Por Hugo Salvatierra Arreguín La cancelación de Ford de la planta de 1,600 millones de dólares (mdd) que construía en San Luis Potosí, despejó las dudas: el recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, haría realidad las amenazas en contra del libre comercio con México, emitidas en su campaña. Y, en efecto, se cancelaron otras inversiones ya anunciadas y fueron puestas en la congeladora algunas más que estaban previstas para materializarse entre noviembre y enero: todo indicaba que el mercado mexicano pasaría por una larga y oscura noche. Para colmo, la volatilidad volvió escépticos a los inversionistas internacionales respecto de las economías emergentes, y cautelosas a las compañías a la hora de invertir. Pero, a cuatro meses de la toma de posesión de Trump, las cosas comienzan a tomar otro rumbo: el peso recuperó algo de terreno frente al dólar y multinacionales analizan la reactivación de sus inversiones en México. La perspectiva general no era favorable, “pero había y hay, antes y después de Trump, mucha actividad, en especial en cada uno de los ámbitos y eslabones de las cadenas productivas que conforman la industria energética”, señala Iker Arriola, de White & Case. Un ejemplo son las inversiones anunciadas en los últimos meses para construir terminales portuarias de combustible, en especial en el Golfo de México, y de almacenamiento, en una franja que une el Golfo de México con el Bajío, así como gasoductos que corren del norte al centro del país. El sector minero también continuó con su inercia, particularmente el dedicado a minerales básicos. Incluso las automotrices no estadounidenses, las europeas y asiáticas, han proseguido con sus planes de expansión de sus líneas de producción en el país. “Hay empresas japonesas que entran al sector energético y seguirán haciendo, porque aquí es una dinámica local”, explica Olivier Hache, asesor en transacciones para México y Centroamérica de Ernst & Young. El interés en la reforma energética de México es global, tanto del lado de la electricidad, como del petróleo, agrega, pues en el caso del crudo, hay reservas y, en electricidad, el operador histórico del Estado se está transformando. Inversión para los próximos 20 años “Las automotrices o petroleras que entran a México, por ejemplo, pueden decir: estoy invirtiendo para los próximos 20 años. ¿Puedo aguantar o forma parte del riesgo que siempre estoy asumiendo en cualquier parte del mundo? Puedo aguantar; seguiré con mis plantes”, relata Hache. En el análisis, tuvieron que considerar variables que antes estaban casi fijas, como el tipo de cambio, la inflación o el PIB, y analizar escenarios con alzas o bajas de estos indicadores y decidir si valía la pena invertir o no y estructurar un modelo para hacerlo: mediante inversión directa o de una adquisición. “Dijeron: ‘Dejemos que pasen estos elementos de volatilidad para tomar una decisión; no sigamos, pero tampoco cancelemos. Démosle algo de tiempo a una decisión de compra, venta o desarrollo [orgánico]”, explica Arriola. Los sectores más golpeados Dos de los sectores más golpeados por Trump fueron el automotriz y el de autopartes. “Aunque todavía no hay estadísticas oficiales de este año, vemos que los anuncios de algunas inversiones que ya no se iban a realizar fueron casos aislados y la realidad es que, en el caso particular del sector automotriz, no deberían de afectar en el mediano plazo”, explica Óscar Silva, del área Global Strategy Group de KPMG. Se podría pensar que esta área tendría que ser una de las más afectadas por las declaraciones de Trump, pero lo cierto es que la producción de automóviles en el país fue de 363,687 unidades en marzo de este año, 36.2% más que en el mismo mes de 2016. En tanto, las exportaciones aumentaron 32.7% y las ventas al público 17.2%, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA). El sector de telecomunicaciones también está activo, con proyectos como la red compartida (troncal), que brindará servicios mayoristas a los proveedores de servicios de telefonía, cable e internet. A la lista hay que añadir las industrias manufactureras, entre las que, además de la automotriz, destacan la construcción, los servicios financieros y los bienes de consumo. El efecto Trump provocó que disminuyera la intensidad de las empresas globales con sede en Estados Unidos, pero, al mismo tiempo, despertó el interés de compañías de otras latitudes. Por ejemplo, las firmas chinas comenzaron a llamar a las consultoras para preguntar por oportunidades en México, a partir de que su gobierno expresara abiertamente su interés por nuestro país. En septiembre de 2016, en China hubo una reunión más entre los presidentes Xi Jinping y Enrique Peña Nieto. “Lo cierto es que las inversiones de empresas chinas, aunque vienen 10 años evaluando a México, realmente no se han venido dando, y creemos que éste es el momento. Algunas sí se van a concretar”, vaticina Silva, de KPMG. Las armadoras orientales retomaron los procesos de análisis de factibilidad para evaluar localizaciones potenciales a fin de instalar sus plantas, las cuales podrían llegar en un mediano plazo, ahonda.   Pasaron las turbulencias A simple vista, parece que las cosas comienzan a retomar su lugar. Por ejemplo, el tipo de cambio del peso frente al dólar registró una recuperación: el 20 de enero de 2017 estaba en 21.90 pesos, pero el 19 de abril bajó a 18.48, de acuerdo con Banco de México (Banxico). Pero, además de los beneficios económicos, este hecho genera optimismo entre los capitales interesados en llegar al país. “Me parece que el foco de la administración Trump está girando hacia asuntos más macro, específicamente con Siria y Rusia. El mal mexican moment ya pasó, y creo que, desde ahora, podemos esperar cosas mejores”, diagnostica Hernández. Otro factor que ayudó a superar parcialmente este bache fue que Brasil continúa con problemas políticos y económicos, por lo que, por ahora, no es un competidor frontal. Si el llamado Gigante del Cono Sur viviera un mejor entorno, seguramente los inversionistas estarían volteando hacia allá. El panorama actual hizo que los clientes de las consultoras, sus asesores financieros y los economistas en jefe de los bancos grandes y extranjeros que operan en México, ya ajustaron sus previsiones para un tipo de cambio más barato y estable. Como consecuencia, los teléfonos de los ejecutivos volvieron a sonar con llamadas de empresas globales que quieren reactivar los negocios que detuvieron a finales del año pasado, aunque, hasta ahora, no hay nada concreto. “El mercado está reconociendo la posición privilegiada geográfica que tiene México por su cercanía para hacer llegar bienes y servicios al mercado de Estados Unidos; creo que eso no va a cambiar”, indica Hernández, de Deloitte Consulting. Además, en un informe, la consultora antes citada indica que la renegociación del TLCAN puede abrir todavía más oportunidades a empresas extranjeras, principalmente estadounidenses, a sectores que actualmente no tienen cabida en el acuerdo, como el de telecomunicaciones, la biotecnología, el comercio electrónico y la energía. Como consecuencia, las compañías verán la manera de capitalizar los cambios con la inyección de inversión extranjera directa o con su incursión en el mercado mexicano. Preocupa más el Estado de derecho Más allá de la actual turbulencia binacional, los empresarios siguen preocupados por un viejo problema que aqueja al país y siembra dudas a la hora de querer invertir, incluso en los consorcios globales: el Estado de derecho. En este sentido, México ocupa el lugar 88 dentro de las 113 naciones que mide el Rule of Lay Index 2016, elaborado por el World Justice Proyect para evaluar la aplicación de la ley en el mundo. “El mensaje que allá afuera nos mandan los inversionistas es: ‘Si yo tomara una acción en México, más allá de las funciones macroeconómicas de los fundamentales del país, de la nueva estrategia de generación de mercado interno, del NAFTA 2.0, etcétera, está The Rule of Law’”, asegura Arriola, de White & Case. Y, claro, no hay que dejar de lado que las remesas fueron de 2,051 millones de dólares (mdd) en febrero de este año, 1.4% menos que el mismo mes de 2016, ni que la inflación va en aumento y en marzo registró una tasa anual de 5.35%, la más alta desde agosto del 2009, o la liberación de los precios de las gasolinas, que impacta en las ganancias de las empresas. En el ambiente se percibe una aparente calma, porque, como dice Hernández, con Trump las cosas cambian día a día, semana a semana… y siempre hay noticias que hacen revaluar todos los parámetros. Inversión en alerta La Inversión Extranjera Directa (IED) creció alrededor de una tasa compuesta de los últimos cinco años de 6%, equivalente a 27,000 mdp en promedio, si se excluye la inversión de AB InBev, que compró grupo Modelo, explica Guillermo Olguín, socio líder de Fusiones y Adquisiciones de Deloitte. Estados Unidos, históricamente, representó el 40% de las inversiones en México, seguido de Bélgica, Canadá, España y Países Bajos; pero, con la llegada de Donald Trump a la presidencia, las cosas cambiaron. Por ejemplo, debido a la incertidumbre, las fusiones y adquisiciones disminuyeron, en el primer trimestre de 2017, un 27% en monto y un 36% en número de transacciones, en comparación con el mismo periodo del año anterior, aunque, en cierto modo, esto también tuvo su origen en la baja de la actividad global. Olguín resume lo sucedido en tres tiempos:
  • Diciembre de 2016. No hubo en México anuncios de inversión relevantes de una empresa internacional o norteamericana.
  • Enero de 2017. Los mercados se acostumbraron a la incertidumbre y se reactivaron las inversiones de empresas estadounidenses en México.
  • Febrero de 2017. Aumentaron los anuncios de inversiones.

 

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