El brujo yaqui Juan Matus pensaba que el acto de ideación en la mente es un paraíso solo equiparable con un infierno. Por un lado, contamos con el privilegio de un instrumento para producir ideas, pero —para ser leales a la costumbre— abusamos del recurso y nos perdemos en él.

Solo cuando se limpia el discurso interior y se camina sin neblina discursiva, se vacía la mente, según lo explica Juan de la Cruz. Pero la relevancia de este ejercicio trasciende el estado contemplativo: permite habitar el tiempo presente a falta de imágenes pasadas y expectativas del futuro.

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Desprovistos de distractores aparentemente involuntarios, la mente aprehende sus componentes referenciales y logra generar ideas distintas, retadoras, enfocadas. Si esa mente es empleada a favor —y no como de costumbre—, la experiencia de la realidad será transformadora.

De la mente a las ideas

Una idea es el más primario de los actos del entendimiento al reconocer el mundo y su contexto. Consiste en representar un objeto percibido y con ello nutrir la experiencia social y la propia. Se trata, pues, de comprender el mundo a partir de la interpretación personal.

Esa idea —un código invisible del ingenio humano— representa el combustible de la inventiva a partir del mero apetito por conocer y digerir algo. No es extraño que para una nueva campaña o un relanzamiento se soliciten “buenas ideas”, mismas que, sin importar la cantidad y calidad de referencias que exijan ser revisitadas, aporten contundencia, originalidad y posibilidad de venta.

Un ejercicio bastante socorrido, pero la mayoría de las ocasiones empleado con carencias que impactarán su resultado es el llamado brainstorming.

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Un paraguas para el brainstorming 

Esta lluvia de ideas guarda en su práctica un sorprendente potencial por su relativa simplicidad al tratarse de un ejercicio participativo, contar con una metodología básica y buscar una visión abierta para mejorar el estado actual de un proyecto o situación.

Aunque el término se utiliza como un concepto genérico para hacer que los grupos desarrollen ideas, comenzó como el nombre de una técnica específica propuesta por el ejecutivo de publicidad Alex Osborn en 1950. Su mérito radica en haber codificado las más básicas reglas que seguimos cuando reunimos a la gente para generar ideas: sumar el mayor número posible de ideas.

Pero, ¿qué diferencia habría en desarrollar este ejercicio en grupo o de manera individual? La práctica durante décadas ha demostrado que muy poca, por lo cual, el ejercicio necesita reglas y procesos específicos para aprovechar ese potencial.

Algunas de estas características que le dan a la lluvia de ideas o brainstorming una dimensión mucho más robusta son:

Previo a la sesión de lluvia de ideas, vale la pena redactar una pregunta a manera de guía que oriente al equipo y que sirva como marco, de cara al objetivo de la sesión. Se puede formular la pregunta en torno a un insight o aprendizaje propio, de la industria o de la competencia. Por ejemplo: Tenemos 10% menos de territorio de marca que el año pasado, la competencia ha despertado y necesitamos renovarnos sin perder la esencia de nuestro ADN. ¿Qué ideas se te ocurren para recuperar este 10% perdido y ganar, al menos, un 5% adicional el próximo año?

Solicita un calentamiento previo a la sesión. Pide que observen, lean, recuperen referencias y que las apunten para comentarlas en la junta. De esta manera tendrás dos fases de construcción: individual y colectiva.

En la sesión, establezcan como regla escuchar con atención plena todas y cada una de las ideas que se pongan sobre la mesa. Es importante no cuestionar ni juzgar una sola de ellas, porque de la idea más absurda puede abrirse la puerta para que a alguien se le ocurra otra que quede como finalista. Todo sirve.

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Como este ejercicio es ir por cantidad, vale la pena buscar otro espacio con las mismas u otras personas, para que —con las ideas generadas— se lleven a cabo ejercicios de reconfiguración, adaptación o apertura a nuevas posibilidades.

Una vez que el ejercicio de refinamiento y trabajo de ideas pasa a tener finalistas, se evalúan: viabilidad, oportunidad, relevancia y cercanía con la meta. Ahí se pueden discutir, votar o hacer que pasen por otro proceso de reconfiguración.

Durante el ejercicio de una lluvia de ideas, el equipo estará instalado en un modelo de pensamiento divergente que incentiva una mentalidad generativa y abierta. En la medida en la que las personas, sus experiencias y referentes sean más diversos, más ricos serán los resultados de la sesión.

Después de todo, generar ideas es conectar con uno mismo y expresar el contenido que encuentra en su haber. Cuando Juan Matus hablaba de parar el diálogo interior apuntaba a la importancia de filtrar conscientemente la rumiación de ideas, no con la meta de dejar la mente en blanco o sin ideas, sino con el objetivo de liberar la dimensión mental de la tiranía de la falta de claridad. Ingrediente indispensable para una sesión de brainstorming o de vida. Porque una mente en calma, clara y libre de aferramiento es capaz de producir ideas relevantes, entre ellas, observar cómo te relacionas con los objetos que te rodean: eso es inspiración. 

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Contacto:

Eduardo Navarrete se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience*

Twitter: @elnavarrete

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.