Determinar cómo se producen exactamente los contagios en ambientes cerrados, como en las escuelas, es crucial para establecer medidas eficaces que frenen su propagación. Dos estudios publicados en la revista Physics of Fluids analizan cómo se distribuyen y expanden las gotas y aerosoles (partículas nanométricas suspendidas en el aire) exhaladas por los niños en el aula de un colegio al toser, hablar o estornudar. 

Universidad de Nuevo México: la distancia es clave

En el primero, liderado por la Universidad de Nuevo México, los investigadores simularon la dinámica de los fluidos y partículas en una clase con aire acondicionado y observaron que al abrir las ventanas, se eliminaba casi el 40% de las partículas, a la vez que se reducía la transmisión de aerosoles entre los niños.

“Casi el 70% de las partículas de 1 micrómetro (milésima parte de un milímetro) exhaladas salen del aula cuando las ventanas están abiertas. Y el aire acondicionado elimina hasta el 50% de las partículas liberadas durante la exhalación y el habla. El resto se deposita en las superficies de la clase y puede volver al aire”, advierte Khaled Talaat, coautor del estudio.

El estudio precisa que, debido al flujo del aire, las partículas se transmiten en cantidades significativas (hasta el 1% de las partículas exhaladas) entre los estudiantes, incluso a 2,4 metros de distancia. “La distribución del aerosol dentro de la habitación no es uniforme, debido al aire acondicionado y a la ubicación de la fuente”, por lo que “la posición de los estudiantes dentro de la habitación afecta a la probabilidad de transmitir y recibir partículas de unos a otros”.

El estudio también confirmó que las pantallas colocadas frente a los pupitres reducían significativamente la transmisión de partículas de 1 micrómetro entre un estudiante y otro. “Las pantallas no detienen las partículas directamente, pero afectan el campo de flujo de aire local cercano a la fuente, lo que cambia las trayectorias de las partículas”, explica.

Instituto Americano de Física: la importancia de la mascarilla

El segundo estudio, del Instituto Americano de Física, analizó cómo cambian las propiedades de las gotas y de los aerosoles de una “nube de tos” exhalada tras una mascarilla y cómo pierde volumen y cambia su temperatura y humedad a medida que se dispersa.

Los investigadores observaron que los primeros 5 a 8 segundos después de toser son esenciales para la suspensión de las gotitas y para propagar la enfermedad y que, tras ese tiempo, la nube de tos comienza a dispersarse. También descubrieron que el volumen de la nube sin una mascarilla es unas 7 veces mayor que con una mascarilla quirúrgica y 23 veces mayor que con una mascarilla N95.

“Vimos que cualquier cosa que reduzca la distancia recorrida por la nube, como una máscara, un pañuelo o toser en un codo, reduce mucho la región sobre la que las gotas se dispersan al toser y, por lo tanto, las posibilidades de infección”, apunta el coautor Rajneesh Bhardwaj.

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