Pareciera que la principal amenaza para la democracia está en el discurso. En ese que llega a tocar las fibras más sensibles, los sentimientos más radicalizados y los grupos más vulnerados. El siglo XXI es el siglo de lo inverosímil; nos ofrece la posibilidad de ver escenarios casi impensables hechos una realidad. Liderazgos inauditos tomando fuerza y arraigándose (o encrustándse) al poder.

Todo esto, con una importante (y no siempre mayoritaria) aprobación, vemos ejemplos de una nueva izquierda que con una plataforma neopopulista poco se interesa por conservar las instituciones, el equilibrio de poder y el verdadero ejercicio democrático.

España, México y Francia son claros ejemplos de la confrontación entre la izquierda y la población. Claro, de la población no afín a la radicalización, la polarización y el miedo que discursivamente busca permear la izquierda en el poder. De manera atípica, Estados Unidos, desde la extrema derecha ejerce un neopopulismo que también divide y segmenta, que ha minado las instituciones y que hoy, en vísperas de las elecciones enfrenta el momento más complejo para la supervivencia de la democracia y su proyecto de nación.

A través de estrategias discursivas, se posicionan términos, escenarios y decisiones que hacen aún más complejo el proceso de cabildeo y toma de decisiones al interior del Estado.

El surgimiento de movimientos ciudadanos busca generar contrapesos sanos y necesarios en cualquier escenario democrático; sin embargo, en Francia esos movimientos generaron un choque de fuerzas que amenazaba la prevalecencia de un ambiente propicio y de bienestar para el desarrollo de la democracia, la pandemia vino a recrudecer los cuestionamientos sobre la gobernanza y la gobernabilidad.

Ese choque de fuerzas llega al pueblo cuando a la izquierda no le alcanza para cumplir sus compromisos de gestión, no necesariamente por incapacidad. En el caso francés, el incumplimiento se ha dado como parte del complejo escenario europeo y la curva de crecimiento de un sistema económico, político y social.

Por su lado, el manejo de la pandemia en  España ha generado la oportunidad de abordar a la población programas sociales asistencialistas y lejos de la línea de bienestar que marca la Unión Europea.

El gobierno de México, encuentra su origen en un contexto conocido; el hartazgo, la desilusión y la recurrente corrupción proveniente del sistema político. El desafío no superado del actual presidente de México era acabar con la inercia que por décadas fue el motor de una corrupción inherente al sistema. Hoy sabemos que la corrupción, el nepotismo y la impunidad son inherentes al sistema, no al partido ni quien ostenta el poder.

La sobreexposición del Presidente López Obrador en las llamadas mañaneras ha generado una amplia división entre la opinión pública, una sólida polarización y una constante apertura de frentes de confrontación con diversos sectores de la población.

Desde las estancias infantiles, la Guardia Nacional, el NAIM, el Tren Maya, la sociedad civil, el avión presidencial y los temas de debate que se abren día a día, la población observa con incertidumbre la falta de política pública pero la constante campaña que discursivamente no cesa.

Las afirmaciones, descalificaciones, acusaciones, señalamientos y fricciones con la prensa, la ciudadanía y los liderazgos estratégicos de la vida nacional mexicana, hacen más complejo el escenario público.

Y el panorama se ha tornado más complejo con los más de 70 mil muertos por Covid-19, la creciente ola de violencia en el país, el desempleo desmedido y con instituciones frágiles que luchan por sobrevivir.

El resultado de las elecciones en Estados Unidos agregará un componente de complejidad al escenario nacional pues el grado de compromiso adquirido con Trump pone a México en una postura débil para la negociación.

El gobierno aparentemente de izquierda hoy busca callar los reclamos y cuestionamientos de una sociedad desgastada, que ante la falta de opciones, de proyectos viables y de liderazgos auténticos, puede caer nuevamente en la trampa del “es mejor malo por conocido, que bueno por conocer.”

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