Son momentos delicados. Enfrentamos, en México, tres crisis sucesivas: La de salud, debido al Covid-19 y con una terrible potencialidad de muerte, la económica, que puede significar caídas de hasta el 6 por ciento del PIB y la de seguridad, en un escenario donde las bandas criminales tienen la oportunidad de acrecentar su poder e influencia. 

Cada una de estas asignaturas implica desafíos enormes y un trabajo de corrección que puede medirse en plazos largos, pero juntas tienen la fuerza de una hecatombe.

Por ello se tiene que trabajar con inteligencia y visión de estado, para lograr sentar las bases que permitan la recuperación en el futuro. Es terrible, pero más vale asumir que los próximos serán los de ajustar proyectos y medidas para dar oportunidad a la mejoría, para retomar el rumbo, ya en cierta medida perdido desde antes del Covid-19, del crecimiento y el desarrollo. 

Es mucho lo que arriesgamos y entre ello no hay que perder de vista a la gobernabilidad democrática, punto de salida de lo que hemos construido y que no es poco. 

El sistema de salud está enfrentar una situación en la que se pondrá en la balanza su viabilidad misma. Por desgracia, no son los mejores momentos, porque las inversiones se pospusieron y porque se venían arrastrando carencias.

 Se optó, desde el inicio del actual gobierno, por una política de compras de medicamentos que no ha funcionado del todo y que ha significado el desabasto en clínicas y hospitales. 

La idea era terminar con los grandes empresarios y al final lo que ocurrió es que se afectó a los usuarios de los servicios de salud. 

El Seguro Popular desapareció y el INSABI no acabó de arrancar cuando ya era víctima de un problema que lo supera, al grado de que se tuvo que implementar un acuerdo con los hospitales privados similar al que ya existía. 

La economía está detenida. Se tenía que hacer así para lograr el distanciamiento social que evite que los contagios sean todavía más grandes de lo que ya son y serán.

El costo es muy alto, pero se trata de salvar vidas y en ello consiste el derecho humano más importante. 

En Tamaulipas, sujetos que dijeron pertenecer al cartel del Golfo, repartieron despensas. Es una acción de propaganda que, sin embargo, indica que los bandidos piensan interactuar durante la emergencia, adquiriendo protección a cambio de apoyos.

Los enfrentamientos no se han reducido, porque las disputas por los espacios y por las rutas de trasiego de drogas permanecen inalterados. Algunos delitos bajarán, por la situación de emergencia sanitaria, pero otros no harán sino fortalecerse.

A las áreas de seguridad les preocupa una aumento del narcomenudeo que respondería a los cierres fronterizos. 

Tormenta perfecta, le dicen algunos, pero momento para vislumbra como queremos que sea el retorno, cuando estos tiempos dejen de ser oscuros. 

 

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