Esta nota fue publicada originalmente el 30 de julio de 2018 Dongguan, China. A 40 kilómetros de sus cuarteles generales en la ciudad de Shenzhen, se encuentra la cuna de todos los smartphones de Huawei, un lugar al que los medios —y sus cámaras—difícilmente tienen acceso y cuyo hito es producir un smartphone cada 28 segundos. La fachada aparenta resguardar una producción como cualquier otra; pero, la manufactura del tercer proveedor de teléfonos móviles a nivel mundial está lejos de ser lo que viene a la cabeza cuando se piensa en una fabricación “hecha en China”. Detrás de esos muros no se encuentran cientos de trabajadores ensamblando piezas en serie, tampoco hay ruido de maquinaria pesada. En su lugar, hay una línea de manufactura altamente automatizada, que más que una producción en masa, luce como un laboratorio donde la atención al detalle lo es todo.

Cada línea de producción puede adaptarse para crear distintos modelos. “Emily”, bautizada por los empleados, construye el más reciente lanzamiento de Huawei: el P20. Foto cortesía Huawei.

Cubiertos con trajes antiestáticos, libres de celulares y objetos de metal, los trabajadores cruzan una detector de seguridad para adentrarse al sitio en el que cada 28.1 segundos un nuevo teléfono sale del horno. Y es que la manufactura de los smartphones de la firma china no se caracteriza por un ritmo acelerado. En total transcurren 1.8 días desde el ensamblado de la tarjeta madre hasta el sellado del empaque con el producto final. Cerca del 80% de éste proceso se centra en exhaustivos controles de calidad; y con al menos una revisión en cada bloque de la cadena, la firma es capaz de distinguir exactamente en dónde se genera la falla del 1.5% de los teléfonos que no pasan el control de calidad como producto terminado.

“Trabajamos ocho horas diarias”, asegura la guía de la visita, quien agrega que cada dos horas detienen sus labores para descansar durante 20 minutos. Foto cortesía Huawei.

Máquinas, personas y robots Aunque solo hay 20 operadores trabajando en cada línea de producción, el factor humano aún es clave en la cadena: las pruebas relacionadas con la experiencia del usuario. “Los usuarios sabemos realmente cuando el producto está fallando. Es una tarea que no puede hacer una máquina”, asegura la guía de la visita. Un ejemplo es la funcionalidad del audio. Inmerso en una cabina de cristal para aislarse del ruido, casi nulo, de las facilidades, un operador hace una llamada con cada uno de los equipos. Los esfuerzos de investigación y desarrollo del gigante chino, que recibe el 15% de la inversión de sus ganancias totales, no solo se centra en la mejora e innovación de sus productos, sino en el desarrollo de tecnología para hacer aún más eficiente su manufactura.

A un costado de uno de los operadores se observa el robot asistente. Foto cortesía Huawei.

Una prueba de ello es el pequeño robot asistente que recorre sus instalaciones. Entre humanos y maquinaria, el robot creado por la propia marca realiza actividades como el abastecimiento de materiales y la recolección de productos terminados; además de hablar un mandarín fluido para pedir amablemente que no le obstruyan el paso. Con 153 millones de teléfonos vendidos en 2017, Huawei es el tercer fabricante de smartphones en el mundo, solo después de Samsung y Apple. En China ocupa el primer lugar con el 21% de la cuota de mercado.

 

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