Las elecciones del próximo año no solo van a definir quién se queda con el poder local en seis estados, sino que irán definiendo con mayor claridad las posibilidades de Morena para el 2024 y las de la oposición para hacerle frente con oportunidad y posibilidades. 

En teoría, el partido del presidente López Obrador, arranca con ventaja cinco de las gubernaturas en disputa. Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas parecen perfilarse para la alternancia. Aguascalientes pareciera que continuará en manos del PAN.

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Pero no todo es tan sencillo. Una vez que se definan todas las candidaturas es que tendremos un panorama más adecuado para ir perfilando lo que puede ocurrir.

Por ejemplo, la dirigencia de Morena está enfrentando inconformidades, más que relevantes, en Oaxaca y en Quintana Roo. 

En el primer estado se optó por el senador Salomón Jara, cuando la favorita era la también senadora Susana Harp. Si bien ambos perfiles son competitivos, habrá que procesar el daño que puede causar las inconformidades y si éstas terminan trasladas a otros partidos para favorecerlos. 

En Quintana Roo ocurre algo similar, aunque con el añadido de que ahí los desprendimientos pueden significar un daño más grande a quien se percibe como la más amplia posibilidad, Mara Lezama, que fue quien resultó vencedora en las encuestas, cuestionadas por la senadora Marybel Villegas, que se utilizaron para la designación de la candidatura. 

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Por el lado del PRI, PAN y PRD tendrán que definir candidaturas que no sean testimoniales y para lograrlo tienen que ir con un proyecto de gobierno que no solo contraste con el morenismo, sino que resulte atractivo para la ciudadanía. 

Los incentivos para hacerlo son altos, pero no es tan sencillo, porque hay diferencias ideológicas y de modelo entre ellos, aunque hayan sido dejadas de lado en la elección de este año. 

Sobre todo, es complejo para los panistas, que tienen mayor fuerza y cuyo perfil no se ha desdibujado tanto como el de sus socios. Son, por sus rasgos generales, un partido liberal y de derecha moderada, aunque a veces se pierdan en sus propias confusiones. 

El PRI, por ejemplo, anunció en su pasada asamblea que son una organización de centro izquierda y socialdemócrata, mientras el PRD decidió renunciar a los restos de radicalismo que todavía le quedaba para colocarse en una franja del tablero ideológico similar. 

¿Qué gobierno harán en conjunto? ¿Los acuerdos de defensa de la democracia y la Constitución alcanzan en el plano local? Lo sabremos pronto y con todo lo que ello puede implicar para los próximos años. 

Hay que insistir, sin embargo, que nada es definitivo y que a la hora de la verdad las posibilidades se pueden decantar de uno y de otro lado.  

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