Por Ivette Estrada*

El 67% de las habilidades esenciales en el trabajo son emocionales en todo tipo de empresas y la proporción es mayor cuando se asciende en el escalafón profesional. Pero la inteligencia emocional no se catapulta en muchas organizaciones por ignorancia.

Ángeles Wolder, Directora del  Instituto que lleva su nombre, desde hace 10 años se centró en comprender y observar cómo el ser humano gestiona los conflictos emocionales y descubrió que quienes tienen conciencia de sí mismos no sólo son los mejores líderes sino también los profesionistas más exitosos.

Esto no sólo por el grado de empatía que genera entre los colaboradores y accionistas de la compañía, sino porque responden mejor a las necesidades, aspiraciones, frustraciones, impulsos y emociones profundas de sus consumidores.

Conocer las emociones no se limita a identificar las seis básicas: alegría, tristeza, enojo, miedo, sorpresa y aversión, sino a generar conciencia de uno mismo, es decir,  la habilidad para percibir los impulsos almacenados en nuestros recuerdos emocionales, que a su vez determinan nuestras preferencias y valores. 

Tal autoconciencia está asociada a diferentes capacidades como conciencia emocional, valoración adecuada de uno mismo, auto confianza, autorregulación, autocontrol, confiabilidad, integridad, adaptabilidad, innovación, motivación, logro, compromiso, iniciativa y optimismo.

Pero también la propia conciencia juega un rol trascendental en el desarrollo de la empatía, en la comprensión y desarrollo de los demás, en la capacidad de orientarnos al servicio, aprovechar  la diversidad, tomar conciencia política, desarrollar habilidades sociales, catapultar la influencia y mejorar la comunicación.

La conciencia en uno mismo incide también en habilidades esenciales en el mundo laboral como gestionar conflictos, mejorar liderazgo, establecer vínculos, colaborar, cooperar y mejorar las capacidades de trabajar en equipo entre muchas otras.

Pero ¿hay asignaturas concretas que nos permitan conocer las propias emociones y las de los demás? Wolder, autora de El reflejo de nuestras emociones: la descodificación de los sentimientos a través del cine, dice que la decodificación permite adentrarnos en la autoconciencia y reconocimiento emocional.

“La decodificación, que es aprender a hablar el idioma del cuerpo, nos permite entender que cada síntoma físico tiene una función  y cómo incide ésta en la solución de los bioshocks o eventos dramáticos inesperados, enfrentados en soledad, que no se expresan y carecen de solución. Es una herramienta fundamental para maximizar la inteligencia emocional”, menciona la experta.

Aunque es posible aprender la decodificación con enseñanza formal, cursos, conferencias y diplomados, también es factible hacerlo a través del arte, porque éste refleja la cultura, valores e historia “y funciona como un ritual que nos muestra la visión del mundo y vivir diferentes experiencias, ya que lo real, imaginario, virtual o simbólico, para el inconsciente es lo mismo”, refiere Wolder.

Así, el cine logra la decodificación emocional porque “las imágenes los sonidos y las historias que contienen las películas nos llevan a una reflexión sobre nosotros, sobre los otros y el mundo. Es más, el cine proporciona estímulos que activan fragmentos de recuerdos algunos dolorosos pero eficazmente guardados. Un cine es un agitador de la propia historia”.

Esta visión de Wolder, de emplear el cine para sanar determinados síntomas físicos, es una herramienta esencial de cultura organizacional y autoconciencia, aunque también es un instrumento eficaz para divulgar y aprender la cultura corporativa como inducción laboral, entrenamiento, actualizaciones, trabajo en equipo, presentaciones de negocios y otros. 

El cine representa una metáfora para impulsar valores, ejemplificar ventajas competitivas y tomar autoconciencia. ¿Qué películas debemos ver?  Además de sanar, el libro de Wolder proporciona una guía de 200 películas y su impacto emocional en cada uno de nosotros.

 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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