¿Cómo lo van a lograr? “Crece”, “invierte” y “asegura” son las tres palabras clave en esta estrategia hacia 2030 que buscará financiar el Banco Mundial.   Por Marcelo Delajara  

“¿Dinero? –repitió–. Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad.” “Utopía de un hombre que está cansado” (J. L. Borges, El libro de arena [1976])

  Hace unas semanas, el Banco Mundial lanzó una iniciativa que busca reducir la pobreza extrema en el mundo a 3% o menos de la población para el año 2030. Aproximadamente 14.5 % de la población, un poco más de 1,000 millones de personas (la cifra es de 2011), se encuentra en esta situación, lo que revela el tamaño del reto que el Banco Mundial se ha propuesto enfrentar. Pero, ¿es alcanzable este objetivo? En el año 2000, la comunidad internacional, a través de las Naciones Unidas, estableció los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Uno de los objetivos era reducir para 2015 la pobreza extrema en el mundo a la mitad del nivel de 1990. Ese objetivo se cumplió ya en 2011, cuando la población que vivía con 1.25 dólares por día se redujo al 14.5% antes mencionado, desde 36.4% en 1990. Esto sienta un precedente importante de éxito. No obstante, esta nueva etapa de lucha contra la pobreza puede ser mucho más difícil que la anterior. La mayoría de la población en esta situación vive actualmente en regiones remotas o en zonas donde en muchos casos no llega la acción de ningún Estado. ¿Cómo lo van a lograr? “Crece”, “invierte” y “asegura” son las tres palabras clave en esta estrategia y el objetivo de los proyectos que buscará financiar el Banco Mundial. En mi opinión, la más importante es la tercera. La idea de que los más pobres son mucho más vulnerables a los choques al ingreso parece obvia, pero es relativamente nueva, y por ello es bueno verla reflejada en esta iniciativa. Como parte de esta estrategia de aseguramiento, el Banco Mundial propone que se creen redes de protección social para los más pobres. La propuesta va incluso más allá de la seguridad social tradicional (salud y pensiones, a las que aún hoy no tienen acceso), y busca asegurarlos contra condiciones climatológicas adversas extremas, epidemias, volatilidad de los precios de los alimentos y crisis económicas. Sobre la hoja de ruta de este plan escucharemos más en los próximos meses, cuando los funcionarios del Banco se reúnan con los líderes de los distintos países para definir los objetivos, el financiamiento y los compromisos. Y, a propósito, ¿cómo estamos en México en términos de pobreza extrema? Oficialmente, de acuerdo con la medición de Coneval, en 2012 el 9.8% de la población vivía en pobreza extrema: el ingreso del hogar no les permite comprar la canasta alimentaria mínima y sufren tres o más carencias sociales. En 2010 la cifra era 11.3%, con lo cual algún progreso hubo entre 2010 y 2012 –en general, la mejoría se debió al mayor acceso a los servicios de salud–. Esta definición “multidimensional” de la pobreza se utiliza desde 2010 y no nos permite una comparación con la situación a inicios de los noventa. Para un análisis de largo plazo tenemos que utilizar la vieja medida que sólo tiene en cuenta la pobreza alimentaria. De acuerdo con ésta, el progreso de México ha sido muy decepcionante. Mientras que en 1992 el 21.4% de la población padecía pobreza alimentaria, la cifra en 2012 era de 19.7%. Es decir, persiste en el país una parte importante de la población con problemas de acceso al consumo más básico: los alimentos. El liderazgo del Banco Mundial en la lucha contra la pobreza se ha puesto en duda recientemente. Por un lado, las publicaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) crearon escepticismo sobre su habilidad para solucionar problemas de una manera consistente. Presuntamente, varios millones de personas desplazadas desde 2004 como resultado de los proyectos de desarrollo financiados por el Banco Mundial no recibieron el apoyo y la protección debidos. Por el otro, la presencia del Banco de Inversión en Infraestructura Asiático (AIIB) cambia el statu quo de los bancos de desarrollo multilaterales. El presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, quien prometió que su país aportará casi la mitad del capital del nuevo banco, ha insistido en que las iniciativas que éste financie serán en beneficio de todos. Los cambios geopolíticos obligan a repensar el desarrollo y, con ello, el futuro de las 1,000 millones de personas que se encuentran en extrema pobreza.   Marcelo Delajara (@MarceloDelajara) se doctoró en Economía en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, 1999). Fue profesor, investigador y consultor en diversas instituciones (UDLA-P, CIDE, BID, PNUD, Banco Mundial y Banco de México, entre otras). Actualmente es investigador del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las opiniones de Marcelo Delajara son a título personal y no representan necesariamente el criterio o los valores del CEEY.   Contacto: Twitter: @ceeymx Facebook: ceeymx Página web: CEEY   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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