El presidente Andrés Manuel López Obrador, no ha reconocido el triunfo del próximo presidente de los Estados Unidos John Biden, a pesar de que diversos gobiernos aliados y no aliados de ese país ya lo han hecho, además de que ya se han comenzado a instrumentar acciones en torno al inicio de la siguiente administración. El argumento del presidente, es que se debe esperar a que las autoridades validen la elección y se declare a un ganador, solo hasta ese momento habrá un reconocimiento oficial. 

El presidente recuerda los episodios en donde al perder la elección, los gobiernos de otros países reconocieron a sus contrincantes de manera inmediata, generándole malestar pues, bajo las leyes mexicanas, el proceso electoral aún no concluía. Por lo que no quiere hacer lo mismo, como deferencia a Donald Trump, pues ha iniciado acciones legales en diversos estados para revertir el resultado de la elección, lo que se ve completamente improbable. 

Lleva sus prejuicios al establecimiento de una relación que no es de él con Biden, sino de dos Estados que además de ser vecinos tienen una relación comercial intensa, problemas de seguridad, crimen y migración que no han sido resueltos, sin mencionar otros aspectos más que marcan el intercambio entre ambos.

El problema, es que el presidente ya planteó las condiciones de la relación con los Estados Unidos y con John Biden una vez que asuman la presidencia. Si bien es probable que no haya un reclamo o acciones de venganza en el contexto diplomático, si es un mensaje que establece la forma en que será la relación más adelante y del que el próximo gobierno de ese país ya ha tomado nota. Más aún cuando el mismo Trump si felicitó al presidente López Obrador en horas posteriores a la elección de 2018, o que el presidente mexicano si ha felicitado a otros mandatarios sin que haya concluido el proceso electoral en sus países. 

A menos de que haya alguna condición impuesta por Donald Trump que impida al presidente López Obrador reconocer el triunfo de Biden, como país estamos perdiendo no únicamente tiempo, sino la posibilidad de establecer mecanismos de comunicación para una relación que garantice en el futuro, por lo menos un trato más digno entre ambas naciones.

Dicho trato no ha sido únicamente aquel que dio Trump a México desde su primera campaña, sino también aquel que otros presidentes como el mismo Barak Obama construyó. No hay que olvidar que la relación entre Peña Nieto y Obama no fue la mejor, al grado de que la primera reunión que tuvieron solo duró 15 minutos y en la última le corrigieron la página al presidente mexicano cuando planteó su negativa a los gobiernos populistas. 

SI bien el reconocimiento de México a Biden no es relevante en comparación con el de otros países, si plantea mecanismos para una relación tersa. Si el hecho de no reconocerlo es para no incomodar a Trump en el tiempo que le queda en la presidencia y ante sus amagos de no ceder el poder, el mensaje hacia el futuro no es promisorio, incluido el remoto hecho de que Trump lograra revertir la elección. 

El panorama se complica más, cuando vemos que la presente administración no ha hecho esfuerzos por configurar otros aliados o áreas de influencia en el contexto internacional. Para ello las acciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores no son suficientes, si no se cuenta con la figura activa del presidente estableciendo esas relaciones y visitando países.

Finalmente, casos como el del general Cienfuegos muestran la desconfianza del gobierno norteamericano hacia el mexicano, a pesar de la “prudencia” del presidente López Obrador. Pero si esa desconfianza se buscaba remontar, definitivamente el o los periodos de Biden en la presidencia, serán años con no buenos presagios para la relación con México, como ha ocurrido en años anteriores. 

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Twitter: @aglopezm

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