El fundador de Microsoft y filántropo recibió una gran influencia de sus padres, así que fuimos a la fuente para saber cómo era antes de convertirse en famoso.   Por Kerry A. Dolan ¿Cómo era el fundador de Microsoft y filántropo cuando su sistema operativo aún estaba en desarrollo? Bill Gates padre lo recuerda. ¿Qué clase de niño fue Bill? Leía casi todos los libros que le interesaban: enciclopedias, ciencia ficción, lo que se te ocurra. Yo estaba muy emocionado de que mi hijo fuera un lector tan ávido, pero leía tanto que su madre y yo tuvimos que poner una regla: nada de libros en la mesa. ¿Bill habló alguna vez de lo que quería hacer cuando fuera grande? Como parte de una tarea en quinto grado, Bill tenía que llenar un formulario acerca de lo que quería ser cuando fuera grande. El formulario incluía una lista de ocupaciones –cosas como médico, bombero y vaquero– con casillas de verificación al lado de cada una. La expectativa era que el estudiante eligiera una de la lista existente. Aunque Bill marcó la casilla de “astronauta”, también creó una nueva caja y escribió “científico”. Al crecer, mostró una gran curiosidad por saber cómo funcionaba el mundo, y desarrolló sus propias ideas acerca de los negocios, la vida, los asuntos internacionales, y lo que el futuro podría deparar. En ese momento habría sido difícil para mí creer que el chico sentado a la mesa frente a mí, y con el que frecuentemente debatía, un día sería mi jefe, pero aquí estamos. ¿Cuándo se interesó por primera vez en las computadoras? Muy temprano. En la escuela se presentó la oportunidad, cuando las madres recaudaron dinero para pagar por un aparato que se conectaba a una computadora a través de la línea telefónica. La intención era que los maestros la usaran, pero cometió algunos errores y terminó por asustarse. Bill era parte de un grupo de estudiantes de matemáticas que fueron invitados a usar el sistema y aprender cómo funcionaba. A los 13 años ya estaba enganchado. ¿Tuvo algún trabajo antes de la universidad? Cuando era estudiante de último año de preparatoria, Bill tomó un año sabático para programar en una central eléctrica en el norte de Bonneville, Washington. La madre de Bill y yo hablamos con el director de su escuela, y todos acordamos que el trabajo sería una forma práctica de aplicar sus habilidades e intereses. Recuerdo que Bill me dijo que él y Paul Allen, quien trabajaba con él, se quedarían trabajando en un código para el sistema de administración de la red eléctrica. ¿Cómo se sintió cuando Bill le dijo que iba a abandonar Harvard? No puedo decir que no me preocupé. Pero para entonces yo no era un factor en esas decisiones. Él tenía sus propias ideas acerca de cómo quería lograr sus metas; además, el negocio de las computadoras que había comenzado con Paul Allen se había vuelto muy demandante. Que abandonara la escuela no era precisamente algo que mi esposa y yo hubiéramos imaginado para nuestros hijos, pero Bill parecía saber lo que estaba haciendo. Usted ha jugado un papel muy importante en la filantropía de Bill. ¿Podría decirnos cómo ocurrió? Mi difunta esposa, Mary, era una firme creyente en una idea del Libro de Lucas: “De quien mucho recibe, mucho se espera.” Desde el principio, ella inculcó esa idea como un valor importante en nuestra familia. A medida que su riqueza crecía gracias a Microsoft, Bill y Melinda comenzaron a recibir muchas cartas de organizaciones no lucrativas en el área de Seattle pidiendo contribuciones caritativas. Pero en aquellos días era difícil para ellos dedicar tiempo a ese tipo de cosas, ya que criar a sus hijos y dirigir Microsoft les tomaba tiempo completo, y tener una fundación privada familiar no es una operación sencilla. El plan de Bill y Melinda fue tomar en serio la filantropía después de que Bill se retiró de Microsoft. Eso cambió después de que Mary enfermó gravemente de cáncer y falleció en 1994, y yo me retiré de mi práctica como abogado. Algunos meses más tarde, mientras estábamos haciendo fila para entrar al cine, le sugerí a Bill y Melinda que con el cambio en mi condición de vida, tal vez podría ayudarles con sus actividades caritativas. Pensé que sería un trabajo divertido para mí y un beneficio para ellos si revisaba las solicitudes de dinero y les daba un poco. Una semana más tarde llamé a Bill, para darle seguimiento, y me dijo: “Bueno, papá, hemos decidido que crearemos una fundación con 100 millones de dólares.” Yo estaba sorprendido y encantado. No mucho tiempo después de eso, escribí el primer cheque: 80,000 dólares para un programa local contra el cáncer.

 

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