Nacieron después de 1980 y muchos de ellos fueron criados por monitores. Son la Generación Y, la Generación Net, los hijos del Milenio. Antes, el empleado se adaptaba a la empresa. Hoy, la empresa debe adaptarse a sus nuevos empleados o resignarse a una muerte lenta.   Por Caleb Melby   El siguiente es un post invitado de Pierre Gergis, un recién graduado de la Universidad de Columbia y consultor de empresas en ciernes. Al parecer, a los demógrafos y reclutadores corporativos les ha dado por llamar a la generación de jóvenes que se gradúan de la universidad y que ahora se incorpora a la fuerza laboral mileniales (millennials). Éramos la Generación Y, luego fuimos la Generación Net, y ahora somos la generación del Milenio. (Irónicamente, a pesar de nuestros apodos futuristas, ninguno de nosotros puede aspirar a ser astronauta de la NASA.) Mientras que muchos de nosotros trabajamos por nuestra cuenta o nos unimos a nuevos emprendimientos, un saludable subconjunto de bien formados mileniales se une a las grandes empresas cada año (consultoría y banca son dos de los sectores más populares entre mis compañeros de clase), sacrificando ilimitados días de descanso por salarios estables y reconocimiento de marca. Desafortunadamente, después de unos meses de copy-paste, de clics y de arrastrar elementos a la papelera, sin una perspectiva, un sentido profundo y penetrante de desplazamiento y abandono se apodera de nosotros, y nos damos cuenta de que estamos atrapados en una órbita, no rumbo a las estrellas, como creíamos. Las empresas nos proveen, al menos en teoría, de un entorno ordenado en el que podemos explorar nuestras habilidades, y una serie sumamente variada de recursos humanos, tecnologías y proyectos sobre los cuales volcar nuestra energía juvenil. Sin embargo, estas mismas empresas tienden a estar cargadas de generaciones de peso muerto en procedimientos, políticas y jerarquías. Es importante darse cuenta de que los jóvenes que actualmente entran al mundo de los negocios son el producto de una educación muy diferente a la recibida por cualquier generación anterior. Habiendo sido educados en un planeta reciente y profundamente conectado geográficamente, hemos tenido que adaptarnos, a velocidades sin precedentes, a los cambios de paradigmas intelectuales y a las escalas de competencia. La forma en que pensamos, la manera en que aprendemos y nuestra forma de trabajar se han transformado de manera fundamental, y la falta de claridad sobre cómo somos —desde nuestra parte, así como de la de nuestros líderes— amenaza con retrasar nuestro desarrollo, o peor aún, convertir en debilidades esas tremendas fuerzas que la globalización ha refinado. Jóvenes líderes, audaces y enérgicos, han hecho de los nuevos emprendimientos una fuerza positiva y estimulante para la innovación y el cambio. Incluso las empresas más arcaicas pueden experimentar este pulso vital, pero primero tienen que entender los talentos tan trágicamente poco apreciados de nuestra juventud. Las computadoras han tenido un efecto homogeneizador en los procesos de negocio y los sistemas. En nuestros hogares y escuelas, hemos adoptado con fluidez el uso de sistemas que una vez pertenecieron exclusivamente al dominio del mundo corporativo. Nos sentimos cómodos con los sistemas de archivos, la resolución de problemas e incluso con la consulta de bases de datos. (Nosotros buscamos y filtramos en Google y en nuestras #redessociales mejor que nadie, y constantemente aprendemos a configurar y utilizar nuevos dispositivos y aplicaciones, con frecuencia no creadas por mileniales independientes o apoyados por Kickstarter.) Esta fluidez total con una variedad de software y soluciones significa que podemos adaptarnos rápidamente a los nuevos ecosistemas de software. En última instancia, esto elimina la necesidad de invertir más tiempo en los sistemas de capacitación, y nos hace más rápidos y más hábiles para la conceptualización y la conexión de aplicaciones de alto nivel. Al igual que con cualquier idioma, la inmersión a una edad temprana garantiza la capacidad de adaptación a nuevos escenarios, independientemente de la experiencia específica, y aumenta la probabilidad de la asertividad a la hora de tratar a estos sistemas y entornos como lo que son: herramientas para construir y crear. Mientas las universidades de todo Estados Unidos continúan adoptando las artes liberales, al menos en relación con los estudios técnicos, muchas empresas han abierto sus puertas a los graduados con carreras poco convencionales. Dan prioridad al rigor académico, la pasión, el entusiasmo, los logros probados y el liderazgo. Esta forma de pensar es profunda y moderna. La capacitación no puede convertir a una persona en el candidato idóneo, pero si se contrata a la persona indicada, la capacitación puede llenar los vacíos y ayudarle a hablar el idioma de su empresa, sin embargo, la manera como se lleven a cabo el entrenamiento y el adoctrinamiento es fundamental. El plan de estudios de las artes liberales promueve el desafío del pensamiento establecido y el estancamiento sistémico. Se nos enseña a pensar que, si algo ha sido de cierta manera por mucho tiempo, hay una buena posibilidad de que ya no sea lo suficientemente bueno. Además, incluso antes de que estemos listos —tal vez especialmente antes de que estemos listos— intentamos aportar soluciones a estos potenciales problemas en nuestro trabajo académico. La conclusión de todo esto es que el liderazgo corporativo tradicionalista tiene que reevaluar cómo se está integrando a las nuevas contrataciones de mileniales. Gran parte de lo que las generaciones anteriores han aprendido a través de la experiencia laboral y el aprendizaje, nosotros lo hemos aprendido en maneras que no tan fácilmente  se reflejan en un curriculum vitae. Nuestro cuestionamiento incisivo puede desafiar años de pensamiento establecido e impulsar un costoso cambio, pero no debe ser confundido con ingenuidad, es una perspectiva real y con visión de futuro. Los mileniales no estamos acostumbrados a tomar pasos pequeños e irnos metiendo poco a poco en un océano de conocimiento, estamos acostumbrados a bucear primero con la cabeza, nos adaptamos rápidamente y asumimos nuestros éxitos y fracasos. Somos una generación con una nueva ética de trabajo y un enorme potencial cuando se nos dan los recursos y el alcance de una gran corporación. Que los jóvenes de todo el mundo estén creando marcas y tecnología que desafían y ensombrecen a las viejas instituciones de décadas pasadas —la revolución del startup— hay evidencia suficiente del gran poder del pensamiento milenario. Así que, en lugar de estancarse en el tema de nuestra juventud y preguntar cómo podemos ser más compatibles con el trabajo que ustedes necesitan de nosotros, convoco a que se hagan nuevas preguntas y se abra el trabajo a propuestas innovadoras. Intégrennos correctamente, y nosotros los Millennials podremos hacer bailar a su empresa. [youtube id=”P-enHH-r_FM” width=”620″ height=”360″]

 

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