Un gobierno desinfor­mado difícilmente puede gobernar, debido a que la información es la herramienta más poderosa para la planeación y la toma de decisiones. Nuestra administración federal parece no tenerla. Es como si se enterara de lo que acontece en los estados de la República mucho después de lo que es necesario, hasta que las cosas revientan. Algunos medios que hacen investigación, e incluso los ciudada­nos de a pie descubren y reportan lo que ocurre, mucho antes de que las diferentes dependencias responsa­bles de ello lo hagan. Hay cientos o miles de casos que nos permiten inferir que las líneas de investi­gación, comunicación y acción al interior del gobierno y sus oficinas no funcionan. Tan sólo en el tema de la rampante corrupción en algunos gobiernos estatales, la administra­ción federal ha sido la última en enterarse: el SAT y la PGR comien­zan sus investigaciones, en docenas de casos, sólo después de que las pruebas de corrupción han surgido por otros medios. Es increíble que el mismo pre­sidente o el secretario de Goberna­ción se muestren sorprendidos del saqueo y de los casos tan inverosí­miles (y, a la vez, evidentes) que han ocurrido en Veracruz, Zacatecas, Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas, Nuevo León, Sonora, Sinaloa y Coahuila, entre otros. Miles de empresas fantasma, así como muchos otros esquemas de la­vado de dinero y desvío de recursos, han operado por varios años, pero sólo recientemente las instancias responsables del tema han comen­zado a actuar, y lo han hecho a medias tintas, sin resultados claros al momento. Sin duda alguna, éste es el gobierno más desinformado que ha existido en la historia de nuestro país; y un gobierno así, difícilmente funciona. Además, cuando algunas instancias del Estado, como la Au­ditoría Superior de la Federación, se lo hacen saber, el poder ejecutivo hace caso omiso. El gobierno federal tiene depen­dencias estatales prácticamente de todas las secretarías en todas las entidades de la República, y me pregunto: ¿no informan de lo que sucede en los estados a los subse­cretarios o secretarios? Los candidatos a presidente de la República tendrán que tomar muy en serio esta situación y proponer al electorado una nueva forma de estructurar los brazos del gobierno federal que se extienden a los estados, para estar mucho más informados y detectar potenciales construcciones de andamiajes de corrupción antes de que éstas drenen los estados. Si el próximo presidente de nuestro país opera desde la desinformación, como lo está haciendo el actual, esta nación no resistirá más y colapsará, tal como está pasando con dos institu­ciones del Estado: Pemex y el IMSS, que están al borde de la implosión. ¿También en estos casos el gobierno federal ha estado desinformado? Hoy es más fácil hacer labores de inteligencia; los datos están en el aire, en las computadoras, en los registros de transacciones bancarias, en las notarías, en las cuentas per­sonales de los gobernadores, en las fotos de los viajes que sus familiares publican en las redes sociales y en los bienes materiales que presumen con todo desparpajo. Hoy es imperdonable un go­bierno desinformado que tiene un presupuesto billonario para eso. No puedo creer que el gobierno federal no sepa dónde se esconde Javier Duarte, ni que ignorara que, a lo largo de varios años, se desvia­ron miles de millones de pesos de varios estados de la República y que éstos no llegaban a los agricultores, ganaderos, estudiantes, indígenas, pequeños comerciantes, ancianos y enfermos a los que iban destinados. Me pregunto: ¿en realidad es po­sible tanta ingenuidad y desinforma­ción? ¿Se puede operar a ciegas? ¿No saben nada… o lo saben todo y no hacen nada al respecto? No sé cuál de las dos condiciones sería peor: la ingenuidad de un gobierno, o su in­capacidad operativa y de acción, aun con información en la mano.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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