Por Ivette Estrada*

En todas las personas existe un espíritu lúdico que nos inclina a jugar, divertirnos y explorar mundos fantásticos, nos lleva a crear símbolos, explorar el mundo y a generar inventos de toda índole.

Ahora, las empresas retoman los juegos para crear sentido de pertenencia en las organizaciones, desplegar al máximo el potencial productivo y creativo, conformar nuevos productos y servicios e incluso mejorar los procesos de producción y distribución. El juego es el motor en la Era del conocimiento que vivimos.

En la psicología positiva se descubre que el ser humano “fluye” cuando está totalmente inmerso en lo que hace y se olvida de todo lo demás. Ese encuentro entre situación, atención y motivación que algunos llaman la meditación permanente, da como resultado una especie de armonía productiva o estado óptimo del ser. Lo más sorprendente es que ese estado se logra cuando uno se siente más feliz.

Y aquí aparece el juego, que asume el rol de que cada persona devele lo más significativo y productivo para ella, que logre “fluir” y conectarse con la actividad que realiza en ese instante, que se comprometa con su labor totalmente, porque su imaginación está en el aquí y ahora. El juego es el mindfulness o atención plena.

En las organizaciones donde se impulsan las actividades lúdicas como parte de la cultura organizacional, la productividad asciende al menos en 37% y la creatividad rebasa el 200%. Pero existen otros beneficios donde el juego paga: reducción del 80% en accidentes laborales, mejora de los trabajos en equipo en 36%, autoestima de los colaboradores en 200% ..

Hace un par de meses mientras compartía con mis compañeras y compañeros de LEGO® Learning Through Play Ambassadors en equipo con Casper Aarlit Jensen, surgió el tema de la definición que Google arroja al teclear la palabra “Play” o “Jugar” y cito textualmente: “Involucrarse en una actividad con el objetivo de divertirse o entretenerse más que con un propósito serio y práctico”.  ¿lo anterior quiere decir que si jugamos no estamos haciendo las cosas en serio o que sólo se juega para perder el tiempo?. Supongo que para muchos la respuesta será obvia.

Pero ¿no que los negocios eran cosa seria? La seriedad no es sinónimo de rutina tortuosa, aburrimiento o fastidio. Los negocios se pueden entender desde la perspectiva de un juego. El éxito en los mismos exige un pensamiento profundo e imaginativo, y cuanto mayor sea el disfrute de quien los lidera, más alta la fluidez y mejor su desempeño. De igual manera, a todos los asuntos que llenan nuestra vida podemos darles un enfoque lúdico. El hecho de jugar con lo que parece serio no menoscaba la actividad ni la autoridad; por el contrario, la llena de sentido, aumenta el placer de su realización y, sin duda, maximiza la eficiencia y el desempeño de la misma.

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En las áreas de capacitación y desarrollo se encuentran campos fértiles para introducir a las organizaciones en la cultura lúdica. Esto parte de una certeza pedagógica: jugar es la mejor forma de aprender. Así, las empresas mejor posicionadas en sus mercados y con mejores reputaciones emplean sistemáticamente los juegos de aprendizaje.

Tomemos por ejemplo los juegos cooperativos en la cual los participantes no “compiten”, sino que colaboran para conseguir un objetivo común. El resultado es una serie de estructuras, estrategias, recompensas, coaliciones y consecuencias que serán incorporadas a cada “jugador” con base en su propio contexto. ¿podemos imaginar ya el poder del juego? 

Los procesos de inducción suelen incluir juegos para comunicar la cultura corporativa y dar los lineamientos generales del puesto a desarrollar. En las áreas de Talento o Recursos Humanos se emplea el juego como estrategia para fomentar el buen ambiente de trabajo, motivar a los empleados e incentivar la creatividad. Otro ámbito donde los procesos lúdicos se desarrollan ahora plenamente es en la comunicación y la mercadotecnia pero estoy seguro de que ya estamos pensando cómo lo podríamos hacer en cualquier responsabilidad que tengamos en nuestras organizaciones.

La fidelización de clientes, fortalecimiento de la imagen de marca, generación de ventas o incorporar nuevos seguidores a los perfiles en redes sociales son algunas metas que se allanan con el juego.

Ejemplifiquemos con una meta generalizada: mejorar el posicionamiento web (SEO) en el buscador de Google. Un juego online con el cliente aumenta el número de interacciones, incentiva las visitas al sitio web o las redes sociales. El interés que genere incidirá en el posicionamiento de la empresa en el ranking de Google.

No sólo eso. También permite incrementar las interacciones con los clientes. La finalidad del juego es generar un diálogo con los usuarios de la marca. Esto para que los consumidores aumenten la confianza en la marca y simultáneamente las compañías conozcan las necesidades y expectativas de sus clientes.

Dada la trascendencia del juego, no puede implementarse sin establecer lo que se pretende lograr con el juego y cómo realizarlo. Es decir, prever objetivos, procesos y resultados. Para ello es conveniente clarificar cuál es el público meta al que queremos impactar. Esto determinará qué tipo de juego implementar, cómo lograr interacciones atractivas e incluso cuál será la recompensa. ¿Podríamos replicar este mismo ejemplo de cara a nuestros equipo de trabajo?

El juego es cosa seria, porque conecta a las personas con su mejor “yo”, toca nuestras fibras más sensibles y asegura un aprendizaje significativo.

  Contacto: Correo: [email protected]   *La autora es periodista y conferencista.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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