Por Adolfo Laborde*

 

Hace unos días cuando entrevisté al Embajador de Malasia en México, Sr. Muzafar Shah Mustafa sobre la relación entre su país y México. Me llamó mucho la atención un dato que me proporcionó sobre el impacto económico del COVID-2019 en la economía malaya que va más allá de las cadenas de valor global y la proveeduría, de lo que tanto se ha hablado, me refiero al impacto al sector turístico de ese país que representa el 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) y en donde las batería de promoción y venta de marca país (Malasia, verdaderamente Asia) se ha invertido una gran cantidad de dinero y esfuerzo. El embajador no sabía a ciencia cierta cómo iba a impactar esto a su país esto, sobre todo cuando atraviesa una crisis política con la renuncia del primer Ministro Mahathir Mohamad quien llegó al poder hace dos años a través de una coalición de carácter pragmática, pero a la vez débil que ocasionó lo que hoy vive ese país en términos de gobernabilidad.

Esto viene a colación por una situación paralela por la que atraviesa México, claro, sin llegar a una crisis política como la malaya, si existe un enrarecimiento de la vida política nacional que polariza y divide a la sociedad mexicana, que ante la llegada del COVID-2019, debería estar más unidad y coordinando las acciones nacionales sanitarias y económicas que puedan hacer frente a la crisis que se avecina. Si bien es cierto, una característica de la presente administración es reducir su visión del mundo a la relación con Estados Unidos (T-MEC) y América Latina con el nuevo enfoque de integración espiritual a por medio de las acciones emprendidas en la CELAC, es indispensable que además de la ya multicitada frase de diversificación, es de suma importancia saber qué es lo que sucede en otras regiones. Para ello, debemos de tener marcos de referencia para no partir de cero ante coyunturas o contextos como el propio COVID-2019. Sería pertinente, que además de predicar y seguir en el discurso de que todo va de maravilla en el país, deberíamos pasar a la acción y ejecución de programas urgentes coordinados y de largo plazo.

Como todos sabemos, ya hay datos duros y oficiales que demuestran que la economía de México decreció -0.1% (INEGI, 2020) y los pronósticos de este año, en el mejor de los casos, no rebasan el 1%. Si a esto le sumamos que uno de los rubros que serán más afectados por el COVID-2019, además del comercio exterior, que representó para el 2018 alrededor del 77.6% del PIB (Santander, 2020), será el turismo, que guarda una proporción del 8.7% del PIB para el mismo año (INEGI, 2020) la situación es más compleja de lo que parece.

Paralelamente a ello, lo motores económicos del mundo en el 2020 se están apagando. Por ejemplo, China crecerá a una tasa del 5.6% (FMI, 2020); Japón presenta serios rasgos de recesión con una contracción de su PIB del -1.6% con respecto al tercer trimestre del 2019 (El Economista, 2020) y en Corea los pronósticos nos son muy alentadores porque depende en gran medida del comercio intrarregional y global para seguir creciendo.

México no es una isla y lo que ha acontecido en materia económica en Asia serán una constante en nuestro país. Los datos no mienten. China, Japón y en menor medida Corea, son nuestros principales socios comerciales en Asia y dependemos de ellos de una gran cantidad de insumos (autopartes, eléctricos, manufacturas, químicos, por ejemplo) y de bienes de capital necesarios para una gran parte de la producción nacional. Si bien es cierto existe un déficit comercial con Asia de alrededor de $140,713,823.00 millones de dólares (Banco de México, 2020), mismo que se compensa con nuestro superávit con América del Norte de $169,786,685.00 millones de dólares (Banco de México, 2020), la lógica de nuestra estrategia económica-comercial y de inversiones se tendrá que modificar debido a lo expuesto anteriormente.

Aún es prematuro hablar de un nuevo orden económico internacional, sin embargo, de lo que si debemos estar seguros es que las estrategias globales de producción (costo, enfoque o diferenciación) se tendrán que ajustar a las nuevas dinámicas de las relaciones económicas internacionales que seguramente estarán permeadas de incertidumbre y coyunturas como la del COVID-2019. Es momento de actuar en conjunto y dejar, por lo menos ahora, las diferencias políticas a un lado y buscar opciones a la diversificación que el país necesita. Quizá Asia tenga que esperar un poco por lo que ahí acontece, pero México cuenta con instrumentos comerciales que representan 13 Tratados de Libre Comercio (TLC´S) con 50 países. Hay opciones inmediatas en puerta como la Alianza del Pacífico o el Caribe, nuestra tercera frontera, o bien, los mercados inexplorados de Europa Central que sí están en la estrategia de otros países como la propia Austria. Recordemos que los mercados financieros internacionales no se equivocan y sus comportamientos (rendimientos) no han sido los más favorables en los últimos días. Es momento de actuar en consecuencia. Mañana será muy tarde.    

*Doctor en Relaciones Internacionales. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.

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