Lo que es cierto es que ambas dependencias quieren que el país crezca a cualquier costo, y han hecho una apuesta algo arriesgada.   El pasado viernes, la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) hizo un anuncio que sorprendió a propios y extraños, al reducir su objetivo de Tasa de Interés Interbancaria a un día, a 3.75 desde el 4%  en que se encontraba desde marzo pasado. Aunque el ajuste en sí mismo no era esperado, lo cierto es que se inscribe dentro de la nueva política que el banco central ha implementado, no por casualidad, desde la llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República. Ese giro de 180 grados se hizo patente desde el primer momento, y nos permite reconocer un hecho importante: la autonomía de Banxico, por supuesto, no significa su independencia de las lógicas del poder. Para su gobernador, sería un suicidio hacerlo. Recordemos lo que le ocurrió a Guillermo Ortiz Martínez, gobernador del Banco de México durante el primer trienio de Felipe Calderón y con quien tuvo abiertas diferencias que a la postre, le significaron tener que dejar el cargo ante quien se había desempeñado como secretario de Hacienda: Agustín Carstens. Esta dinámica que rebasa a los bancos centrales, desde luego no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, sino mundial. El ejemplo más representativo de esto en las economías avanzadas ocurrió en Japón. En 2012, el entrante primer ministro Shinzo Abe amenazó con quitarle la autonomía legal al banco central de su país si no garantizaba “ilimitada” impresión monetaria, y un objetivo de inflación de 2%. Meses más tarde, Abe logró imponer un nuevo gobernador del Banco de Japón afín a sus intereses. Regresando a México, el político Agustín Carstens, y en general la Junta de Gobierno del Instituto Central, marcó su alineación a las directrices de la nueva administración federal llegada el 1 de diciembre de 2012. Esto es evidente cuando comparamos lo que decía Banxico antes y después de la llegada de Peña Nieto a Los Pinos, y de Luis Videgaray a la silla de Hacienda. En noviembre de ese año, Banxico manejaba la posibilidad de “un ajuste al alza en la tasa de interés de referencia”. Menos de dos meses después, en enero de 2013, anticipaba ya que bajaría su tasa de interés de fondeo “para facilitar el ajuste de la economía a una situación de menor crecimiento económico y menor inflación.” Las casualidades no existen en política. En marzo se concretó dicha baja en el tipo de interés de referencia, y se supo que en la sesión en que la Junta de Gobierno decidió hacerlo, el “invitado de honor” fue nada menos que el mismo Luis Videgaray. En aquella ocasión Banxico aseguró que el recorte no representaba el inicio de un ciclo de bajas a la Tasa de Interés, pero de nuevo, algo pasó. ¿Qué fue? Que tanto el gobierno federal como Banxico entraron en pánico, ante algo que no escucharemos pronunciar pronto en ningún discurso oficial: ya estamos en recesión. Por eso el primero en celebrar el viernes el anuncio del banco central fue el propio Videgaray, que en su cuenta de Twitter escribió “La @SHCP_mx respalda plenamente la oportuna decisión de @Banxico de reducir de 4.0 a 3.75 su tasa de interés objetivo”. En el comunicado de prensa de Banxico, puede leerse entre líneas una aceptación tácita de la recesión, que habría comenzado con la contracción del sector industrial desde el tercer trimestre de 2012. Se refiere a ella también como un “debilitamiento” más rápido y profundo que lo anticipado, que atribuye a causas tanto externas como internas. El investigador de El Colegio de México, Gerardo Esquivel, escribió en su artículo “¿Estamos o no en recesión?” que: “De acuerdo a los propios datos y definiciones del INEGI, la recesión habría empezado a partir de junio/julio de 2012 y las cifras de abril de este año habrían confirmado que teníamos elementos suficientes para identificarla como tal.” El pánico no admitido de Hacienda y Banxico, queda expuesto. Como sea, lo que es cierto es que ambas dependencias quieren que el país crezca a cualquier costo, y han hecho una apuesta algo arriesgada. Aunque la decisión fue bien recibida por el mercado bursátil, el tipo de cambio y los rendimientos de los bonos mexicanos, se ve complicado que una baja de 0.25 puntos porcentuales tenga un impacto significativo en el impulso a la economía. Eso sí, como la postura del gobierno y de Banxico ya no es cuidar la inflación, que no les preocupa, lo que se pretende sin duda es que nuestra competitividad aumente a través de un tipo de cambio más depreciado. Eso algo positivo pues, con la llegada de capitales golondrinos, se tuvo una percepción falsa de fortaleza del “súper peso”. Ahora, los flujos de capital serán a la inversa. Entre las implicaciones de la decisión está también que el mercado bursátil y los bonos, luego de un alza temporal, continuarían la tendencia bajista que podría acentuarse una vez iniciado el eventual ataque estadounidense contra Siria. Pronto veremos los primeros resultados y hay que abrocharse los cinturones, porque la siguiente fase de la crisis global, está haciendo su arribo.   *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México. 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