Enrique Peña legisló de maravilla. Ahora lo necesitamos ejecutando. Si no apresura el paso, no pasará el próximo verano cuando estaremos escuchando exigencias vociferantes de varios actores de la sociedad para que demuestre su capacidad de desempeño ejecutivo. Mientras, la economía está atorada.   Por Carlos Mota   Escucho con frecuencia en conversaciones de negocios que el mérito del presidente Enrique Peña es amplio y bastante, por haber logrado que durante los primeros meses de su gobierno se aprobaran las reformas estructurales que durante dos sexenios no pudimos concretar. El éxito delPacto por México es claro, afirma el directorde una firma financiera de primer nivel,quien añade que la convergencia de voluntadespolíticas de diferente filiación partidistahabla bien de los políticos en México, almenos en esta época. Coincido. No obstante lo anterior, los primeros datos económicos que se han arrojado en el trimestre de inicio de 2014 hablan de un arranque de año adverso. Para inicios de este mes de abril, prácticamente todas las casas de análisis económico habían ajustado a la baja su expectativa de crecimiento, con el acento puesto por Banorte, que en voz de su economista en jefe, Gabriel Casillas, hizo explícito que ellos no ven más de 2.7% de crecimiento para este año. A pesar de ello, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, había insistido en que sería prematuro rebajar la expectativa oficial de 3.9%. Asimismo, los precriterios de política económica para 2015 fueron aún más agresivos, y el gobierno dijo que en 2015 creceremos 4.7%. Un gobierno optimista. Una manera de ver el primer tramo de este gobierno es que Enrique Peña fungió como un extraordinario legislador. Si viviéramos en un régimen parlamentario, su labor para resistir las varias tentaciones de reventar el Pacto habrían sido aplaudidas no menos que las reformas mismas. Ciertamente Peña mantuvo una negociación abierta y otorgó tanto al pan como al prd sendas concesiones en materias que a esos partidos les resultaban importantes. A cambio, se ha dicho hasta el cansancio, Peña obtuvo su reforma energética (incluso una más profunda que la que imaginó, y de la que habló con énfasis en Panamá, en el Foro Económico Mundial). Así las cosas, Enrique Peña es titular del Ejecutivo, pero ha fungido de facto durante 16 meses como líder del Legislativo. Sus acciones de gobierno aún no pueden enumerarse en gran cuantía. Acaso la detención de Joaquín “Chapo” Guzmán y de la líder magisterial Elba Esther Gordillo, así como el abatimiento de un famoso líder de Los Caballeros Templarios, son algunas de las acciones más visibles en el escenario de sus atribuciones como jefe del Estado Mexicano. Si el gobierno de Enrique Peña terminara ahora, en abril de 2014, sería recordado por las reformas estructurales y por la apertura del sector energético, que antes había permanecido cerrado; es decir, sería recordado más por cambios en las leyes y menos por acciones de gobierno. ¿Dónde estamos ahora? ¿Qué hace falta? Ha llegado la hora de que el Ejecutivo ejecute. Para ello será necesario que ocurran tres cosas: primero, que Peña sea capaz de garantizar en los siguientes nueve meses que puede controlar la violencia y la inseguridad del país (tarea nada sencilla luego de ver que el problema de Michoacán “contagió” al Estado de México). Segundo, el presidente debe elevar la barra en materia de inversión productiva de origen nacional: ¿Quién es el Claudio X. González de este sexenio? ¿Quién el Carlos Peralta o el Poncho Romo…? A Peña le urge una decena de nombres de empresarios nuevos que personifiquen el sistema de méritos y la generación de riqueza en el siglo xxi. Tercero, la creación de lazos de cercanía a la sociedad. Al presidente le falta construir un andamiaje democrático total que imprima su sello social y su estilo frente a los más necesitados. A la fecha, la reforma al campo es una tarea pendiente, y no se ha verificado que Rosario Robles sea la artífice del diálogo de Peña con los grupos de la sociedad más amplios. Enrique Peña legisló de maravilla. Ahora lo necesitamos ejecutando. Si no apresura el paso, no pasará el próximo verano cuando estaremos escuchando exigencias vociferantes de varios actores de la sociedad para que demuestre su capacidad de desempeño ejecutivo. Mientras, la economía está atorada. Legislar pudo hacerlo muy bien y como nadie en el pasado del país. Pero, ¿puede Peña poner en paz las zonas violentas? ¿Es capaz de inspirar el ánimo empresarial para que se generen novedosas empresas de gran calado bajo las nuevas reglas del juego económico? ¿Hilvanará un discurso social por el que su perfil de estadista trascenderá con solidez? Necesitamos, urgentemente, que el Ejecutivo ejecute. Es posible, en esa lógica, que algunos ajustes de gabinete se den más pronto de lo que imaginamos. ¿La razón? Enrique Peña sabe que tiene que empezar a entregar ya resultados de gobierno.   Carlos Motaes periodista, reconocido por el foro económico mundial como Young Global Leader. [email protected], @soycarlosmota

 

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