Llegó septiembre con la terrible cifra de 70 mil personas fallecidas por Covid-19 en México. Por desgracia, no hemos tocado fondo y no lo haremos porque no existe la voluntad de corregir lo que se hizo y lo que se hace mal.

Hace una semana, seis ex secretarios de Salud presentaron un estudio sobre la pandemia y fueron descalificados de inmediato. Ni necesidad de leer el documento tuvieron los estrategas de la 4T.

Se llegó al extremo de la mofa. El jefe de la estrategia contra el Covid-19, Hugo López Gatell se creé dueño de la verdad, y esto ha significado una obstrucción en la búsqueda de alternativas al desastre.  ¿De verdad se puede menospreciar a quienes han tenido responsabilidades públicas de alto nivel y cuentan con una preparación irreprochable? ¿Es sensato negar la evidencia que proporcionan quienes sí dieron buenos resultados en el pasado?

La crisis era una oportunidad, al menos en lo que respecta a la restauración de la discusión pública y a los acuerdos que se pudieron forjar desde la pluralidad, para lograr el impulso de lo que son objetivos nacionales.

Se prefirió la ruta de la confrontación, la descalificación del adversario como uno de los ejes de la narrativa de gobierno.

Esto se advierte día con día y no augura nada bueno, porque restaurar las condiciones de convivencia siempre es más difícil que dinamitarlas.

Ahora vendrá la ceremonia del Grito, con la plaza del Zócalo sin tumultos, y con la carga de muerte que azota al país. ¿Es necesario? ¿No habría sido mejor guardar silencio, demostrar empatía con las víctimas y sus familias? No es fácil la decisión, es verdad, porque la fecha también es una posibilidad constructiva. ¿Será así? Lo dudo.  

Lo que se deduce, en cambio, es que el poder político va por un lado y la ciudadanía por otro. A pesar de los márgenes de aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador, el paso de estos 21 meses sin reposo, van dejando huellas que provienen, sobre todo, de tres crisis simultáneas: Salud, seguridad y economía. Cada una de ellas tiene altas posibilidades destructivas, pero juntas son acaso incontenibles.

Días extraños en uno de los septiembres más tristes, y ya sabemos lo que suele deparar este mes: temblores, inundaciones y ahora la persistencia de un virus que estará mucho tiempo entre nosotros.

México está de luto, y más vale asumirlo porque es una cuestión de salud pública. Las miles de familias rotas, los anhelos destruidos, los estragos económicos y el desánimo van permeando nuestro presente como una marca.

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