Por Rafael Páez* Muchos empresarios suelen creer que la tecnología funciona por sí sola y como por arte de magia. El problema de esto es que, una vez que se dan cuenta de que no es así, terminan con un gran escepticismo de la tecnología, sus capacidades y beneficios. No es su culpa creerlo así. O al menos no del todo. Piensa en los años 90 y la moda que se vivía respecto a los sistemas de planificación de recursos empresariales (ERP, por sus siglas en inglés). Todo el mundo creía que necesitaba uno. Así que muchos de los grandes fabricantes de esos sistemas solían venderlos a través de costosas licencias donde ofrecían un software al que debíamos adaptar nuestra compañía, y no al revés, bajo la promesa de que nuestros procesos se revolucionarían hasta alcanzar niveles altos de eficiencia y productividad. Con este fallido enfoque no se necesitaba mucho tiempo para ver la realidad en la mayoría de los casos: empresarios decepcionados por una tecnología que no funcionaba como esperaban, lo que los llevaba a retomar viejos procesos y malas prácticas. ¿Pero realmente falla la tecnología? No necesariamente. Lo que falla en estos casos es no hacer una correcta planeación —e implementación— de los proyectos tecnológicos y, sobre todo, no establecer una visión adecuada sobre cómo esa tecnología ayudará a transformar nuestro negocio. El caso de los ERPs ejemplifica un problema que ha sido muy común en la mayoría de los proyectos tecnológicos: las empresas suelen adquirir tecnología por moda, pero sin una estrategia de fondo. Esta es una de las principales causas por las que fracasan. Si no sabes por dónde empezar, vale la pena que te plantees la siguiente pregunta: ¿Qué problema de mi negocio espero resolver con ayuda de esa tecnología? Si no encuentras ninguno, entonces quizá no la necesites. O tal vez no conozcas la gran oferta en el mercado. Pero cuando logres definirlo claramente, entonces descubrirás el beneficio económico que puede generar en tu negocio y, en consecuencia, estarás más cerca de definir un proyecto con un claro retorno de inversión (ROI, por sus siglas en inglés). Este ejemplo puede ayudarte a clarificarlo más. Un importante productor de acero en México quiere disminuir 20% de sus materiales y repuestos operativos, así como 15% las interrupciones no operativas; es decir, aquellos paros que están fuera de programa. Tras estudiar las soluciones que había en el mercado, decidió comenzar un programa de mantenimiento predictivo basado en IoT e Inteligencia artificial para, en primer lugar, habilitar sus líneas de producción con sensores que le permitan generar y extraer datos en tiempo real de su proceso; luego, con las miles de variables que genera, definir el algoritmo con el mayor impacto para entender el patrón de comportamiento y predecir el tipo de falla que ocurre en las máquinas y equipos. “Sabemos que el proyecto se paga con el 2% de las operaciones de mantenimiento no programadas (que logren evitarse)”, menciona un alto ejecutivo de la firma. Una estrategia de este tipo prioriza la definición del problema a resolver a través de la tecnología. Y ese debe ser el objetivo de fondo. Entender esto es básico en los tiempos actuales, donde las tecnologías emergentes de Industria 4.0 prometen transformar las formas en las que las empresas producen y distribuyen sus productos, así como la interacción que tienen con sus consumidores. La transformación digital es obligatoria, pero siempre debes alinearla a tu estrategia de negocio. De otra forma, sin razón ni sentido, tendrás solo malas experiencias. *Cofundador y director ejecutivo de Gesta Labs, estudio de innovación y venture builder.   Contacto: Correo: [email protected] Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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