierra, el cliente sólo debe irse a otra y recibirá lo mismo, situación que no sucede cuando es un negocio de fórmula única. Las crisis económicas nacionales afectan mucho el desempeño de las franquicias de comida rápida, pero ese desnivel no se percibe por el plan de contingencia con que se manejan. Domino´s, por ejemplo, ha mantenido un crecimiento anual pro­medio de 15%, con un margen de ganancia de entre 7% y 9%, afirma su titular. La inversión en el negocio dependerá del costo de la marca, que puede oscilar desde 2,000 hasta un millón de dólares, de acuerdo con los gastos en que se deba incu­rrir para instalarse. En la República Dominicana, los contratos de licencia de franquicias no están regulados de forma específica . Según lo pactado por las partes, cada acápite estará sujeto a alguna legislación nacional, como es el caso de la presentación uniforme de los locales, dimensión, decorado o de los medios de transporte objeto del contrato que han de ampararse bajo la Ley 4807 sobre Control de Alquileres y Desahucios.     ¿Por qué no hay una ley? Porque eso obligaría a facilitar recursos e incentivos para que los micro y pequeños empresarios puedan ser grandes y crezca la oferta, lo que no sería del agrado de las grandes empresas, ya que se traduciría en una “baja” en sus ingresos. Todavía ningún inversionista o grupo millonario ha movili­zado un anteproyecto de ley sobre el tema, ni se vaticina. A juicio de Luis Rodríguez, las franqui­cias de comida rápida no requieren de una ley especial que las regule, pero asegura su apoyo a una propuesta que busque el desarrollo del sector y facilidades para la inversión. “Si hay una ley que simplifique el proceso y suprima tantas ventanillas, sería un éxito.” Por otro lado también está la evasión de impuestos. Como el Estado no garantiza los servicios básicos (energía eléctrica, agua, acopio de basura) que requieren las franquicias de comida rápida para un funcionamiento óptimo, se busca un rejuego en la evasión parcial de impuestos y así autosuplirse, por lo menos es lo que revela Óscar Monzón, con el consuelo de que es una “evasión lógica”. “Todavía se entiende que la fiscalización va para el bolsillo de un grupo que se da la buena vida; hay una parte de mis impues­tos que no se usa para mejorar la energía, ni la seguridad social, el flujo de agua o el arreglo de calles… se queda entre las manos de unos vivos para su deleite personal. Entonces, para destinar ese dinero a ese grupo, prefiero reinvertirlo en mi negocio y tener, por lo menos, los servicios básicos cubiertos”, confiesa. El consumo de este tipo de alimentos presenta una curva ascendente. Siempre que se mantenga esa tendencia, la inversión en este tipo de franquicias será parte del menú de negocios exitosos. ¡Eso es seguro! Foto: Dominos.com

 

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