- Recortar a fondo la inversión de Pemex Lozoya heredó y mantuvo una apuesta perdedora: endeudarse e inyectar dinero a lo bestia para encontrar el nuevo Cantarell o al menos un grupo de medianos Cantarell (el que fuera el segundo manto petrolero más grande del mundo en las aguas de Campeche, hoy prácticamente agotado). Esto es, petróleo que se pudiera explotar de manera relativamente abundante y a costos razonables. De esa forma, iniciar el repunte de la producción petrolera de México, en franco estancamiento, declive o desplome (depende del año que se escoja) de 2004 a la fecha. Pemex era como un apostador empedernido en el casino, perdiendo carretadas de dinero pero doblando sus fichas (y comprando las nuevas fichas con la tarjeta de crédito) en cada vuelta de la ruleta, jurando que ahora sí ganaba, y hasta recuperaría lo perdido. Nunca ocurrió, y, mientras tanto, el costo de apostar se multiplicó dado el colapso del precio internacional del crudo. Mientras tanto, entre 2009 y el tercer trimestre de 2015 la empresa invirtió la salvajada de 161,500 millones de dólares. Esto es, Lozoya heredó la tendencia inversionista, pero la mantuvo. Era imperativo retirar al apostador de la mesa y reconocer las gigantescas pérdidas.
- Enfrentar al sindicato de Pemex Lozoya no pudo. Que haya que rescatar a la empresa con dinero público será algo tan impopular como necesario, pero que ello ocurra mientras se perciba que los principales líderes sindicales llevan una vida digna de los dueños de una petrolera árabe es políticamente invendible. El sacrificio entre todas las partes debe ser lo más parejo posible. Cuando el secretario de Hacienda de Margaret Thatcher (la primer ministro británica de 1979 a 1990) estaba buscando quien encabezara (y en los hechos ayudara a liquidar) la empresa estatal del carbón (British Coal), una persona involucrada con esa paraestatal le dio el mejor consejo posible: “La persona a quien usted nombre debe cumplir con una condición: no tenerle miedo a Arthur Scargill.” El tal Scargill era el líder del sindicato de mineros. Y ése será el mayor reto del nuevo director de Pemex: negociar con dureza y sin miedo con el sindicato de Pemex, en lo general, y en lo particular con Carlos Romero Deschamps. De ahí la lógica del nombramiento de González Anaya al frente de la mal llamada Empresa Productiva del Estado (en realidad una empresa paraestatal zombi): su conocimiento de las tripas presupuestales de Pemex (que adquirió como funcionario de alto nivel en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público) y su enorme experiencia en materia de pensiones y jubilaciones, particularmente en organismos públicos que se desangran por esa vía. Lo que vivió en el IMSS será un juego de niños al lado de Pemex.
Sergio Negrete Cárdenas es Doctor en Economía. Profesor-Investigador del ITESO. Investigador Asociado del CEEY. Ex funcionario del FMI. Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @econokafka Twitter: @ceeymx Facebook: ceeymx Página web: CEEY Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.