El chef, famoso por maldecir a cuadro, es una máquina de dinero –en los últimos 12 meses ha hecho 60 millones de dólares–, pero en algún momento piensa colgar la filipina, planea vivir su ‘retiro’ trabajando. Éstos son sus planes.   Por Abram Brown “¿Era cruel contigo?” Ésa es la pregunta que todo el mundo me hacía cuando les dije que había pasado dos días junto al famoso chef malhablado Gordon Ramsay, primero en sus tres restaurantes de Las Vegas y luego en Los Ángeles en el set de su reality televisivo infantil MasterChef. Tuve que decepcionarlos. Ramsay no levantó la voz, gritó ni chilló una sola vez. Lo único que me sorprendió fue su respuesta cuando le pregunté sobre sus planes para el retiro. Al escuchar la pregunta, Ramsay parpadeó. “No lo sé”, dijo. “Me cago de miedo al pensarlo.” Rápidamente se recuperó y reveló lo que podría ser su idea más extraña para un restaurante hasta el momento. Pero, considerando con la forma en que el mundo culinario premia la inventiva, o bien la extravagancia absoluta, un concepto innovador con frecuencia agrada a los críticos, atrae a multitudes y gana estrellas Michelin. “Voy a comprar un barco”, dijo, “Bajaré a las Islas Vírgenes y compraré un restaurante. Hacer algo que ya he hecho antes. Estará cerrado seis días a la semana y lo abriré sólo un día. Sólo un día a la semana. Voy a pescar y a bucear el resto de los días.” Satisfecho con la rapidez con que la idea se apoderó de él –una demostración personal de la ingenuidad que le permitió construir un imperio de 26 restaurantes–, explicó su visión con más detalle: “Sería en algún lugar hermoso. Una bella cabaña en la playa. 40 asientos. ¿Te imaginas lo pinche ocupado que estaría?”

 

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