Conoce la historia de Enrique Borja, que se convirtió en un ídolo por sus goles en los Pumas y el América, y que es un icono del futbol mexicano.       Hola, amigos. Hoy les platicaré sobre un deportista consagrado, empresario, directivo y, lo más importante, un ser humano extraordinario, Enrique Borja. Sólo su nombre implica una carrera limpia, honesta y que llevó el nombre de México siempre a lo más alto Conozco a Enrique desde hace siete años. Siempre quise conocerlo y que fuera parte de nuestra lista de conferenciantes. Un domingo afuera de misa, lo abordé e inició una relación de amistad y de trabajo con él.   Sólo les pido que después de leer esta historia, nos digan, quién de ustedes podrían seguir siendo tan eficiente en su trabajo, como lo que vivió Enrique: si su jefe directo los cambia a otra empresa y que, además, esta empresa es su principal competencia y ustedes no puedan hacer nada para impedirlo.   Enrique Borja García nació un 30 de diciembre de 1945 en la Ciudad de México y comenzó a practicar el futbol a los nueve años de edad. Siempre se caracterizó por ser un oportunista dentro del área rival y, aunque no tenía una técnica muy depurada, su presencia en el momento oportuno para marcar o resolver una jugada se hicieron populares. A la edad de 17 años formó parte de un combinado juvenil que ganó el título en los VII Juegos Nacionales, realizados en San Luis Potosí, y ahí fue invitado a participar en las fuerzas inferiores de los Pumas. Con tan sólo 19 años de edad, en 1964, tuvo la oportunidad de debutar en Primera División en el estadio de Ciudad Universitaria, en un partido contra el Zacatepec. Su carrera empezó a ascender de manera vertiginosa. La siguiente campaña era ya titular indiscutible de la delantera universitaria que, además de Borja, contaba con jóvenes de la talla de Aarón Padilla y Mario Velarde. En esa temporada, 1965-66, Borja consiguió 12 anotaciones A escasos dos meses y medio para que arrancara el Mundial de Inglaterra, Enrique Borja fue convocado para integrar el “Tricolor” en un partido amistoso ante el Club Guadalajara. México ganó ese duelo 3-0 y Borja conquistó dos goles. Ahí empezó un romance con la afición mexicana que se prolongaría hasta el día de su retiro. Con 20 años de edad, llegó la oportunidad de darse a conocer en el plano internacional. La octava Copa del Mundo estaba a la vuelta de la esquina, y sin Héctor Hernández, ni Alfredo del Águila (pilares en la gran actuación de Chile 62). México saltó a la grama del mítico Estadio Wembley, el 13 de julio de 1966, para hacer su presentación en el Mundial. A partir de la justa mundialista, el delantero puma fue parte fundamental de la selección en las siguientes competiciones. Su producción goleadora en la Universidad iba en aumento, al igual que con el Tricolor. Parecía que su presencia en el cuadro titular de la selección azteca en el mundial de 1970 sería incuestionable, pero increíblemente no fue así. Con gran sentido del tiempo y la distancia dentro del área, rápido de mente para definir y con ese olfato innato que poseen los grandes goleadores, los años previos de la justa mundialista de 1970 fueron para Borja excepcionales. Ayudó a que los Pumas obtuvieran su primer subcampeonato de liga, en dos campañas de liga obtuvo 36 goles más otros en partidos amistosos con los universitarios y con la Selección Nacional.   La pertenencia de marca Pero en 1969 se dio una noticia que sacudió al medio futbolístico. Enrique Borja había sido transferido de los Pumas al América. Esta negociación causó tal escándalo que el delantero comentó, cuando se enteró de su compra a los entonces Cremas, que dejaría de jugar porque no estaba de acuerdo. La directiva americanista tardó en convencerlo.   Una buena anécdota  Enrique, hijo de un empresario taurino aficionado de las Águilas, sonrió en ambos lados de la pradera. Tanto del América como de Pumas, supo controlar el devenir del destino. Su traspaso de los felinos al América incluso llegó a asuntos presidenciales, pues pidió comparecencia con Gustavo Díaz Ordaz. “Me citó Guillermo Cañedo, directivo del América, para comer y me dio un contrato firmado por la directiva de Pumas, donde me cedían; fue ahí cuando le dije que no era un costal de papas”, cuenta. En Los Pinos, sentado ante el presidente, reclamó su situación. Ya antes lo había visitado por el gol que le hizo a Francia en el Mundial de Inglaterra 66. “Díaz Ordaz habló con el rector Javier Barros Sierra. Sin embargo, no pudo hacer nada; me tenía que ir al América. Lo que sí conseguí es que mandara una iniciativa de ley para que los jugadores recibieran dinero por los traspasos de venta”, recuerda. Fue el último jugador vendido sin recibir remuneración y aclara que el problema no era irse al América, “sino la manera en que se hizo. Fui un gran privilegiado de que me quisieran las dos aficiones”. Ya con el América, Borja volvió a demostrar sus dotes de imperdonable dentro del área. Con los “millonetas”, formó una dupla excepcional con Carlos Reinoso, en donde se hiciera famosa la frase “Pase de Reinoso-Gol de Borja”. Fue campeón de goleo tres temporadas consecutivas, ganó con el América el título de liga de la temporada 70-71, el subcampeonato de la 71-72, el Torneo de Copa de 73-74 y provocó que los aficionados al conjunto de Coapa regresaran a las gradas del Estadio Azteca para ver un equipo espectacular. El “Cyrano de los Imposibles”, como también se le conoció por su grande nariz y por lo inverosímil de muchos de sus goles, jugó un puñado de partidos más en 1974 y 1975 (ninguno de ellos oficial) y vistió por última vez la casaca nacional el 24 de agosto de 1975, en un partido amistoso ante Estados Unidos, en el Estadio Azteca, correspondiente al Cuadrangular Internacional México 75, y que ganó el Tricolor 2-0. Borja entró de cambio al minuto 30 del primer tiempo en sustitución de López Salgado y conquistó su último gol a los 44 del primer tiempo. El día de su retiro de las canchas, el 29 de julio de 1977, el Estadio Azteca se llenó hasta el tope para ver por última vez a su ídolo pisando el área con sus dos grandes equipos, Pumas y el América, que tantas satisfacciones le dieron y las cuales retribuyó con sus goles a los miles de aficionados de esas escuadras. En ese último partido, el marcador final fue 4-2, ganando el América con 2 grandes goles de Enrique. Enrique Borja siempre fue sinónimo de gol. Puede ser considerado cómo el futbolista que tomó la estafeta de Horacio Casarín como ídolo de la afición, y quienes lo vieron jugar entenderán lo que significó este nombre para el pueblo de México. Posterior a su retiro, se le recuerda por haber sido directivo en el balompié mexicano, incluyendo la presidencia de Necaxa, Tigres, así como de la Federación Mexicana de Fútbol. Desde noviembre de 2011, fue investido en el Salón de la Fama que se ubica en Pachuca, Hidalgo. Un abrazo, lectores. Luis Valls     Contacto: www.speakersmexico.com FB: speakers mexico TW : @speakersmexico Correo : [email protected]     *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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