La Reserva Federal estadounidense pavimentó el camino para la  salida de Stephen Harper y motivó un cambio en su vecino del norte. Entérate.   Por Steve Forbes La aplastante derrota del ministro canadiense Stephen Harper se debe, en parte, a una pequeña contribución de la Reserva Federal de Estados Unidos. Su oponente victorioso, Justin Trudeau, debe enviar una carta de amor a Janet Yellen y compañía. Un factor clave en la caída de Harper es el mal estado de la economía de Canadá, que ha experimentado un crecimiento negativo durante los últimos dos trimestres. La recesión terminó por expulsar brutalmente del poder a Harper y a su partido, que en elecciones anteriores habían argumentado ser grandes administradores de la economía. Miren lo bien que Canadá resistió el pánico de 2008-09 y comparen nuestras tasas de crecimiento con las de EU, Europa y Japón. Maravíllense con la fuerza del Loonie (el apodo cariñoso de Canadá para su moneda de un dólar) que compite de tú a tú con el otrora poderoso dólar estadounidense. ¡Vota por nosotros! El gobierno de Harper, efectivamente, hizo algunas cosas muy sensatas, incluyendo recortar el impuesto corporativo federal de Canadá –actualmente a un sexy 15%–, pero el combustible del cohete más potente de la economía fue el auge mundial de commodities. La abundancia de materias primas de Canadá convirtió al país en una verdadera fábrica de dinero. Australia y Brasil también pensaron que habían llegado a la tierra prometida del crecimiento perenne de la riqueza. Por desgracia, ese auge fantástico era falso. No se basó en el saludable juego de la oferta y la demanda, sino en la debilidad del dólar estadounidense. Debido a una cuestión de conveniencia, los productos vendidos a nivel mundial tienen un precio en dólares. En la década de 2000, la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos decidieron emprender una devaluación gradual del dólar para ayudar a sacar a EU de la recesión de 2000-2001 e impulsar las exportaciones estadounidenses. Cuando se debilita el dólar, se disparan los precios nominales de los productos básicos. Al igual que un virus en una computadora, un dólar débil corrompe la información del mercado. El aumento en los precios del petróleo, el cobre y otras materias primas llevó a la gente a creer que los proveedores no producían lo suficiente para satisfacer la demanda, y que la producción debía aumentar. La inversión en la minería y en la exploración y producción de petróleo se disparó. China y otros países cargaron sobre los inventarios previendo precios aún más altos y como una forma de asegurarse contra la escasez potencialmente paralizante. Beijing reforzó su presencia en África para asegurarse de tener acceso a los recursos naturales del continente. Todo el mundo se olvidó de que habíamos pasado por una experiencia similar en la década de 1970, la última vez que la Reserva Federal sacó al dólar de los carriles de la estabilidad. El petróleo, por ejemplo, subió de alrededor de 3 dólares por barril a casi 40. La gente asumió que la OPEP tenía poderes míticos para controlar los precios. Pero a principios de 1980 el presidente Ronald Reagan y el entonces jefe de la Fed Paul Volcker pusieron fin a la inflación imparable. El precio del petróleo cayó a 10 dólares antes de estabilizarse en un poco más de 20. Desde mediados de 1980 hasta principios de la última década el petróleo promedió un poco más de 21 dólares por barril, pero la Fed se portó mal otra vez y el barril de 100 dólares se considera la nueva norma. Pocos observadores vincularon la debilidad del dólar a lo que sucedía con las materias primas. A pesar del deseo devoto de la Fed por dar un impulso a la inflación, cometió errores después de 2012 que terminaron fortaleciendo al dólar. Esos errores, combinados con una economía mundial cada vez más problemática, derivaron en un aumento en la demanda de dólares, sobre todo con la perspectiva de mayores tasas de interés procedentes de la Reserva Federal. El fortalecimiento inesperado del dólar hizo lo contrario que su debilitamiento anterior: envió en picada a los precios de las materias primas. El temor de la Fed a aumentar las tasas de interés ha dado a  los commodities un respiro, pero era demasiado tarde para Stephen Harper, y nada pudo hacerse para ayudarle.

 

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