Antes del estallido inesperado de la pandemia, las instituciones financieras mundiales estaban inmersas en un intenso proceso transformador. Dicho proceso estaba impulsado por el desarrollo tecnológico y por el creciente número de nuevos competidores que estaban accediendo al mercado con modelos de negocio disruptivos y muy apoyados en las nuevas tecnologías. La banca tradicional se estaba reinventando a marchas forzadas para poder competir con todas estas nuevas entidades y al mismo tiempo miraba con gran preocupación a otros actores que, si bien todavía no acababan de irrumpir con fuerza en el mercado financiero, si se dejaban sentir como temibles enemigos. En este último caso me estoy refiriendo a empresas como Google, Amazon, Facebook o Apple por poner los ejemplos más conocidos.

La aparición de la pandemia en escena ha supuesto que las empresas en general y las instituciones financieras en particular, hayan tenido que readaptar sus modelos de negocio aceleradamente en estos últimos meses. Aunque el fin de la enfermedad es todavía incierto, sí que se empiezan a vislumbrar ya una serie de tendencias o directrices en las instituciones financieras internacionales que parece se convertirán en permanentes o al menos que tendrán una duración extensa una vez que el coronavirus deje de atormentarnos como ha venido ocurriendo hasta la fecha.

La primera tendencia que se observa es que las instituciones financieras deberían convivir en los próximos años con tipos de interés que serán muy bajos. Este fenómeno será global y ocurrirá con todas las grandes divisas del planeta, es decir, el dólar, el euro, el Yen, la libra esterlina, el franco suizo, la corona danesa o el dólar canadiense cuyos tipos de interés serán o bien negativos o próximos a cero. En otras divisas como las de México, Turquía o Brasil, si bien sus tipos de interés serán superiores a los anteriormente enumerados, todo hace pensar que serán notablemente más bajos que los niveles que tenían hace muy poco tiempo.

Estos bajos tipos de interés inevitablemente erosionarán la rentabilidad de las instituciones financieras. A día de hoy nada hace pensar que estos bajísimos tipos de interés marcados por los Bancos Centrales vayan a modificarse en el corto plazo y es que la recesión económica mundial que se avecina hará necesario que todos los gobiernos se embarquen en ambiciosos programas de estímulo de acuerdo a sus posibilidades. Estas políticas expansivas aumentarán aún más el endeudamiento global. Un endeudamiento que ya antes de la pandemia alcanzaba cotas preocupantes.

La merma de rentabilidad de las instituciones financieras será mucho más significativa en aquellos países en los que más bruscamente se hayan reducido los tipos de interés en estos últimos meses. Este es el caso de México que ha disminuido sus tipos desde el 8 al 4,5% en apenas un año.

Para compensar este fenómeno, las entidades estarán tentadas a repercutir vía comisiones esta caída del negocio ordinario. No les será sencillo, especialmente si la presión competitiva de las Fintech continúa en aumento como es previsible que ocurra. Hay que tener en cuenta que las Fintech cuentan con una estructura de costes muy reducida en comparación con la de los bancos tradicionales y además tienen una base tecnológica potente y de nacimiento, lo que les permite ofertar sus productos a precios muy competitivos. En la medida que estas empresas sean capaces de posicionarse en el mercado y ganarse la confianza de los clientes, el aumento de las comisiones bancarias por parte de la banca tradicional será mucho más dificultosa.

En segundo lugar, la pandemia supondrá un poderoso catalizador para las instituciones financieras en lo que a la migración acelerada de procesos y servicios digitales se refiere.  La digitalización de los pagos y de los servicios se extenderá de forma acelerada en los próximos meses y muchos de los hábitos que hoy se están produciendo quedarán asentados definitivamente en el ecosistema financiero. Aquellas entidades que no se adapten rápidamente a estos cambios o que lo hagan de forma deficiente serán expulsadas del mercado.

En tercer lugar, todas las sociedades reclaman cada vez más a las entidades financieras un mayor compromiso con los territorios en los que realizan sus negocios. Conscientes de esta exigencia cada vez son más las entidades financieras a nivel global que están ofreciendo aplazamientos en los pagos por prestamos o hipotecas, sin que por ello los clientes tengan que pagar unas comisiones elevadas o incluso están concediendo nueva financiación, aunque el riesgo que asuman con la operación sea más elevado en comparación con los estándares previos a la crisis sanitaria. Este hecho, junto con el incremento de mora derivada de la crisis, indudablemente impactará en su cuenta de resultados.

Además, los clientes de las instituciones financieras cada vez mostrarán un mayor interés en conocer en que se invierten sus depósitos o sus participaciones en fondos de inversión o de pensiones. El cliente del futuro no se conformará únicamente con obtener una rentabilidad por sus ahorros, sino que exigirá que su institución financiera les detalle su destino y que están exactamente financiando con ellos. Cada vez son más las instituciones financieras mundiales que están comprometidas con esta práctica y su desarrollo se presenta como imparable.

En definitiva, la irrupción del coronavirus no ha hecho más que acelerar y consolidar tendencias previas. Esta aceleración exigirá a las entidades financieras mayor celeridad en los cambios y una rápida implantación del nuevo modelo. Dicha necesidad debería penalizar a las organizaciones más grandes y burocráticas y sobre todo a aquellas que no asuman que la digitalización de todo el negocio financiero no es una necesidad transitoria que sirva para sortear la crisis del coronavirus con mayor o menor brillantez, sino que es una realidad que ha venido para permanecer.

Contacto:

LinkedIn: Máximo Santos Miranda Ph.D.

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