Germán Larrea Mota Velasco, el segundo hombre más rico del país, desempolvó una empresa que creó su padre hace 55 años, con el fin de convertirse en uno de los primeros petroleros mexicanos. Podría lograrlo el año que entra.   Cuando Germán Larrea Mota Velasco ron­daba los cinco años de edad, a finales de la década de 1950, su padre, Jorge Larrea, sembraba una semilla que hoy cobra nueva vida: Perforadora México (Pemsa). Y mientras los Larrea hacían de Grupo México un imperio minero y se convertían en zares de los ferrocarriles, esta compañía quedaba a la sombra como una mo­desta arrendadora de plataformas petroleras a Pemex, sin un plan de vida de largo plazo. Pero después de las reformas que el gobierno mexicano hizo al sector petrolero en estos años, Larrea Mota Velasco (hoy con 61 años) decidió oxigenarla y ahora es la carta con la que su consorcio se aventura en el mar de oportunidades que promete la apertu­ra energética. El propósito de Larrea Mota Velas­co es que en dos o tres años Pemsa deje de ser una simple pro­veedora de equipos para Pemex y se convierta en un jugador con capaci­dades para trabajar al lado de otras petroleras. “Queremos pasar de empresa perforadora a una que sepa explorar y extraer petróleo —dice Xavier García de Quevedo, hombre de confianza de Germán Larrea—. Y para ello hay que asociarse”. Pemsa espera ayudar a Pemex a explotar los yacimientos que la esta­tal tiene concesionados en exclusiva, la llamada Ronda Cero. Y cruza los dedos para que la siguiente ronda de licitaciones sea de campos maduros (que no han terminado su etapa productiva). El primer barril de petróleo de propiedad privada en México saldrá de campos maduros, en 2016, y Pemsa quiere que sea suyo. Aunque su foco de mayor interés está en los campos en aguas someras (a menos de 500 metros de profundidad) que se licitarán en la segunda convocato­ria de la Ronda Uno, comenta Ricardo Arce, director general de Pemsa. Pemsa ofertará en esta ronda con un socio —del que Arce no revela el nombre—, que aportará la calificación técnica y experiencia como productor de petróleo, así como la mayoría de la inversión de los pro­yectos que llegaran a ganar; Pemsa pondrá el resto del dinero y competi­rá por ser el encargado de perforar. No sólo son buenas intenciones. Arce contrató un equipo de geólogos que analizó durante ocho meses los pozos en aguas someras y terrestres de la Ronda, y ubicó 17 campos como los más atractivos. La segunda con­vocatoria de la Ronda Uno se lanzó en marzo y lo que sigue ahora para Pemsa es amarrar al socio y ofertar en la segunda mitad del año. Al cierre de esta edición, la compañía acababa de solicitar su registro como participante. “Nos interesa más de un bloque”, afirma Arce. Los yacimientos de aguas someras podrían ser, junto con los terrestres, los más afines para las em­presas mexicanas que quieren pasar de perforadoras a productoras de petróleo, dice Benjamín Torres Ba­rrón, experto en energía de Baker & McKenzie. Aunque también puedan llegar a aguas profundas asociadas con extranjeras, agrega. Pemsa tiene algunas ventajas para desarrollar experiencia y ser un jugador desta­cado en la industria, dice Heredia, como respaldo financiero, expertos en geología y un siglo dedicados a explotar recursos naturales. Las autoridades sólo admiten en Ronda Uno participantes individua­les o asociados con un equity mayor que 1,000 mdd. Y para cada bloque se necesita un mínimo de 120 mdd a 180 mdd de inversión, según el caso. Y una vez ganada la licitación, cada campo puede necesitar de 500 mdd, calcula Arce: hacer un pozo en aguas someras cuesta de 65 a 70 mdd y son unos ocho pozos por campo, más infraestructura complementaria. Los primeros barriles de petróleo de estos pozos podrían salir en 2017. Para soportar las altas inversio­nes que demandan estas actividades, Pemsa tiene entre sus planes llegar a la bolsa de valores cuando tenga el mismo nivel de ventas que hoy tiene la división Transporte, de 200 mdd, expresa Arce. Hoy es una empre­sa con 640 empleados, incluidos los que laboran en una oficina en Houston, Texas, para dar atención a proveedores y empresas del sector, y con operaciones en Campeche, Tabasco y Veracruz. reuters_plataormas1   De vuelta en el ruedo Creada en 1959, Pemsa fue la empre­sa que trajo a México los primeros equipos de perforación de todo tipo, asegura Arce: los primeros jack up (plataformas autoele­vables), barcos perforadores, semisumergibles, pero langui­deció en los años 90 por una baja demanda de equipos. El encargado de revitalizarla es Arce, un ingeniero industrial y exconsultor de at Kearney que llegó a Grupo México en 2015 para apoyar en el diseño de un esquema de tarifas para Ferromex, una de las empresas del grupo, y luego en su fusión con Ferrosur. Dos años después fue contratado por el área de nuevos negocios para evaluar las inversiones que hacía el grupo. A mediados de 2009, Arce re­cibió a través de García de Quevedo —quien está a cargo de todo el negocio minero de Grupo México y encabeza la nueva aventura petro­lera— la instrucción de Larrea de evaluar el valor de la olvidada Pemsa e incorporarla al grupo. El interés de Larrea no era inusitado. Un año antes, en el país se había aprobado una reforma energética, la primera desde la estatización de la industria en 1938, que no quitaba al Estado el monopo­lio de la producción petrolera, pero ampliaba las opciones de contrata­ción de servicios a privados. Por ejemplo, introdujo los Contratos Integrales de Exploración y Producción (cieps), que per­miten a Pemex dar incentivos a los contratistas que le den mejores resultados. Pemex acumulaba por esas fechas un faltante importante de equipos de perforación y muchas plataformas en uso eran viejas, pues sus limitaciones presupuestales le impedían pagar mejores tarifas para rentar equipo más moderno. Pemsa misma poseía únicamente una plataforma autoelevable vieja y un contrato incipiente e emproblemado de perforación integral terrestre en Chicontepec, cuenta Arce. En febrero de 2010, unos meses después de valuar a Pemsa, de lo que dio fe UBS, Grupo México concretó la compra de la perforadora en 240 mdd —por ser el grupo una empresa pública, era indispensable consumar la transacción de frente al mercado pese a ser los Larrea los accionistas mayoritarios de ambas compañías. Luego Pemsa fue incorporada en la división de Infraestructura y 10 me­ses después Arce quedó al frente de la nueva filial —reporta a García de Quevedo, quien llegó al grupo hace 46 años, cuando Jorge Larrea estaba al frente del negocio. Convencidos de que Pemex mejoraría sus tarifas y reactivaría los pedidos de plataformas, el consejo de Grupo México acompañó el re­lanzamiento de Pemsa con una bolsa de 1,000 mdd. Arce compró seis plataformas de perforación marina: cuatro jack up de última generación y dos modulares. Sólo el año pasado, invirtió 266 mdd en cuatro de ellas, más de la mitad de la bolsa de inver­sión ejercida por la división Infraes­tructura, según reportes de Grupo México. Las plataformas modulares son equipos que se montan sobre estructuras fijas de Pemex, incluyen hotel, plantas de lodo, de perfora­ción, compresores. “Son fábricas que se arman como un lego”, explica García de Quevedo. Pemsa se dice lista para cuando Pemex lance los contratos integrados para campos marinos. Da servicio de cementación, perforación horizontal y de fluidos, y sólo le falta ofrecer registros eléctricos (equipos para entender el comportamiento de un pozo durante la perforación). “Esta­mos verticalmente integrados, con prácticamente todos los servicios de perforación —expresa Arce. No sólo somos dueños de los equipos”. En materia energética, los corporativos mexicanos se mueven conforme se los permiten las reglas, asegura Torres Barrón. El último equipo de Pemsa llegó en septiem­bre pasado: la plataforma autoele­vable Campeche arribó al Golfo de México y se posicionó en el punto de operación para comenzar a ejecutar un contrato de siete años. “Hoy Pemsa es la empresa con más activos de perforación marina en aguas someras en México”, afirma Arce.   Un mercado que observa Los analistas que dan seguimiento a Grupo México prestan atención a Pemsa, pero más por saber hacia dónde se dirige que por su inciden­cia en el precio de las acciones. Aún aporta poco a las ventas del grupo, que ascienden a 9,324 mdd, además de que en el entorno de Grupo México hay hechos que merecen más atención. El negocio se vio afectado el año pasado por la caída de la demanda mundial de metales y la subse­cuente caída de los precios, sobre todo del cobre, que aporta más de 81% de las ventas de la división mi­nera del grupo. También enfrentó un nuevo impuesto minero que se llevó 87 mdd de las ganancias y debió afrontar las consecuencias de la contaminación del río Sonora producido por un derrame de quí­micos de una sus minas. Los químicos provocaron la muerte de animales silvestres, ganado y la suspensión del sumi­nistro de agua a cuando menos 22,000 personas, y los inversionistas tomaron en serio el riesgo de que la compañía perdiera la concesión de la mina siniestrada, así que la acción cayó más de 3%. Grupo México se vio obligado a crear un fideicomiso con 91 mdd que funciona como garantía de pago por los daños ambientales provocados e indemnización a la población afec­tada. Y creó una entidad que deberá reforzar la seguridad ambiental en todas las operaciones de la compa­ñía, con medidas como la revisión de todos los activos y empujar hacia un cambio de cultura, asegura García de Quevedo, quien agrega que aunque el derrame sí afectó el precio de la acción, el mayor impacto estuvo en la imagen de la compañía. “Ése fue el costo más alto”, afirma. Ya en este 2015 la acción tuvo otra caída, ésta de 4%, tras la cancelación de un proyecto minero en Perú de Southern Copper, una importante subsidiaria del grupo. Pemsa es aún mudo testigo de estos movimientos. El año pasa­do contribuyó con sólo 6% de los ingresos del grupo, pero ayudó a que la división Infraestructura pintara más en los ingresos totales. En el primer trimestre su aporte subió a 7.2%, pero aún no es suficiente para emocionar al mercado. Los analistas aprueban la incur­sión de Grupo México en el negocio petrolero, aunque por ahora lo que más les importa es el aporte de Pemsa a los números totales. Y en cuanto a los inversionistas sofisti­cados, no les encantan los conglo­merados tan diversificados, pues si quieren un portafolio diverso prefieren hacerlo ellos mismos, afirma Heredia. Algo a lo que sí están atentos los analistas es a cómo repercute Pemex la caída de los precios del petróleo en los contratos de renta de plata­formas. “Pemex renegocia contratos exitosamente (…) y en el caso de plataformas de perforación, el ajuste (a las tarifas) ha sido equitativo y de ninguna manera, como algunos han difundido, se ha dado preferencia a proveedores de otros países”, dijo a Forbes México una fuente de la petrolera estatal en respuesta por escrito. La rebaja negociada en los contratos es de 20% en promedio, añade la comunicación. “Hasta el momento, las pláti­cas que lleva el área de Procura y Abastecimiento de Pemex con los proveedores han permitido cerrar acuerdos con seis de nueve empre­sas mexicanas y con ocho de nueve extranjeras”, agrega la fuente. Además de los descuentos, Pemex difiere obras y eso deja plataformas inactivas, además de que no renueva contratos a los equipos más viejos y ha suspendido pedidos. “Por el momento no (demanda Pemex más plataformas), habrá que esperar los resultados de la Ronda Uno, donde nosotros (Pemex) estamos partici­pando para ajustar y definir las nece­sidades futuras”, señala la fuente. Pemsa es una de las afectadas. “Aceptamos las reducciones —en plataformas jack up es de 30% y en modulares de 15% por estar customizadas para Pemex—, pero solicitamos que no se nos cancele ningún contrato”, dice Arce. Agrega que la plataforma más vieja de Pemsa terminó su contrato este marzo y ahora recibe inversión para renovar su certificado de clase y tenerla lista para la Ronda Uno. “A todos les cambió el escenario, pero nosotros tenemos contratos en curso (y) no hubo necesidad de cancelar la fabricación de ninguna plataforma”, dice García de Quevedo. Los analistas están atentos a dos plataformas modulares de Pemsa: Veracruz y Tamaulipas, fabricadas en Houston y que costaron 174 mdd, que deberán entrar en operación en la segunda mitad del año. Torres Barrón es cauteloso. Pemex, indica, puede terminar con­tratos anticipadamente. Hay que ver cómo evolucionan las cosas, lo cierto es que, por ahora, Pemsa no impacta en la acción de Grupo México, dice Laura Villanueva, de Monex. García de Quevedo pide calma. La actividad petrole­ra y demanda de equipos va a seguir, y México será a la larga competitivo en costos de producción, opina. Filiales de otros grupos poderosos como Alfa, IDEAL y BAL hacen la misma apuesta. Alfa busca contratos de explo­ración y producción, dice Torres Barrón, en tanto que ideal de Carlos Slim hace inversiones más agresivas a raíz de que se aprobó la reforma energética el año pasado. “Hay un universo de actividades en las que pueden participar (las empresas mexicanas), el campo es muy amplio, depende de por dónde defina entrar cada uno”, añade el consultor de Baker & McKenzie. Algunas ya están en vías de con­vertirse en productoras de crudo. Alfa ya hizo una propuesta de con­trato de producción compartida en aguas someras, dice Torres Barrón, además de que extrajo petróleo fuera de México. También Diavaz y Petrobal están en esa meta­morfosis, añade el consultor. Rentar plataformas es un negocio limitado, dice Torres Barrón, mientras que explorar y producir petróleo tiene más riesgo, depende de los precios del crudo, requiere de mucho capital, planeación y saber qué hacer con el petróleo propio. Pero también ofrece mayores bene­ficios, aclara. En la guía para este año Grupo México les dice a los inversionis­tas que mdp (México Proyectos y Desarrollos, la subsidiaria que aglu­tina los negocios de la División de Infraestructura) generará este año 420 mdd de flujo operativo —el año pasado tuvo ingresos por 562 mdd. La división incluye proyectos eléctricos para autoabastecimiento: plantas de ciclo combinado y un parque eólico, la construcción y operación de carreteras y eventual­mente la construcción y operación de gasoductos. Grupo México ha acumulado experiencia en la formación de geó­logos y tiene el chip empresarial para industrias como la petrolera. “Como en la minería, en la industria petro­lera inviertes hoy y el primer barril sale muchos años después”, dice Heredia. Su pendiente es asociarse con una compañía que sepa producir petróleo, adquiera el know how y comparta riesgos, dice el analista. En ese momento, Pemsa será una petrolera propiamente dicha, algo que el padre de Larrea Mota Velasco quizás nunca soñó.

 

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