Con la llegada del proceso electoral, empiezan a aparecer las encuestas de opinión y de intención de voto sobre los candidatos y partidos. Lo que dichos instrumentos estadísticos pretenden es mostrar el panorama de las preferencias en un determinado momento, con un público específico. Es decir, nos muestran un termómetro de la opinión pública respecto de los contendientes a un puesto de elección popular y su dinámica de crecimiento o caída durante el proceso. Algo que es importante mencionar, es que los resultados de las encuestas varían mucho dependiendo de la empresa que las realice debido a la metodología con la que se realicen y al tamaño y características sociodemográficas de la muestra. Sin embargo, cabría hacernos la pregunta sobre la pertinencia de las encuestas en el mundo digital, sobre todo porque los factores que giran en torno a la construcción de la opinión pública han cambiado radicalmente. El concepto mismo de lo público se ha transformado desde la explosión de las redes sociales y el eventual desplome de los medios tradicionales. Cada vez hay menos personas viendo televisión (por antonomasia el formador de opinión pública en décadas pasadas) y más personas compartiendo hasta el más mínimo detalle de sus vidas en las plataformas de interacción social. Este hecho, ha transformado en mucho el sentido de la participación social (como sucedió en el 19-S), el de la denuncia social (como en el caso de los Lords y Ladies o los mapas de los feminicidios en México) o incluso el del entretenimiento, con la aparición de nuevos líderes de opinión en la forma de influencers que resultan, en algunos casos, más populares y con un mayor rango de credibilidad que los comunicadores y opinadores más prestigiados de la otrora cultura de los medios. El nuestro es un momento mediático de transición en muchos sentidos: por una parte, contamos con prensa y medios de comunicación profesionales que se enfrentan a comunicadores independientes en una batalla por las audiencias y credibilidad; y por otra, tenemos a instituciones oficiales que prefieren comunicar sólo al círculo rojo y que tímidamente se aventuran en las plataformas digitales. En este contexto, muchos encuestadores han dicho que las redes sociales son inoperantes para realizar encuestas. Y tienen razón, pues una encuesta digital es fácilmente manipulable y las condiciones de confiabilidad prácticamente se caen hasta el suelo. Sin embargo, esto no significa que las redes sociales no puedan darnos un panorama real y concreto de las intenciones de voto; por el contrario, puede incluso ser más certero y amplío que el de las encuestas, sólo que la metodología es totalmente diferente. Para hacer un análisis adecuado de la opinión pública en redes sociales, lo correcto sería hacer lo que se conoce como análisis de sentimientos, que no es otra cosa sino hace un análisis del cómo percibe la población a una candidata o candidato, qué sentimientos tiene por ella o él, con qué conceptos se le asocia y cuáles son fortalezas o debilidades. A través del análisis del lenguaje naturales, los algoritmos de las plataformas de análisis pueden incluso distinguir entre un bot y una persona real, discriminando al primero y sumando al segundo para tener un cuadro mucho más completo. La diferencia entre el análisis de sentimientos y las encuestas radica en la intencionalidad. Cuando a una persona se le pregunta directamente por quién va a votar, puede haber un margen de error ya sea por intimidación o porque considera que el encuestador espera una determinada respuesta. Mientras que en digital, la gente opina sin que nadie le pregunte; es decir, manifiesta abiertamente no sólo sus preferencias, sino los motivos que lo llevaron a construir esa percepción. En este contexto, ¿qué tan creíbles pueden ser las encuestas?, ¿qué tanto podrían reflejar la realidad de las intenciones de los votantes? Tal parece que la respuesta se encuentra en la brecha digital, ya que las encuestas podrían darnos un panorama del México no conectado y el análisis de sentimientos podría ser mucho más preciso en entornos urbanos. No obstante, debemos distinguir que siempre, detrás de una encuesta o un análisis hay un margen de error y que sólo pueden arrojar resultados parciales.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @sincreatividad Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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