Pero poco más de 100 días después, en Europa ya casi se ha agotado la solidaridad hacia el partido Syriza y hacia Grecia.   Reuters Cuando el izquierdista radical Alexis Tsipras ganó la elección general de Grecia, a fines de enero, se convirtió por un corto tiempo en un ícono para la izquierda europea. El diario francés Liberation lo declaró “la nueva cara de Europa” y todos querían fotografiarse con Tsipras y con su ministro de Hacienda, Yanis Varoufakis. Pero poco más de 100 días después, en Europa ya casi se ha agotado la solidaridad hacia el partido Syriza y hacia Grecia. Diatribas ideológicas, declaraciones contradictorias, filtraciones de documentos sensibles y tácticas rígidas de negociación han irritado a muchos funcionarios europeos y a políticos que inicialmente tenían buena disposición hacia los recién llegados de Atenas. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, abrazó a Tsipras y prácticamente lo llevó de la mano por el laberinto de la UE, mientras que el presidente del Parlamento Europeo, el alemán socialdemócrata Martin Schulz, se apresuró a ofrecerle ayuda a Atenas. Los Gobiernos de centroizquierda en Francia e Italia, que querían aliviar la austeridad impuesta por Alemania, vieron el terremoto electoral de Grecia como una oportunidad. El presidente de Francia, Francois Hollande, dijo que la victoria de Syriza “demostraba que la austeridad como la única perspectiva y realidad ya no se podía tolerar”. “Pensamos que esto finalmente haría entender a los alemanes que demasiada austeridad iba a llevar a Europa a las manos de extremistas”, dijo un destacado funcionario de un Gobierno del sur de Europa. “Pero por la forma en la que se han comportado los griegos ya nadie quiere que asociarse con ellos”, agregó. Es más, algunos funcionarios del sur de Europa están molestos de que Grecia se arriesgue a provocar más caos por llevar las negociaciones con sus acreedores al borde de la moratoria y a una posible salida del euro.   “Mensaje de esperanza”   El primer ministro italiano, Matteo Renzi, elogió a Tsipras por llevar un “mensaje de esperanza, no sólo de miedo”. Pero en cuestión de días, Varoufakis enojó a los líderes socialistas de Roma cuando dijo “Asumámoslo, la situación de deuda de Italia es insostenible”. En otros países que han recibido rescates, la empatía con Syriza ahora sólo se limita a la extrema izquierda. Un ministro portugués dijo en forma privada que el Gobierno no podría dar la cara a los votantes este año si a Grecia se le hacía un “descuento” en las dolorosas reformas a las pensiones, los sueldos y el mercado laboral que tuvo que aceptar Lisboa bajo su rescate del FMI/UE. En enero, Pablo Iglesias, líder del español Podemos, afirmó que Syriza era un “espejo” de su partido. Pero recientemente, Podemos, que había elogiado los planes de Grecia de terminar con la austeridad y de otorgar energía y alimentos gratis a los necesitados, desechó la promesa de pagar una renta básica universal o ingreso ciudadano y dijo que se pagará sólo cuando lo permitan las cuentas públicas. En entrevista con Reuters en marzo, Iglesias reconoció que las difíciles negociaciones de Grecia con sus acreedores mostraban que hay un margen limitado para cambiar la política económica en Europa. Y en los estados bálticos, que aguantaron estoicamente la austeridad tras la crisis financiera de 2008 con la firme determinación de unirse al euro, hay aún menos tolerancia hacia Grecia y sus líderes. Lituania y Letonia se oponen a hacerle concesiones a Grecia respecto a las reformas. Un portavoz del ministerio de Finanzas letón dijo que “tiene que haber la misma actitud, una actitud equitativa hacia Grecia como la que hubo para otros países (que recibieron rescate)”.

 

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