El fundador de Microsoft es la persona que ha donado más dinero a causas benéficas en el mundo. En este breve texto expone su filosofía y sus motivos.   Por Bill Gates               Soy un verdadero creyente del poder que tiene el capitalismo para mejorar vidas. Donde el libre mercado puede operar, es ágil y creativo, puede satisfacer la demanda mundial y juega un papel central en el mejoramiento del estándar de vida. Cuando mi esposa Melinda y yo hicimos nuestro primer viaje a África, en 1993, tuvimos nuestro primer encuentro con la verdadera pobreza, y ello tuvo un profundo impacto en nosotros. Poco después de nuestro regreso leímos que millones de niños pobres mueren cada año de enfermedades por las que, básicamente, nadie muere en Estados Unidos: sarampión, malaria, hepatitis B, fiebre amarilla. El rotavirus, una enfermedad de la que yo nunca había escuchado hablar, mataba a medio millón de niños cada año, ninguno de ellos en mi país. Nosotros asumimos que si millones de niños estaban muriendo, habría un esfuerzo masivo internacional para salvarlos. Pero estábamos equivocados. Mientras que el sector privado hace un trabajo fenomenal cubriendo las necesidades de aquellos que pueden pagar por ello, hay miles de millones de personas que no pueden expresar sus necesidades de una manera que importe a los mercados. Y así, los menos favorecidos se van con las manos vacías. Y mientras que el sector privado fomenta numerosas innovaciones impresionantes en medicina, ciencia y tecnología, aún invierte poco en innovación, dramáticamente. Existen grandes oportunidades de innovación que los mercados ignoran porque aquellos dispuestos a asumir el riesgo sólo obtienen una pequeña parte de los retornos. La innovación para los pobres sufre de esas dos limitantes: el mercado no va a apostar alto en investigación cuando no hay compradores para un gran descubrimiento. Eso explica por qué aún no hay una vacuna para la malaria aunque mate a millones de personas cada año. En esta brecha el gobierno juega un papel importante. Puede ofrecer servicios donde los mercados no llegan y proveer así de una red de protección. Hasta cierto punto también llega hasta donde el mercado no invierte en innovación. La investigación médica en los Institutos Nacionales de Salud es un gran ejemplo, pero el gobierno enfrenta sus propios obstáculos para financiar la investigación. Generalmente su visión no es de muy largo plazo, debido a la brevedad de los ciclos electorales. El gobierno tiene gran aversión al riesgo dado el afán de los oponentes políticos a exaltar los errores. A diferencia del mercado privado, el gobierno es bueno apoyando no a un gran número de innovadores, sino a aquellos que realizan algún progreso. Así, cuando llegas al final de las innovaciones en las que las empresas y el gobierno están dispuestos a invertir, aún encuentras un vasto e inexplorado espacio de innovación en el cual las ganancias pueden ser fantásticas. Este espacio es un área fértil para lo que yo llamo filantropía catalítica. La filantropía catalítica tiene el sentido de alto riesgo de la iniciativa privada pero puede trascender las limitaciones claves del mercado antes mencionadas: el inversionista no necesita una parte de los beneficios, esos van a la gente pobre o enferma o a la sociedad en general, todos aquellos que buscan ganar retornos estratosféricos del tipo que los gobiernos y la iniciativa privada usualmente no perseguirían a menos que la filantropía fuera la prioridad. Y una vez que has encontrado una solución que funciona, la filantropía catalítica puede unir las fuerzas políticas y de mercado para llevar esas innovaciones a la gente que más las necesita. Ése ha sido el enfoque de nuestra organización en cuanto al apoyo a la investigación, la producción y distribución de vacunas para enfermedades infantiles. Mientras Melinda y yo nos involucrábamos más, descubrimos que algunas medicinas que eran de gran importancia estaban ya en los anaqueles mientras que otras no eran producidas en absoluto. Por primera vez en nuestras vidas estábamos trabajando más allá del alcance de las fuerzas del mercado. El papel de la filantropía es poner en marcha las cosas. Usamos los recursos de la fundación para implementar un sistema que hiciera a las fuerzas del mercado trabajar en favor de los pobres, garantizando las compras para que las compañías farmacéuticas pudieran hacer algo de dinero o al menos no perdieran. Mientras el valor de este enfoque iba adquiriendo claridad, los gobiernos comenzaron a poner dinero para elevar los incentivos para los mercados y entonces las farmacéuticas comenzaron a incorporar las vacunas para las enfermedades del mundo pobre en sus modelos de negocio. En cuanto a investigación y distribución, los fondos filantrópicos bien enfocados motivaron acciones tanto del mercado como del gobierno. Desde el año 2000 esta alianza de filantropía catalítica ha inmunizado a más de 250 millones de niños y prevenido más de 5 millones de muertes. Incluso es posible que veamos la vacuna contra la malaria en 2015. Melinda y yo tenemos el honor y la responsabilidad de devolver a la sociedad, en la mejor manera que conocemos, los recursos que hemos recibido. Pero no necesitas ser el presidente de una gran organización para tener impacto en el mundo. Aquellos dispuestos a asumir riesgos necesitan apoyo. Las buenas ideas necesitas evangelistas. Las comunidades olvidadas necesitan quien abogue por ellas. Y ya sea que tu recurso principal sea donar tu tiempo como voluntario o dólares ganados con gran esfuerzo, para una inversión tan relativamente pequeña, la filantropía catalítica puede tener un gran impacto. Para mí ha probado ser el mejor trabajo en el mundo, tan emocionante y modesto como cualquier otro que haya hecho jamás.  

 

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