Por: Luis Javier Álvarez Alfeirán*  

Los turbulentos tiempos que corren ante la pandemia del Coronavirus, –como quizás no se había visto en esta generación–, amenaza no sólo la salud sino también la economía global. Ni siquiera ante la epidemia del H1N1 las naciones del mundo habían tomado las medidas que hoy se adoptan. La cancelación de conexiones aéreas entre naciones e incluso regiones como es el caso de Estados Unidos y la Unión Europea sacude el panorama económico del mundo entero. Las bolsas de valores presentan caídas como no se veían en décadas, la volatilidad cambiaria y aunado a esto, la caída de los precios del petróleo, ponen en riesgo a muchas naciones.

Es verdad que la emergencia médica que representa el virus y, en consecuencia, el reto a los sistemas de salud públicos y privados es evidente e innegable y son muchas las medidas de prevención que deben tomarse para enfrentarla, pero una pandemia adicional se ha sumado en todo este meollo, la sobre comunicación que ha hecho cundir el pánico entre gobernantes y ciudadanos. La incertidumbre ante las causas y consecuencias del virus sumado a la red global de información formal e informal que se mezcla entre la veracidad y el alarmismo ha colocado en un estado de nerviosismo exacerbado a todos por igual.

El ser humano, a lo largo de su historia ha sufrido este tipo de emergencias, muchas de ellas han causado un número significativo de muertos; desde la más importante hasta ahora conocida; la peste negra, que se calcula que arrasó con más de 25 millones de vidas en Europa entre 1347 y 1353 hasta la más reciente influenza del 2009 y 2010 que acabó con la vida de no más de 600,000 personas, lo que representa un nivel global de mortalidad relativamente bajo.

La híper-conectividad es quizás el mayor riesgo de esta pandemia. La enfermedad ha cobrado vidas humanas y por ello la importancia de la emergencia, tampoco la afectación a las economías puede dejar de verse, entre ellas, el turismo, es una de las actividades más afectadas. Poco podemos saber actualmente del impacto real en la economía turística, pero basta ver el Top5 de destinos turísticos para encontrarnos que entre ellos están China, Italia, España, Francia y los Estados Unidos, primero, segundo, quinto, séptimo y octavo respectivamente en número de contagios. Las repercusiones económicas están aún por cuantificarse, pero se anticipan muy graves; se calcula una caída de entre el 20 y el 25% en la actividad y una posible pérdida de más de 50 millones de empleos a nivel mundial cuando aún falta conocer el desarrollo de la enfermedad y las políticas adoptadas para enfréntalo en muchos países.

No es casualidad que los países con más viajeros sean los más contagiados, el impacto de los viajes es evidente pues la enfermedad se propaga a través del contacto personal. El mundo superará y saldrá avante de esta emergencia sanitaria, las economías se repondrán con el tiempo, la confianza crecerá de nuevo, el abasto y el comercio retomarán su curso normal de operaciones, así lo ha dictado la historia y lo seguirá haciendo, pero nos queda un mensaje adicional, que el turismo no es sólo una industria que genera miles de millones de dólares a las distintas economías, el turismo no es sólo una estadística de relación entre viajeros y gasto promedio, no es sólo un motor económico global; el turismo es sobre todo y ante todo una comunidad interconectada entre sí de personas de distintas culturas y procedencias que buscan relacionarse para compartir intereses afines, negocios o experiencias pero que ante todo comparten su humanidad en todas sus proporciones, el Covid19 lo ha hecho evidente pero el mundo no debe dejar de olvidarlo.

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