El gran reto del país es romper con las viejas costumbres que autoridades y sociedad mantienen enraizadas y que lo mantienen atrapado en el pasado. Las reformas podrían ser claves, pero no lo son todo.     Por Manuel Molano Director General Adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad.   ¿México es com­petitivo? Afortunadamente, existe en el país una aptitud para reformar aquellas cosas que son un lastre para el crecimiento de la economía. Hay entidades donde este cambio ocu­rre a tasas muy aceleradas (por ejemplo Colima), pero otros no cambiarán en el mediano plazo (como Oaxaca o Guerrero). La competitividad es la capacidad que tienen los países para atraer y retener ta­lento e inversión. Ambas variables se co­rrelacionan con un conjunto de variables de política pública. Como sea, los países se vuelven com­petitivos cuando son exitosos en una agenda amplia de políticas públicas,  pasando por una agenda de telecomunicaciones adecuada, competencia en los mercados, sistemas políticos estables, relaciones internacio­nales provechosas y un entorno propicio para la innovación y tecnología. El Instituto Mexicano para la Compe­titividad (Imco) cuenta con el Índice de Competitividad Internacional, que hace uso de 108 variables que tienen una muy alta correlación con la inversión por habi­tante ocupado, la atracción y retención de talento, o ambos.   Grandes hallazgos En este sentido, la competitividad de las naciones es una medida relativa de su desempeño al de otras naciones. Así, por ejemplo, aunque México es menos competitivo que Alemania, de las 108 variables que componen el Índice de Competitividad Internacional, Alemania supera a México en 89 variables, México supera a Alemania en 15 y en cuatro esta­mos empatados. ¿En qué variables México supera a Alemania? De acuerdo con cifras de 2011 (las últimas disponibles), la tasa de crecimiento promedio del PIB en los últimos cinco años es superior, los alemanes crecieron a una tasa promedio de 0.6%, los mexicanos crecieron al 0.7% en promedio. En el sector bancario (el Índice de Competencia de Boone) revela que hay ligeramente más competencia en el sector financiero mexicano que en el alemán. Hay más: en Alemania, las exporta­ciones de alta tecnología, con datos del Banco Mundial, representaron 15% de las exportaciones totales; en México, 16%. También, aunque sea difícil de creer, los ingresos por turismo como porcentaje del PIB son mayores en México que en el país gobernado por Angela Merkel. Los días para abrir una empresa, de acuerdo con la estadística de Doing Business, son nueve en México y 15 en Alemania. La deuda externa de Alemania es 148% del PIB y la de México 25%. Sin embargo, México sigue siendo Mé­xico, y hay 85 variables donde la brecha con Alemania es enorme. Donde es más amplia la brecha es en la libera­lización del sector energético, diversifica­ción del comercio exterior, economía in­formal, carreteras pavimentadas, crimen organizado, corrupción, independencia del Poder Judicial; así como en gasto en salud por cuenta propia, red ferroviaria, acuerdos comerciales, tiempo de altos ejecutivos dedicado a temas burocráti­cos, áreas naturales protegidas, índice de estabilidad política… Alemania está en la posición 15 del Índice de Competitividad del Imco, y Mé­xico en la 32, de un total de 46 economías. La República del Perú, en contraste, está en la posición 30, pero México supera a Perú en 56 variables, ellos nos superan en 46, aunque hay matices importantes: Perú creció en promedio entre 2006 y 2011 al 5.6%, mientras que México lo hizo al 0.7%. Además del crecimiento, ¿en qué supe­ra Perú a México? Primero, en liberaliza­ción del sector energético. No hay sorpre­sas ahí. Ese sector está en recesión desde 2005, lo cual implica que está sangrando al PIB nacional. Por tanto, mientras México no pare la hemorragia, no crecerá. México, en cambio, supera a Perú en ac­ceso a agua, tiempo para resolver quiebras, transparencia y regulación de la propie­dad privada, cobertura educativa a nivel preescolar, competencia en la banca, edad de retiro, gobierno electrónico, población en ciudades grandes. A pesar de los problemas de derechos de propiedad y bienes públicos, los peruanos se las han ingeniado para crecer, cosa que nosotros no hemos podido lograr. Entonces, si inviertes y no creces, la sociedad está ha­ciendo una apuesta costosa. Esa apuesta im­plica estar en el peor de los mundos, porque se renuncia a un porcentaje alto de recursos que finalmente no rindieron un fruto. Ésa es la tragedia mexicana.

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Optimismo sobre alfileres Hay mediciones alternativas a las del Imco que por construcción nos pueden hacer sentir más optimistas. El Índice de Competitividad Global del World Economic Forum (WEF) tiene 148 países. Éste ubica a México en la posición 55. Sin embargo, si un ejercicio “descremara” el número de economías pequeñas con la evaluación del WEF, México estaría en una posición parecida a la que le otorga el Imco. Algunas de las economías que evalúa el WEF no son tan pequeñas. Aunque el PIB de Nigeria se acerca al 20% del mexicano, tiene 43% más población que México; además de que produce cerca de 63% del petróleo que produce México. Pero está en la posición 120 del Índice del WEF. ¿Tiene relevancia compararnos con Ni­geria? En definitiva no, aunque nos ayuda a apreciar a nuestro país. El México de hoy es el mejor México que hemos visto en la historia, a pesar de los gravísimos problemas que lo aquejan.   Cambio o parálisis Pero, dicho todo esto, todavía no es el momento de México. Es fundamental concretar las reformas e inmediatamente echar a andar las reformas a leyes secun­darias, reglamentos y formas de operar que hoy lo tienen atrapado en el pasado. Las instituciones más difíciles de cam­biar son aquellas que están enraizadas en las formas de pensar de los habitantes de un país. Para eso no hay reforma estruc­tural: hay que acelerar el convencimiento social de que podemos ser como Alema­nia o como cualquier país desarrollado. No podemos ignorar las variables que retrasan nuestro desempeño. Es imperioso tener una gran reforma del Poder Judicial. Las Juntas de Conciliación y Arbitraje siguen siendo espacios de opacidad que no son útiles ni para el trabajador ni para la empresa. A pesar de las reformas penales, nuestro sistema de impartición de justicia sigue siendo una vergüenza nacional. Claramente, los mexicanos tenemos mucho que cambiar en nuestro fuero interno, aun después de que cambiemos nuestro marco jurídico.

 

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