Ocultar el copiloto de Lufthansa que todos llevamos dentro no le conviene a nadie. Más nos vale abrir pronto la discusión, el diálogo… sobre los temas que integralmente afectan al ser humano en su vida productiva.   La tragedia del mes pasado, en que un avión de Germanwings, subsidiaria de Lufthansa, se estrelló por la voluntad del copiloto Andreas Lubitz, es un negro episodio del mundo corporativo moderno, en el que resulta muy complicado para un trabajador, de cualquier nivel, expresar la magnitud y el sufrimiento que tiene si padece una enfermedad mental como la depresión. La biblioteca nacional de medicina de Estados Unidos define este mal como “el hecho de sentirse triste o melancólico. La mayoría de nosotros se siente de esta manera de vez en cuando durante periodos cortos. La depresión clínica es un trastorno del estado anímico en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un lapso de algunas semanas o más”. La depresión es terrible. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que 80% de los individuos que padece depresión clínica no recibe ningún tratamiento específico para ello. A finales de marzo pasado el doctor Juan Luis Vázquez Hernández, presidente de la Asociación Mexicana de Psiquiatría, aseguró que únicamente 2% de la población con padecimientos mentales tiene acceso a servicios de salud mental. El médico aseguró en una conferencia en Tabasco que “cada año se suicida un millón de personas en el mundo y cuatro de las 10 principales causas de discapacidad son resultado de los trastornos neuropsiquiátricos, sin contar que en el mundo una de cada cuatro familias convive con un miembro afectado”. El problema de la depresión es que resulta muy difícil para el paciente darse cuenta de que la padece y necesita ayuda. Además de que no conduce instantáneamente a una conducta disfuncional en el trabajo, lo que implica que, en apariencia, el individuo se observe en estado saludable. Si bien resulta muy difícil juzgar a una empresa como Lufthansa por el horroroso accidente, sí es verdad que en toda empresa deben existir las condiciones para que cualquier empleado que se encuentra en una condición mental de este tipo pueda expresarla y, en consecuencia, obtener tratamiento o ausentarse del trabajo mientras se repone de la enfermedad. Es altamente previsible que tras este accidente se inicie un fuertísimo debate en el mundo desarrollado sobre las condiciones laborales de los empleados en industrias de alta sensibilidad. Los alemanes son expertos en elevar la barra de sus industrias, y el caso de Germanwings no hará sino obligar a mejores estándares y condiciones de trabajo, a fin de evitar las condiciones para que un caso similar se presente. Desafortunadamente en México este debate no tomará tracción. ¿Alguien se imagina que un empleado de una gasera, una empresa de transporte escolar, una refinería o una empresa de químicos llegue mañana a su trabajo en Tampico, Guadalajara, Torreón o Metepec, diga “estoy deprimido” y no se burlen de él? Lo más probable es que no tenga confianza de revelar a un supervisor o colega su estado de ánimo o de salud, o que lo oculte por temor a recibir un apapacho sonso en lugar de un tratamiento adecuado. Pero el día en que este trabajador decida estrellar su camión de gas contra un centro comercial; volcar el camión escolar a un barranco; explotar una refinería o un centro logístico de la empresa de químicos, entonces empezará el debate en México: debemos atender a nuestros empleados y escucharlos cuando estén enfermos, incluso de trastornos mentales. El capitalismo competitivo es en parte culpable del accidente de Lufthansa. Las corporaciones viven obsesionadas con la reducción de costos, con la alta productividad, con la eficiencia. En estos atributos de la empresa no suelen entrar criterios que se considerarían “humanos” o “compasivos de la condición humana”. El problema es que al nulificarlos entramos a un terreno parcial —y peligroso— de la vida productiva de la gente, donde sólo se nos permite mostrar la cara amable, eficiente y productiva de nuestro ser. Ocultar el copiloto de Lufthansa que todos llevamos dentro no le conviene a nadie. Más nos vale abrir pronto la discusión, el diálogo… sobre los temas que integralmente afectan al ser humano en su vida productiva. Incluyendo, por supuesto, la depresión.   Contacto: Correo: [email protected]   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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