Por: Juan Pablo Robert

Después de casi 22 años, Apple anunció recientemente que descontinuará la fabricación del iPod, un producto que completamente revolucionó la industria musical. La disrupción creada por el dispositivo provino principalmente de la flexibilidad y libertad que dio a los usuarios para consumir o acceder a la música. En su momento, esta libertad de elección también provocó  una enorme diversificación en el menú de opciones que los consumidores obtuvieron para acceder a esa variedad de contenidos musicales. De pronto, para el usuario ya no fue necesario comprar todo el disco compacto con el objetivo de adquirir la única canción en la cual estaba interesado, sino descargarla. En un abrir y cerrar de ojos, los mixtapes (recopilación de canciones en un cassette) dejaron de limitarse a la capacidad de tiempo en la cinta y se convirtieron en listas de reproducción infinitas. Tiempo después ya no fue necesario comprar las canciones, sino pagar un servicio por acceso a interminables librerías de música. Esa disrupción en la industria musical, la estamos viviendo de manera similar con la creciente oferta de servicios de streaming de video, en particular aquellos enfocados al cine y la televisión.

El crecimiento de este mercado no es para menos; de acuerdo con un análisis de Statista, se estima que para 2023 en América Latina habrá 317.9 millones de espectadores de video digital, una tendencia que viene creciendo de manera sostenida desde 2019 y que se mantendrá a medida que más personas eligen ver sus contenidos preferidos en las TV conectadas a internet y plataformas como YouTube. 

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Un estudio de la consultora Fact.MR estima que el mercado de streaming de video a nivel mundial, sin contar las transmisiones en vivo por internet, registrará un valor económico superior a los 241 mil millones de dólares en los siguientes diez años (2022-2032) al mantener un ritmo de crecimiento anual sostenido de 13 puntos porcentuales. Una cifra nada despreciable que se encuentra entre el PIB del 2020 de Chile y Portugal. 

México no es la excepción, un análisis del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en los últimos cuatro años, mostró que el monto generado por las plataformas de contenido audiovisual por internet, definidos como los OTT, se triplicó al pasar de menos 899 millones de dólares a casi 1,900 millones de dólares.

La disrupción del streaming en video ha reconfigurado por completo la manera en la que los consumidores conciben conceptos como el cine y la televisión, algo particularmente notorio en las nuevas generaciones. Morning Consult detectó que si bien 57% de los Gen Z se sienten cómodos yendo al cine, más del 70% de ellos citó la capacidad de ver películas nuevas en servicios de streaming o bajo demanda, como uno de los factores principales para suscribirse a este tipo de plataformas.

Esa efervescencia y enorme oportunidad en el mercado, hoy se ha convertido en un péndulo, que por un lado ha dado nacimiento a la mejor época en la historia del entretenimiento televisivo, y por el otro, ha creado una competencia por conquistar y mantener usuarios suscritos, que ha sido nombrada como la guerra del streaming en la cual los jugadores del sector tienen el gran reto de encontrar y conquistar al consumidor mucho más allá de precios o número de contenidos disponibles en sus plataformas. 

Ante la gran paradoja de la elección que hoy están experimentando los consumidores, donde la cantidad de opciones puede paralizarlos al tomar una decisión de suscribirse a un nuevo servicio de streaming, la curaduría del contenido, la interacción y la capacidad para crear comunidades masivas alrededor de las licencias de contenido, se ha vuelto más indispensable que nunca.

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En este caso, las plataformas de video abiertas, aunque de primera instancia podrían percibirse como un competidor más, en realidad representan un motor de crecimiento al fungir como plataformas de promoción y distribución, de acuerdo a un reciente estudio de Google elaborado por Nielsen. Prueba de ello es la correlación de 95% que existe entre los usuarios de YouTube que ven contenidos bajo demanda relacionados con la TV y el cine y los usuarios que se suscriben o utilizan servicios de streaming. El estudio también muestra que 60% de los usuarios que ven este tipo de videos en plataformas como YouTube han descubierto nuevas series o películas, y uno de cada tres confirmó suscribirse a un servicio de streaming tras haber visto algún tipo de contenido relacionado.

A la hora de suscribirse a un servicio de streaming, las razones principales que impulsan el interés del consumidor son: la existencia de un canal que presenta y transmite material curado de la programación disponible en el servicio (43%); una biblioteca gratuita disponible en YouTube (46%); la posibilidad de ver el primer episodio gratis de una temporada actual (41%) o materiales adicionales como extras, especiales y detalles de los detrás de escena.

Así como la tecnología ha permitido que crezca la oferta de los servicios de streaming, también ha provocado que estos servicios encuentren más desafiante sobresalir en la guerra por la atención y preferencia de los usuarios.El horario estelar ahora es personal,  la tecnología le ha dado al usuario no solo la libertad y flexibilidad de consumir el contenido en video cuando ellos así lo desean, sino el poder de elegir qué desean ver.

Las creencias profundamente arraigadas son realmente difíciles de cambiar, especialmente cuando la mayoría de los servicios OTT disponibles en el mercado han evolucionado desde la televisión lineal; pero este análisis nos enseña que más allá de competir, las plataformas abiertas de video son herramientas muy poderosas de promoción, en este joven y creciente mercado de las plataformas de streaming.

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Contacto:

Juan Pablo Robert, Gerente de Alianzas Estratégicas de Medios de Comunicación  para YouTube Latinoamérica

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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