¿Será verdad que las mujeres muestran más o menos pierna según sea la situación macroeconómica?     Existe un parámetro extravagante que hace una analogía curiosa para anticipar los movimientos de la economía mundial: el Índice Hemline. Este indicador relaciona el largo de las faldas con los tiempos de crisis y de bonanza, y a partir del ancho del dobladillo hace pronósticos. Entonces, en épocas de depresión, la falda se alarga, y en las de crecimiento, la falda se acorta. ¿Será verdad que las mujeres mostramos más o menos pierna de acuerdo con la situación macroeconómica? Es interesante. Para el economista George Taylor, profesor de la Universidad de Wharton, la tendencia económica se puede predecir por medio de la moda y del largo de la falda. Según su Hemline Index, si sube la bastilla de la prenda, el mundo vivirá una tendencia alcista; si la baja, bajarán las expectativas de crecimiento y la actividad económica. Parece una ocurrencia. Sin embargo existe una simpática correlación entre el largo de la alforza y los resultados económicos. Puede ser una coincidencia, pero la historia parece ratificar la teoría de Taylor. En la década de los veinte, el mundo vivía años con tranquilidad económica. Los vestidos se llevaban a la rodilla; era la época dorada de la moda, en la que imperaban los vestidos sueltos, las faldas tipo charleston, altura Chanel, flequillos y cortes lineales y simples. La crisis del 29 no sólo precipitó las bolsas de valores; también el dobladillo llegó hasta el tobillo. En los tiempos de la Gran Depresión, las mujeres vestían faldas sencillas de cortes minimalistas, prácticamente sin adornos. Las prendas eran entalladas pero largas. Las piernas femeninas se ocultaron para mayor tristeza de los varones, quienes se quedaron quebrados y sin alicientes visuales. En los sesenta, las grandes guerras ya habían concluido y las restauraciones eran evidentes, la paz mundial sembró optimismo y recuperación. El ánimo, las bolsas y el dobladillo subieron. La felicidad y el entusiasmo se reflejaron en las calles, en las cifras económicas y en la moda. En los sesenta nació la minifalda. Se rompieron cánones sociales y récords de crecimiento. Vietnam, los movimientos estudiantiles, las protestas y la intranquilidad asustaron a la humanidad; 1968 fue un año convulso. Las bolsas de valores, sensibles al entorno, se desplomaron, y el largo de los vestidos también. El movimiento hippie apostó por faldas que rozaban el piso. Los inicios de la década de los setenta traen palabras novedosas al vocabulario, tales como devaluación, inflación y crisis. En los ochenta, la tendencia neoliberal trae bonanza económica; los movimientos punk y new age elevan el dobladillo de la falda. El volumen de las prendas, la estridencia de los colores y la poca tela utilizada para confeccionar faldas concuerdan con las tendencias de las bolsas de valores, que subieron sus índices a niveles históricos. El crack de finales de los ochenta, no tan intenso como la crisis de los veinte, baja el dobladillo a media pierna. Se deja ver un poco de pantorrilla, hasta que el minimalismo de los noventa eleva las bolsas y el alto de la falda. A principios del siglo XXI, los diseñadores apostaron por cortes con faldas largas y amplias. La comodidad era el estilo reinante y las bolsas eran cautelosas ante las amenazas del Y2K. Era preciso ser prudentes para recibir el milenio. Hoy vemos por las calles faldas cortas, con o sin vuelo; largas, de lápiz, de cigarro, y amplias y largas. Hay evocaciones a las divas de Hollywood, pero se puede ver también ropa cómoda y sin pretensiones. Igual en la economía, hay pronósticos fatalistas con respecto a Norteamérica y la zona euro, mientras a América Latina parece irle mejor en las tendencias. ¿Qué tan larga queremos usar la falda? ¿Hay que hacerle caso al señor Taylor y subir el dobladillo? ¿Le hacemos caso a la liga de la decencia y asumimos que al bajar el dobladillo puede bajar la bolsa? ¿Tenemos el poder de pronosticar la economía con el largo de la falda? Según el Índice Hemline, sí. Aunque… mejor le hacemos caso al espejo, digo yo. Sin embargo es innegable la simpática correlación entre el mundo de la moda y la economía. ¿Será una casualidad o una constante?   Contacto: Correo: [email protected] Twitter Blog     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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