Había que rascar en el pasado para desentrañar el origen de la relación que los mexicanos tienen con la riqueza. Y el reconocido historiador Lorenzo Meyer encontró algo: la falta de solidaridad de la sociedad, que viene desde tiempos coloniales.   Hablar de riqueza en México no es cosa fácil. Incluso, por la cabeza de quienes gustan del escepticismo y la sospecha, corre una teoría que sostiene que, detrás de una fortuna, hay un acto ilícito. Frente a eso, había que descifrar los resortes que se activan en el imaginario colectivo cuando el tema se pone sobre la mesa. Lorenzo Meyer ofrece una aproximación al respecto. ¿Por qué a los mexicanos les cuesta trabajo abordar el fenómeno de la riqueza? ¿De dónde viene esa raíz? No puedo dar una respuesta cabal, más bien propondría hipótesis que pueden luego comprobarse falsas. La riqueza en el México que ya podemos historiar parte del siglo XVI, luego del encuentro –o encontronazo– entre Europa y las poblaciones originales. En primer lugar, la riqueza se acumuló a base de una explotación y brutalidad que, ni siquiera para los estándares de la época, eran aceptables. Tan no era aceptable, que el padre Bartolomé de las Casas, cuando escribió “La destrucción de las Indias”, hizo uso de los valores y la ética dominante en España y denunció la acumulación de la riqueza. “El hombre más rico de México, en esa primera etapa, fue Hernán Cortés. ¿Cómo acumuló su gran propiedad, el Marquesado del Valle? A base de destruir lo que había, de esclavizar y de matanzas impresionantes. Ahí está, digamos, el pecado original de la riqueza mexicana. También, habría que decir que en la personalidad de los conquistadores había elementos positivos, ya que eran realmente emprendedores. Tenían iniciativa; sí, ¡vaya que la tenían! Con ese instrumento y otros (como la impresionante diferencia entre las dos civilizaciones), se cristaliza una sociedad injusta”. “Los 300 años de la Colonia fueron la introducción de México al mundo moderno, al mundo del capitalismo. Algo llama la atención: que Alexander Von Humboldt, uno de los pocos hombres más educados de la Europa de entonces, y quien llegara a principios del siglo XIX, se asombrara de esa distancia tan grande entre ricos y pobres”. “Sin embargo, también hay criollos en la cima, una franja de mestizos y una enorme base indígena, que a su vez tienen diferencias en su interior. Por ejemplo, la sociedad indígena no venía de la nada, también contaba con estructuras muy diferenciadas en donde había poderosos y gente sin poder”. “Años después, José María Morelos, a la hora de pensar en un documento constitucional para México, se le ocurre una de las principales medidas para cambiar a México y toma la idea de que el Estado y la estructura política tienen como finalidad propiciar la felicidad. El objetivo era que disminuyera la distancia entre la opulencia y la miseria; que el mexicano, el americano nuevo, bajo una nueva estructura política, tuviera un salario remunerador que le permitiera vivir con dignidad. Ése era el corazón del proyecto independentista… que nunca se cumplió”. “Ahí está, creo, la explicación histórica del porqué hay esa actitud hacia los ricos mexicanos”. La desigualdad, entonces, responde a… El tema que salta es el del mínimo de solidaridad. Se supone que deberíamos tener una estructura de poder, una estructura política que propiciara la solidaridad mínima entre nosotros, y eso es lo que la práctica nos ha negado. Lo que pone en evidencia la responsabilidad del Estado en ello… El Estado, en teoría, está comprometido con la preservación de valores, y uno de ellos es la equidad. Ciertamente, hay algunas personas que, por su inteligencia, son capaces de hacerse millonarios, pero incluso en esos casos el Estado tiene que poner límites. Pero históricamente son pocos los momentos en los que el Estado realmente ha intervenido para evitar esa desigualdad; más bien la ha tolerado y hasta fomentado por la vía de la corrupción, el otro gran problema. De algo no hemos hablado: educación y movilidad social. ¿Qué ha pasado en la historia de México con respecto a la igualdad de oportunidades? Fíjese que esa pregunta se la hicieron los clásicos de la ciencia política, trescientos años antes de Cristo, cuando sostenían que la educación tendría que ser igual para todos. Lo propusieron los griegos. Ahora bien, sí, el Estado debería de hacerlo, pero éste no existe, existen los políticos que han encontrado la forma de reproducirse como capa privilegiada. Finalmente, dejando el pasado, ¿se observa un golpe de timón en el futuro? No, no es posible afirmar, con los pobres instrumentos de la ciencia política, que haya una salida. A veces pienso que, afortunadamente, la ciencia política es muy poco ciencia y, por lo tanto, no prevé muy bien, por lo que pienso que algo, no esperado, saldrá. Quizá una crisis, no esperada, venga a remover cosas. Esto es como los terremotos: hay una energía que se acumula, que algún día saldrá.

 

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