Parecía imposible que el mundo viviera una pandemia de las proporciones actuales. Lejana era la idea de que las sociedades contemporáneas se sumergieran en una parálisis social, económica y educativa y que la emergencia sanitaria pasara de emergencia a completo caos.

Los millones de decesos alrededor del mundo ponen acento en la nueva fragilidad humana, esa que llegó con la vulnerabilidad que arrastra la pobreza, la desigualdad, el populismo y la marginación.

Pareciera que al mundo le hemos apretado el reset button y el reinicio se demora más de lo esperado. El Covid-19 es el gran disruptor del siglo XXI y dejará huella profunda en la historia, sobre todo en temas donde la coyuntura ha sido mayor.

Hablar de teletrabajo, de transformación digital y de avances tecnológicos en la pandemia, hace sentido si pensamos que el origen de las profundas transformaciones no es la tecnología sino la biología.

El desorden biológico generado por el implacable virus ha impactado además los procesos educativos. Las escuelas del mundo cerradas, millones de estudiantes y maestros se han tenido que adaptar a nuevos estilos de aprendizaje y a nuevas realidades que resaltan el real estado de las sociedades y las economías.

Es cierto que, por un lado, la transformación digital ha propiciado procesos de aprendizajes en línea que si bien ya existían, no se habían masificado; pero por otro lado, al hacer del e-learning la estrategia general de educación, las brechas de desigualdades se acentúan.

El alejamiento prolongado de las aulas, ha traído consigo la posibilidad de que la educación a distancia sea la nueva modalidad que cambie la oferta educativa, poniendo el punto final a la educación tradicional.

Las soluciones de aprendizaje a distancia buscan apoyar el trabajo remoto a gran escala, sin embargo, el futuro digital de la educación no es accesible para todos los ciudadanos al interior de cada país.

Es innegable que existe una brecha significativa en el acceso a las TIC´s, en el que sólo el 35% de los estudiantes tiene acceso a la tecnología y los medios digitales para continuar sus procesos de educación en formatos a distancia.

Esto plantea la preocupación central, pues si bien, la eficacia de los procesos de educación en línea está probada, también es un hecho que la población menos favorecida que no tiene acceso a las nuevas tecnologías verá perdida la oportunidad de participar en procesos educativos que en verdad logren transmitirles conocimientos y desarrollar competencias. Estamos ante la posibilidad de ver una generación perdida en el rezago educativo y el creciente desempleo.

La tecnología educativa es hoy una de las herramientas que abren una ventana de oportunidad para desplazar los modelos tradicionales de aprendizaje, para dar pie a una educación evolucionada bajo modelos híbridos que verdaderamente preparen al ser humano para enfrentar los retos del siglo XXI, que ya vimos, serán muchos.

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