La propuesta del presidente López Obrador de conformar un comité, en el que participen el primer ministro de India, Narendra Modi, el Papa Francisco y el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, para propiciar una tregua de cinco años en Ucrania, se lanzó en el peor momento.  

El canciller, Marcelo Ebrard tendrá que llevar la propuesta a la propia ONU y el asunto no pasará de ahí, pero puede generar una distancia todavía más profunda en lo que se refiere a Ucrania, a su gobierno e inclusive a las democracias occidentales. 

Es poco probable que se haya consultado a los aludidos sobre las posibilidades de integrarse a un grupo de esas características y en un momento de polarización. El gobierno de México en este momento, no es referente alguno en esa región del mundo, ni ha generado una política internacional que establezca credenciales para alzarse como salvador del momento. 

Es evidente que no tuvo contacto previo con funcionarios del gobierno de Voldimir Zelenski, ya que, Mijailo Podoliak, el jefe de oficina fue muy enérgico al condenar la idea y la colocó como un respaldo a Rusia y no un apoyo a quienes sufrieron la invasión.  

Esto es quizá lo más delicado, porque puede ser percibido como un alineamiento, aunque sea involuntario, un guiño hacia Moscú en sus peores momentos, dándole tiempo para el rearme y para ajustar sus prioridades. 

El propio López Obrador señaló que es “una vulgaridad” pensar semejante cuestión y que más bien proviene de quienes sí respaldan a una de las partes en el conflicto. 

A López Obrador no le importan las consultas previas, como ya lo ha demostrado en sus propuestas para las embajadas en diversos países, pero aquí se trata de dos jefes de estado y de un diplomático que tiene que lidiar, precisamente, con la complejidad del momento.  

La coyuntura no es nada adecuada, porque el ejército ucraniano está desplegando una ofensiva que le ha hecho recuperar territorios. Vladimir Putin enfrenta cada vez más presiones internacionales y en panorama local se le complican las cosas, porque la acción militar que anunció como breve, se va prolongando y los destrozos no solo se padecen en Kiev, sino también en Moscú. 

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Pero, además, horas antes del discurso del presidente López Obrador, que por necesidad se ató a los festejos de la Independencia, se descubrió en Izioum, al este de Ucrania, una fosa con 400 cadáveres. Las autoridades ucranianas, que se ocupan de la búsqueda de personas desaparecidas, han dicho que se trata de una acción rusa y que los cuerpos tienen huellas de tortura y que además una cantidad nada despreciable es de niños. 

El gobernador regional, Oleg Synegoubov señaló que el 99 por ciento de los restos tiene signos de muerte violenta. El espanto de la guerra.

Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea condenó “las atrocidades en los términos más fuertes” y añadió que “Rusia, sus dirigentes políticos y todas las personas implicadas en las violaciones sistemáticas al derecho internacional y humanitario en Ucrania, deberán rendir cuentas”.

Pero eso no es todo. Joe Biden advirtió a Rusia que el uso de armas químicas será inaceptable y que se responderá de una manera contundente. Estados Unidos puede estar utilizando un discurso disuasivo, pero también hay posibilidades de que los amagos del presidente norteamericano provengan de evidencia de un ataque de ese tipo. 

Y como colofón de semanas pésimas para Moscú, está la indagatoria sobre supuestos financiamientos, por alrededor de 300 millones de dólares que habría dispersado en Kremlin, para favorecer a partidos políticos afines en todo el mundo, una revelación que, de confirmarse y detallarse, puede ser explosiva. 

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