El organismo controla poco más de un tercio de la producción mundial de petróleo, pero es incapaz de incidir en su precio ni en la economía global.   Por Steve Forbes   La OPEP se reunió esta semana y decidió no recortar las cuotas de producción de petróleo de sus miembros. Los precios del energético se vieron afectados, pero no se dejen engañar, el impacto del organismo sobre esos precios usualmente OPEP sobre los precios está sobrevaluado. Los especuladores creían que la OPEP sacaría mágicamente un conejo de la chistera, pero la realidad es que no tiene un sombrero, y mucho menos un conejo. LA OPEP controla poco más de un tercio de la producción mundial de petróleo. La producción va al alza en Estados Unidos, para consternación de la Administración Obama, que odia a todas las fuentes de energía dependientes de los hidrocarburos. El fracking ha hecho que el gas natural ultra barato sea abundante y lo vuelve una alternativa en algunos usos del petróleo. Una vez que Estados Unidos elija a un nuevo presidente, el proceso para la obtención de licencias para construir terminales para la exportación de gas natural se acelerará, lo que a su vez estimulará la extracción de más gas natural. El retraso registrado en el periodo de Obama en la expedición de permisos para la exploración de petróleo y gas en tierras federales también se invertirá. Todo esto se traducirá en una mayor producción y la reducción de la presión sobre los precios del petróleo. La OPEP tampoco no tiene poder para incidir en el lento andar de la economía mundial, el que implica una menor demanda de energía. Pero el factor más importante en el desplome de los precios del petróleo –una caída de 30% sólo este año–, es el fortalecimiento del dólar. Durante décadas, la relación entre el precio del petróleo y la de oro fue relativamente estable: aproximadamente de 12 a 14 barriles de petróleo por una onza de oro. Esto puede variar, pero no lo hizo por mucho tiempo. Sin embargo, cuando EU comenzó a socavar el estándar de oro en la década de 1960, lo que debilitó al dólar, los precios del petróleo comenzaron a irse para arriba. Washington torpedeó en 1971 el sistema monetario internacional de Bretton Woods basado en el oro. Esa década fue una de una inflación miserable en la que el precio del oro se disparó de 35 dólares la onza a más de 500 dólares (alcanzó brevemente los 870 dólares en 1980). Al mismo tiempo, el precio del petróleo aumentó de 3 dólares por barril a casi 40. Los expertos consideraron que una subida a 100 dólares o más era inevitable. El entonces presidente Ronald Reagan y presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, decidieron matar a la inflación y tuvieron éxito. El precio del petróleo cayó a casi 10 dólares el barril antes de estabilizarse en el rango de 20 a 25 dólares-. Desde mediados de 1980 hasta principios de la década pasada el precio del barril de petróleo promedió un poco más de 21 dólares. Por desgracia, en la década de 2000 la Reserva Federal, con la connivencia del Departamento del Tesoro, comenzó la devaluación del dólar en la creencia errónea de que eso ayudaría a sacar a la economía estadounidense de la recesión y, al mismo tiempo, impulsaría las exportaciones. El oro comenzó una oleada alcista imparable, al igual que otras materias primas, incluido el petróleo.   LECCIONES
  1. El dinero inestable corrompe los precios. Se supone que los precios nos dicen lo que los consumidores quieren y lo que no quieren. Cuando el precio del petróleo subió en la década de 1970, la gente pensó que esto significaba que nos estábamos quedando sin el combustible. Después de todo, ¿acaso el aumento en los precios no nos indica que hay una escasez? En los mercados normales, sí, pero cuando la moneda de un país es débil, no. Vimos el mismo fenómeno después de 2002. Las preocupaciones sobre la escasez de recursos, especialmente el petróleo y –hasta la revolución del fracking– del gas, motivaron que, literalmente, cientos de miles de millones de dólares fueran dirigidos con fuerza por el gobierno a alternativas de generación de energía, tales como la eólica.
  2. La Reserva Federal y otros bancos centrales no saben lo que están haciendo. La Fed no quiere un dólar fuerte. Uno de los propósitos de la flexibilización cuantitativa (QE) fue generar inflación. Demasiados economistas, entre ellos los de la Fed, aún se aferran al mito de que la inflación estimula el crecimiento. Ahora los políticos están nerviosos por la deflación. Ésta debe ser la primera vez en la larga historia de la devaluación de la moneda que los gobiernos no pueden diseñar un periodo de inflación, ¡un perverso fondo tocado por la incompetencia del gobierno! Lo que esto significa es que el dólar fuerte podría no durar y que la Fed finalmente tropezará con un nuevo desastre.
  3. La creciente impotencia de OPEC no evitará que sus miembros se reúnan ni que los medios tomen sus declaraciones sin la mayor seriedad. Los observadores inteligentes ignorarán la farsa y en su lugar de enfocarán en el precio del oro en dólares.

 

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