La corrupción ha sido no únicamente uno de los grandes males, sino también de los elementos que han beneficiado directa o indirectamente a diversos actores políticos, económicos y sociales en la consecución de sus intereses. Uno de ellos, es el mismo presidente de la República quien, con un discurso anticorrupción generó las bases que afianzaron su triunfo electoral en 2018, pero que ya como presidente, no queda clara la estrategia que ha buscado instrumentar, si es que lo ha hecho, para acabar con la corrupción, como lo prometió.

Hablar de corrupción es complicado, porque no hay una definición específica de corrupción, pues hay una línea delgada entre un delito y una acción no ética, y ambas pueden ser consideradas prácticas corruptas, pero además, lo que es corrupción en un país, puede no serlo en otro. Si a esto le sumamos que los índices de corrupción existentes miden cosas distintas, pues entonces el escenario se complica.

Por ejemplo, hay índices que miden la percepción de las personas sobre la corrupción, entonces pueden decir una cosa, como el de transparencia internacional, donde en 2019, las y los mexicanos cuestionados dijeron que la corrupción había disminuido, solo por lo que percibieron. Pero los índices de incidencia miden acciones reales de corrupción, que le ocurrieron a personas en diversos sectores sociales, como la encuesta del INEGI, donde para el mismo año de 2019, la corrupción se incrementó en términos reales, ya en la administración del presidente López Obrador.

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Entonces el escenario es complicado porque ambas mediciones dicen cosas distintas sobre lo ocurre con la corrupción. Pero el presidente ha dicho que la corrupción se ataca de arriba abajo, por lo que si no hay corrupción en los niveles superiores de la administración pública, tampoco existirá en los inferiores, aunque al realidad ha demostrado lo contrario, en diversas ocasiones.

La hoy exsecretaria de la función pública, Irma Eréndira Sandoval, en su alocución de salida, no alcanzó a elaborar algún elemento de una estrategia anticorrupción articulada, tal vez porque el mismo presidente excluyó de su propia estrategia a esa dependencia desde el inicio, dejándola sin elementos y atribuciones para poder actuar.

Por ello, queda más claro que lo que el presidente ha planteado, es un conjunto de acciones articuladas entre la Fiscalía General de la República, la Unidad de Inteligencia Financiera y el Servicio de Administración Tributaria, además de algunas dependencias secundarias, donde hay una persecución selectiva de aquellos casos que son emblemáticos y que importan al presidente. Pero también de aquellos que reditúan en ganancia política para la misma administración y que son administrados mediáticamente, con algunas acciones legales de por medio.

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Pero esa estrategia política no está articulada con otra que realmente importa, porque se refiere a los casos día a día de la administración pública y que es precisamente aquella de los procesos, procedimientos, productos, que resultan de la función pública. Por ejemplo, hoy se sabe que la mayoría de las contrataciones, se han hecho a través de adjudicaciones directas, sin responsabilidad para los entes administrativos. SI bien la ley lo permite, es solo en casos donde no hay otra opción y después de haber realizado diversos trámites. Lo anterior solo por citar un ejemplo, pues habría que ver cuáles son las acciones realizadas por los órganos internos de control, pues parece haberse configurado un escenario de permisividad al interior de las dependencias públicas.

Más aún, tenemos un sistema nacional anticorrupción que sigue incompleto y con acciones parciales, porque si bien fue la estrategia de Estado anterior, hoy no está valorada como tal, a pesar de todo el dinero que, como país, hemos invertido en su configuración. El reto es mayor, porque instrumentos internacionales como el T-MEC u otros como aquellos signados con la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, etc., exigen acciones concretas, particularmente contra el soborno.

Sin embargo, si al presidente le interesan únicamente aquellos casos que pueden generarle beneficio político, entonces la lista de casos de corrupción será muy amplia e interesante al finalizar su sexenio, para lo que necesitaremos una nueva estrategia anticorrupción, cuando en el mundo se instrumenta ya el ISO-37001 como un mecanismo de control administrativo, que es de ayuda real en el combate a la corrupción.

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