Elon Musk no se anda con rodeos y cuando su nuevo sedán salga al mercado, en 2017, podría cambiar la historia de la industria automotriz de manera repentina, histórica e irreversible.     Por Hannah Elliott   Los fans y early adopters de Tesla se emocionaron por igual la semana pasada al enterarse de la noticia de que en 2017 el fabricante de automóviles eléctricos hará un nuevo sedán llamado Model 3. El Model 3 en realidad será el cuarto modelo de Tesla (si consideramos al pequeño Roadster y la próxima SUV, Model X), pero la compañía considera al 3 su vehículo de tercera generación, porque el S y el X son fabricados en la misma plataforma. Ello trae a colación un punto interesante: el fundador Elon Musk hábilmente había querido nombrar este coche el E, de manera que el acróstico de sus modelos pudiera significar SEX. Ford, por desgracia, no tuvo elº mismo sentido del humor que Musk y, según él, amenazó con demandar a Tesla sobre los derechos del nombre. Al parecer, Ford pensó que el nombre se parece demasiado a su esquema de nomenclatura para los muy importantes Modelo A y Modelo T. “Ford trató de matar al sexo”, bromeó Musk en la reunión anual de accionistas de 2014 de Tesla. Pudo haber matado SEX este momento, pero tengo la sensación de que el Model 3 (S3X no está demasiado lejos, ahora que lo pienso) catapultará a Tesla al estrellato de la cultura del automóvil de manera repentina, histórica e irreversible cuando sea lanzado. Dicho todo esto, Tesla vendió más de 22,000 coches Model S en 2013, una cifra que palidece en comparación con lo que podría hacer el Model 3. Para empezar, será barato; 35,000 dólares es barato para un coche eléctrico y para cualquier coche hecho por lo que yo considero una marca de lujo. Al combinar un tren de potencia ecológico con comodidades a menudo reservadas para un Porsche o un Audi por menos de 40,000 dólares será un gran avance tanto en la industria automotriz como en la tecnológica. La mayor parte de ese ahorro se debe a la economía de escala mejorada habilitada por la planta gigante de 5,000 millones de dólares planeada por Tesla, lo que reducirá el costo de sus baterías en un estimado de 30%. De hecho, dice Musk, para 2020 Tesla venderá 500,000 autos al año, 10 veces más que el año pasado. Además, el Modelo 3 es de un tamaño manejable. Se encuentra en ese punto exacto entre un descomunal sedán (piensen en un Mercedes-Benz Clase S) y un sedán deportivo (piensen en un BMW 1-Series). Será aproximadamente 20% más corto que el modelo S y ganará alcance con el peso ahorrado por ese recorte, –ganando unos 320 kilómetros más por carga, es el cálculo—, mientras que compite directamente en tamaño con, por ejemplo, el sexy BMW 3-Series. Eso se adapta a la perfección a las características demográficas de compra estadounidenses, porque mientras las ventas de crossovers aún están creciendo más rápido que las de cualquier tamaño de modelo, las ventas de sedanes medianos siguen siendo una constante fuerte y omnipresente. Ese deportivo de BMW me lleva a mi tercer punto: el Modelo 3 mantiene diligentemente el aspecto atractivo de su predecesor, el Model S, que no es poca cosa para los consumidores intensamente conscientes de la imagen en la actualidad. Se dice que las ventas de Model S se dan a expensas de BMW, Mercedes, Lexus y Porsche: en la primera mitad del año pasado, California vio más de 4,700 registros de Model S, y nacionalmente Tesla ha igualado las ventas totales combinadas de los Lexus LS, Audi A8 y el Porsche Panamera. De hecho, se dice que los competidores del Model S son modelos de lujo de marcas históricas, no otros autos verdes, como el Toyota Prius, el Chevy Volt o el Nissan LEAF. En marcado contraste con el Prius, el modelo S está demostrando que los automóviles de combustible alternativos pueden verse tan sexies como cualquier coche deportivo. Deben tener un aspecto tan sexy como el de los coches deportivos. Aunque en realidad no deletreen la palabra.

 

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