Hace un par de semanas que decidí terminar nuestra amistad. Aquella amiga reciente que parecía ser una mexicana atrapada en el cuerpo de una extranjera había terminado su luna de miel con México. Todo lo que, en un principio, le parecía simpático, colorido y relajado (y que finalmente fue lo que la hizo salir de su frío, superdesarrollado e hiperplaneado país primermundista), finalmente perdió su brillo. Durante varios días toleré comentarios como “todos los mexicanos son gordos”, “qué milagro encontrar un mexicano que camina rápido” o “es increíble que siempre haya que ordenar la comida dos veces en México”. La sangre me hirvió y le declaré la guerra a quien ahora llamo Mrs. Trump. En un mundo donde personajes aseguran que ser mexicano es equivalente a “violador, traficante o criminal”, aunado a los ya conocidos adjetivos de otras décadas, como “flojos, poco productivos o mentirosos”, mi tolerancia a estos comentarios es nula. Pareciera que ya no importa si somos uno de los países más felices del mundo (pese a todos nuestros problemas, que no niego existen), tener un par de Miss Universo, compatriotas galardonados con el Oscar o premios en robótica y matemáticas, ser uno de los países donde más trabajamos (y, por más que digan que no somos productivos, ¡no es cierto!, pues en todas las empresas que he trabajado siempre he logrado, con mis pequeños equipos, hacer más que mis colegas con equipos superrobustos), nada es suficiente, nuestro branding parece estar pasando por su peor momento. Considero ser sólo uno de MILLONES de mexicanos que intentan poner su granito de arena todos los días para cambiar esto: pago mis impuestos, no doy mordidas, trabajo duro, compro productos nacionales siempre que puedo y me topo también con la frustración de que todo lo que se construye es derribado con el siguiente escándalo de corrupción, casas millonarias de “regalo”, gente desaparecida, la fuga de un narco, inseguridad, etc. Unos amigos alemanes me preguntaron: “Bueno, Alfredo, y ¿qué soluciones hay?” –me quedé mudo. No fue hasta varias semanas después que mi cabeza se destrabó y comenzó a pensar como mercadólogo. Evidentemente, los millones invertidos en las campañas de promoción del país no están siendo suficientes. Hollywood se ha encargado de borrar la imagen del México mágico de Pedro Infante y María Félix, y la ha reemplazado por la imagen del “cholo y el narco” de manera tristemente exitosa. Y ahí decidí tomar cartas en el asunto y desde mi trinchera decidí, aunque fuera sólo en un esfuerzo de marketing de guerrilla, mostrarle al mundo que México es mucho más que eso, que somos un país de talento, de artistas, de historia, de bellezas naturales, gastronomía, intelectuales, industria y diversidad en el más amplio sentido de la palabra. No puedo sentarme y escribir siempre sobre el poder de las redes sociales y no intentar aprovecharlas, y así abrí una cuenta de Instagram (@alfamanf). México nos necesita como sus mejores portavoces, sus publicistas y sus brand managers. El uso de hashtags como #ilovemexico y #visitmexico se han vuelto mis armas en esta guerra. Esta semana me topé con una bocanada de aire fresco: alguien que desde su trinchera también decidió hacer algo. No sólo quejarse, sino realmente HACER algo. Encontré un video de Jorge Castañeda que está volviéndose viral y he decidido sumarme a su iniciativa #proudtobemexican. Hoy, las redes sociales nos dan una voz independiente de si pertenecemos o no a un partido político o de si nos gusta ver el futbol por Televisa o TV Azteca. Las redes sociales, escribí hace poco, están transformando el mundo. Creo que es momento de usarlas para rescatar este GRAN producto que es México y reposicionarlo. Si marcas como Mini, Lacoste o Polaroid lo han logrado, ¿por qué nosotros no lo haríamos? Siempre habrá arremetidas contra México de mi ex amiga Mrs. Trump y sus secuaces e incluso del verdadero dueño del apellido, pero creo que todos los que leemos Forbes lo hacemos porque tenemos un interés en HACER de México un país mejor.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @alfamanf   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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