Notimex.- El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, llega este 7 de agosto al fin de sus dos mandatos, dejando abiertas las puertas y ventanas de la paz para que su sucesor, Iván Duque, mantenga la implementación de los acuerdos que permitieron que las FARC silenciaran y entregaran los fusiles después de 53 años de guerra contra el Estado. El conflicto armado colombiano en 60 años ha dejado, según las cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica, 262 mil 197 muertos entre 1958 y junio del 2018, y de este total más de 130 mil 891 fueron víctimas de los grupos paramilitares de extrema derecha, 86 mil 563 a la guerrilla, 13 mil 801 a agentes del Estado y más de nueve mil a grupos armados sin identificar. El Acuerdo Final de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), firmado en noviembre del 2016, permitió que unos 12 mil combatientes dejaran las armas y se incorporaran a la vida civil, además se bajó la tasa de homicidios para cerrar en 2017 a 24.8 casos por cada 100 mil, la más baja en 41 años. El secuestro que al empezar el siglo XXI superaba los tres mil 500 casos por año pasó a 190 en el primer año de la firma de los acuerdos de paz (2016-2017), quizá el hecho más significativo si se tiene en cuenta que los plagios a civiles fue uno de los horrores de esta guerra. Los hospitales militares que antes de la firma del Acuerdo Final de Paz se mantenían llenos con el ingreso permanente de militares y policías muertos, heridos en combate o mutilados con las minas antipersona, hoy son del pasado. Lograr desmovilizar a la guerrilla más antigua y beligerante del continente y su conversión a partido político como Fuerza Revolucionaria Alternativa del Común (FARC) , con 10 representantes en el Congreso de Colombia, es el hecho más importante en los últimos 60 años de vida republicana. La comunidad internacional encabezada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la OEA y la Unión Europea, apoyaron las negociaciones en La Habana con las FARC, la firma de los acuerdos y su posterior implementación. El silenciar los fusiles, frenar la escalada de muertos tanto de civiles, militares, policías e insurgentes, es una realidad, así sectores políticos, sociales y económicos de la derecha colombiana no lo valoren en su justa dimensión y entendiendo que las guerras son más perfectas que los acuerdos de paz. Este es el principal legado que recibirá este martes 7 de agosto el nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, quien llegará a la Casa de Nariño con un respaldo de más de 10.3 millones de votos provenientes de sectores políticos que cuestionaron el acuerdo de paz y otros que lo apoyaron y están comprometidos con su implementación. En el último informe del secretario general de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, al Consejo de Seguridad, se resaltó la importancia de “consolidar la paz” ya que continúa la incertidumbre sobre cuestiones como las garantías jurídicas, políticas y de seguridad para quienes han dejado las armas. El secretario general de la ONU resaltó que es crítico “devolverles la confianza en el futuro a todos los y las excombatientes que esperan que las instituciones cumplan con sus compromisos según el Acuerdo y que les proporcionen oportunidades socioeconómicas”. Para las Naciones Unidas, “las zonas rurales los excombatientes, campesinos, soldados, agentes de policía, empresarios, dirigentes religiosos y víctimas, entre otros, están dejando de lado los enfrentamientos del pasado y propiciando las bases de un consenso nacional más amplio y los cimientos de la reconciliación en el país”. Este informe del secretario general de la ONU es un mensaje claro y contundente para el nuevo gobierno de Colombia encabezado por Duque, que tiene el reto de mantener abierta las puertas de la paz y la reconciliación de este país andino de más de 40 millones de habitantes. El Alto Comisionado Para la Paz, Rodrigo Rivera, antes de dejar el cargo envió este mensaje al nuevo gobierno: “Espero que logremos ser una sociedad apasionada por el respeto al otro, apasionada por resolver en democracia y en diálogo nuestras diferencias”. “Me voy con mucha satisfacción. Queremos ver la paz crecer y queremos ver desaparecer los rescoldos de violencia en la conducta de mucha gente, en sus palabras, en las redes sociales”, subrayó Rivera. En un evento organizado por la Fundación Ideas para la Paz (FIP) los analistas de paz Paul Lederach y Robert Ricigliano hablaron sobre los retos y desafíos para Colombia en materia de paz y reconciliación y ambos coincidieron que unas eventuales modificaciones en la implementación del Acuerdo de Paz con las FARC contribuirían a una mayor inclusión de todos los sectores de oposición. Para Lederach, experto en temas de paz y profesor de la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos, el ambiente de ansiedad y polarización por el que atraviesa Colombia ante la implementación de los Acuerdos de Paz con las FARC es usual y necesario. Para el analista, la construcción de paz requiere un balance entre personas optimistas que reconozcan los aciertos, y pesimistas que identifiquen las debilidades de lo acordado. Lederach explicó que reformular los acuerdos de paz deberá ser necesario si el contexto lo demanda e invitó a los colombianos a no perderse en la transición de gobiernos, sino a centrarse en las transformaciones que deseen lograr. Para Ricigliano, actual director del Instituto de Asuntos Mundiales de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, la implementación de un acuerdo de paz no es tarea fácil, sobre todo por la atención y recursos que se van desvaneciendo con el tiempo. Dijo que modificar el Acuerdo de Paz con las FARC, no es algo negativo. Generalmente, las estrategias que se plantean en el inicio no son siempre correctas, por lo que se necesitan adaptaciones que nacen desde el aprendizaje en la marcha.

 

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