Rusia es una potencia con un creciente nacionalismo, cuyas oligarquías no están dispuesta a que la ola democratizadora que impulsa occidente los sustituya para colocar en su lugar a una nueva oligarquía cercana a los Estados Unidos y la Unión Europea.       Desde que en el Siglo XVI el Zar Iván el Terrible logró anexar Siberia, Rusia no ha dejado de ser un peso completo de la política internacional. A pesar de sus deficiencias táctico-militares, los rusos y sus cosacos lograron lo que los austriacos y sus avanzadas técnicas de estrategia no pudieron: Frenar el avance de Napoleón. Es posible decir que todo lo hizo el clima, pero repitieron la hazaña con Hitler. Contuvieron a japoneses, chinos, mongoles, europeos y despojaron de Crimea a los turcos. Fueron los segundos en diseñar una bomba atómica y aspiraron a ser la principal potencia mundial. Al final perdieron la Guerra Fría pero no fueron derrotados. En el último año hemos visto dos hechos que muestran el resurgimiento de Rusia en lo que el sentido común ha dado en llamar una nueva Guerra Fría. Sin embargo, lo que hoy es evidente lleva fraguándose más de una década y es una reacción más o menos esperada por los analistas y académicos especializados desde 2010. Lo que no sonaba como una opción era la anexión de Crimea, casi todos apostaban a que Rusia iba a apoyar la creación de un Estado independiente como lo hizo en Ossetia del Sur y Abkhazia. Pero, qué es lo que hacía pensar a los especialistas que esto era predecible. Partamos con un poco de historia. Rusia tiene en términos generales al menos tres periodos, el Zarista (S.XII a S.XVIII), que es su primer gran etapa de expansión y que los lleva desde Europa al Pacífico a través de Asia; la Rusia Imperial (1721-1917) cuyo territorio iba desde Finlandia hasta Alaska y el Imperio Soviético que empieza con la Revolución Socialista de 1917 y termina con el desmantelamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas  en 1992. Siendo esta última la etapa de mayor influencia hasta el momento. Esta última etapa es con la que estamos más familiarizados, la URSS fue una especie de Unión Europea de corte comunista con su centro económico y político en Rusia a la que además se le sumaba los integrantes del Pacto de Varsovia dicha amalgama de países surgió después de la Segunda Guerra Mundial como una forma de protegerse de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) que a su vez surge para frenar el avance del Comunismo mundial. Eso fue lo que llamamos la Guerra Fría, dos bloques con visiones diferentes del mundo, con propuestas económicas contrapuestas y que atendían a los intereses de distintas clases sociales. Ideología le llamaron. Para defenderla los bloques (OTAN-EU Vs URSS-Rusia) llevaron a cabo una carrera armamentística sustentado en la amenaza nuclear y el terror a la destrucción del planeta. Qué no se matara a nadie de manera directa no impidió que se detonaran más de 2050 bombas atómicas desde la primer prueba de Estados Unidos en 1945 hasta la más reciente realizada por Corea del Norte en febrero de 2013. La batalla la ganó Estados Unidos y sus aliados. Rusia que para entonces vivía una crisis económica y política, negoció su “rendición”. Se comprometía a desmantelar la URSS e integrarse al mundo neoliberal, también resguardaría el arsenal nuclear (por ejemplo, Ucrania entregó las ojivas en su poder) y lo reduciría. A cambio pidió una salida honrosa, conservaría el asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, se mantendría su condición de potencia y se le incluiría en la seguridad y defensa de Europa y pedía un rescate económico. No todo se cumplió y la inclusión de Rusia en el sistema financiero global fue al menos tan desastrosa como para América Latina (Efecto Tequila en México, Corralito en Argentina). En 1998 se desató el llamado Efecto Vodka. Y ojo que acá empieza lo interesante, un año después la OTAN bombardeó Kosovo generando el disgusto del Kremlin, no solo porque Occidente se metió en su esfera de influencia de sino porque por primera vez en 300 años nadie le pidió su opinión. Así, aquellos que fueron sus enemigos y de los que Rusia esperaba lo trataran como su igual continuaban con su expansión e intentaban avasallarlo. Pero no sólo eso, también empezaron a incluir países de la antigua URSS dentro de la Unión Europea, con lo que vulneraban las esferas de influencia de Rusia. Desde entonces aquel país ha buscado la manera de proteger lo que considera su entorno inmediato, algo así como lo que hicieron Inglaterra y Francia tras los procesos de descolonización en el siglo XX. Hoy ya no están en juego las ideologías. No se trata de comunismo y ni socialismo. Ni China, ni Rusia apuestan por ello, al contrario intentan jugar bajo las reglas del capitalismo neoliberal. Ambos ingresaron a la OMC, han establecido alianzas comerciales con diversos países. Acatan (tanto como las demás naciones) el derecho internacional e intentan ganar influencia cultural en el globo. Lo que vemos en Crimea hoy día poco tiene que ver con la Unión Soviética. Rusia es una potencia con un creciente nacionalismo, cuyas oligarquías no están dispuesta a que la ola democratizadora que impulsa occidente los sustituya para colocar en su lugar a una nueva oligarquía cercana a los Estados Unidos y la Unión Europea. La lucha no será fácil. El ejército Ruso es nada comparado con lo que fue el soviético y mucho menos comparado con el ejercito de los EU cuyo presupuesto es siete veces mayor. Aunque El ruso es el segundo ejercito más grande del planeta y tiene la mayor flota de tanques, Estados Unidos tiene mejor tecnología, más soldados en activo, bases militares en todo el mundo y una fuerza naval y aérea superior a la Rusa. Claro, ambos tienen armas nucleares y capacidad para bombardearse mutuamente sin siquiera mover un soldado. Así que una guerra convencional entre ambos países sería impensable. Es más, aún si quitáramos el elemento nuclear hay dos puntos que la evitarían. Uno es el poder disuasorio del agua: Rusia no tendría la capacidad para invadir Estados Unidos, antes serían interceptados en el mar. El segundo opera contra Estados Unidos, para ganar una guerra es necesario tener el control físico del territorio y para eso se necesitan tropas: Rusia es demasiado grande y el clima es un enemigo que nadie ha podido vencer. Al parecer Rusia tiene todo controlado, no busca expandirse, no va a meterse en una guerra que puede perder, no busca petróleo ni gas pues es el principal productor de energéticos del mundo. Sólo que no está dispuesta a permitir que  Occidente le pisotee las flores del jardín. Contacto Twitter @Sur_AAA   *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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