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En 1992 se produce, de Suiza a España, uno de los mayores movimientos de obras de arte que ha conocido el mundo contemporáneo. Detrás de la operación, que culminará con la apertura del Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid, está la mano firme y visionaria de una mujer: Carmen Cervera, Baronesa Thyssen. Cuando todo y, al concluir, habrá cambiado la fisonomía cultural de la ciudad, del país y de toda Europa, al crear, junto con el Prado y el Reina Sofía, uno de los ejes museísticos más importantes del mundo-, está la mano firme y visionaria de una mujer: Carmen Cervera, Baronesa Thyssen.

Antes de que el museo llegara a España, la idea del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza y de la Baronesa, era la de ampliar el Museo de Villa Favorita, situado en su residencia, en la ciudad suiza de Lugano. Para ello, convocaron a cuatro arquitectos de fama internacional, y de entre los cuatro proyectos, se eligió el del arquitecto James Stirling.

Fue entonces cuando, por la deslealtad de uno de los herederos, se truncó el sueño del barón, de que las obras continuaran para siempre en Villa Favorita. Varios países mostraron su interés por la colección. El Reino Unido envió a negociar al príncipe de Gales; el propio Mitterrand lo intentó por parte de Francia y, desde Estados Unidos, llegaron ofertas como la de los Getty. Alemania, patria originaria de los Thyssen, presentó una propuesta de la mano del propio presidente alemán, quien visitó Villa Favorita acompañado del presidente suizo.

Todo fue inútil: Madrid estaba ya en el horizonte, por muchas razones… y la baronesa no es, ni mucho menos, la de menor importancia. Tanto el Gobierno de España, como la Corona misma, estuvieron a la altura y la operación concluyó con éxito. Para entonces, Carmen Thyssen, ya se había convertido ella misma en una de las grades coleccionistas del mundo, y su colección acabaría exhibiéndose temporalmente en el Museo Thyssen (desde 1999).

La entrevista

Carmen Reviriego (CR): Mecenas, coleccionista, lo institucional… ¿qué faceta disfrutas más?

Carmen Thyssen (CT): La de coleccionista, sin duda. Sin el coleccionista no existirían los museos, ni el mercado de arte; no habría subastas, ni galerías. Hasta los artistas tendrían problemas para crear.

CR: Una cualidad imprescindible en un buen coleccionista…

CT: La pasión por salvar el arte del olvido. Los cuadros de un gran artista, cuando salen de su taller, se dispersan por todas partes y, a veces, se pierden por el camino. El coleccionista acepta el desafío de reunir esas obras de arte, recuperando las que han quedado arrinconadas en un desván. Ésa ha sido mi gran alegría en el caso de algunos pintores españoles: perseguir sus obras, comprarlas, restaurarlas, encargar textos a los mejores especialistas y, finalmente, exponerlas juntas. Y entonces el artista, que quizá ha muerto hace mucho tiempo, vuelve a la vida. Ahí descubres que, gracias a tus esfuerzos, se le recuerda, se le admira. Lo más maravilloso es rescatar a un artista al que admiras.

CR: ¿Supiste que te convertirías en coleccionista cuando adquiriste tu primera obra o te diste cuenta después? ¿Coleccionas de manera cerebral, con un plan, o fue un proceso más intuitivo?

CT: Desde siempre, incluso de niña, tuve el deseo de coleccionar cosas bellas. Soy coleccionista por instinto. En mi familia se apreciaba la pintura y, en cuanto pude comprar cuadros, lo hice. Con Heini aprendí a conocer el mundo profesional del coleccionismo: visitamos juntos muchos museos y colecciones privadas, pujábamos en subastas internacionales. Todo lo aprendí con Heini.

Baronesa Thyssen
Foto: Chema Conesa.

Él había comenzado a ser coleccionista, por lealtad a la memoria de su padre, recuperando la colección Thyssen que había sido dividida entre los herederos. Y yo, desde que me casé con él, en 1985, sentí que debía ayudar a proteger lo que él había conseguido. Coleccionar arte se convirtió para mí no sólo en una pasión, sino en mi profesión, en mi tarea principal en la vida.

En cuanto a si sigo un plan, las intuiciones son compatibles con un proyecto. Yo he tenido un gran proyecto, compartido con mi marido: el de la colección internacional, al que luego he continuado añadiendo mi propio proyecto de colecciones españolas, con pintura catalana y andaluza… y de otras regiones de España.

CR: Me pregunto si existe algún momento en que el coleccionista deja de serlo de forma activa. Quiero decir, si las circunstancias obligan a dejar de comprar, ¿cesa también ese impulso que lleva a mirar, buscar, interesarse…?

CT: Todos los días recibo los catálogos de subastas nacionales e internacionales e información de los marchantes. Es mi manera de estar al día con lo que ocurre en el mercado mundial. ¡Claro que sigo coleccionando! No concibo dejar de hacerlo nunca. Ahora adquiero especialmente pintura española, que voy depositando en el Museo Carmen Thyssen de Málaga y en el futuro Museo Carmen Thyssen de Pintura Catalana, en Cataluña, que tiene previsto inaugurarse en 2023.

CR: Dicen que en todo coleccionista hay un Jekyll y un Hyde, en distintos porcentajes… ¿Qué domina más en ti: la corazonada del amante del arte o el ojo inversor?

CT: La corazonada del amante del arte. Siempre. Pero, cuando ya tienes mucha experiencia como coleccionista… y un poco de intuición, tu corazonada funciona también como inversión, aunque no pienses en ello. Eso lo he comprobado muchas veces.

CR: ¿Qué obra te ha costado más conseguir?

CT: La obra que más ha costado conseguir… El “Mata Mua”, de Gauguin. En la tercera venta, entre los herederos y yo, pasó a formar parte de mi colección.

Baronesa Thyssen
El barón Thyssen Bornemisza. Foto: Cortesía.

CR: ¿Qué le ha dado Madrid a la Colección Thyssen, y qué la Colección Thyssen a Madrid?

CT: El Museo Thyssen le ha dado, no sólo a Madrid sino a toda España, porque es un museo para todos los españoles, una colección internacional de un inmenso prestigio que recorre, además, toda la historia del arte desde el siglo XIII hasta finales del XX. Las colecciones Thyssen han traído a España tesoros artísticos de épocas y estilos que no estaban bien representados en los museos españoles. Por ejemplo, la pintura holandesa del siglo XVII, el Impresionismo francés o el Expresionismo alemán, entre otras cosas.

El Museo Thyssen también organiza exposiciones de artistas que, de otro modo, no se verían en España. Mis preferidos son los clásicos modernos, que tengo también en mis propias colecciones. Nombres como Pissarro, Monet, Degas, Gauguin, Matisse, Picasso, Hopper, Miró… Yo creo que el público español acogió con entusiasmo el Museo Thyssen desde el primer momento y se siente muy orgulloso de él. Para la imagen de España en el extranjero, el Museo Thyssen es único. Pueden admirarse las obras de los maestros antiguos, desde el siglo XIII pasando por el Impresionismo, Postimpresionismo, arte de las Vanguardias y la pintura americana de los siglos XIX y XX.

CR: ¿En qué otros proyectos encuentras referencia o colaboración activa?

CT: Bueno, el Museo Thyssen tiene su propio espíritu, que se remonta muy atrás, si incluimos toda su historia en Lugano. En España, el Thyssen ha sido un modelo, en muchos sentidos, para otras instituciones artísticas que nos han seguido, por ejemplo, en el tipo de gestión. Y, en el panorama internacional, el Museo Thyssen siempre ha colaborado con los mejores museos del mundo. Desde la época en que Heini y yo viajábamos a la Unión Soviética para traer a Occidente las primeras exposiciones de las vanguardias rusas, siempre colaboramos con todos los museos de prestigio del mundo.

CR: ¿Te quita el sueño la enorme tarea de salvaguardar tu legado de cara al futuro?

CT: Me entrego en todo lo que hago, pero no me quita el sueño. Cada uno tiene una misión en la vida, una razón de ser aquí abajo. Cumples y sabes que Dios está a tu lado.

Baronesa Thyssen
Carmen Thyssen y Carlos Slim. Foto: Fundación Callia.

CR: ¿Qué personas son imprescindibles en el proyecto museístico que lideras?

CT: Los equipos de los cuatro museos Thyssen, sumando el Museo Carmen Thyssen que ya está en Andorra, y el que ya está en marcha en Cataluña.

C.R. ¿Qué obra no puedes evitar contemplar cuando acudes a tu museo?

CT: Todas y cada una me llenan. Si dijera una sola, tendría la sensación de estar siendo injusta con las demás… Para mí, igual que lo fue para Heini y para su padre, ser coleccionista no es algo que termina cuando cuelgas un cuadro en el salón de tu casa. Si quieres ser coleccionista hasta el final, tienes que compartir tu pasión con el público. Así lo hizo el padre de Heini al crear el Museo en Lugano, y Heini y yo al recrearlo y ampliarlo en España. Yo he seguido luego con el Museo de Málaga y Andorra, y vendrán otros proyectos… Al final, eso supone un gran sacrificio, porque no tienes en tu casa esos cuadros que tanto amas: si quieres disfrutarlos, tienes que ir a los museos, como todo el mundo. Pero el sacrificio merece la pena.

CR: ¿Crees que la sociedad española da al arte la relevancia que le confieren otras sociedades europeas?

CT: El arte debería ocupar un lugar más importante en la sociedad. Yo creo que en España tenemos un público fantástico que ama nuestro patrimonio artístico y llena los museos. Heini siempre decía que se sintió feliz de tener un museo en España porque los españoles tenemos el arte en nuestra sangre. No es sorprendente, porque tenemos una riqueza fabulosa de arquitectura y arte. Desde nuestras catedrales, por ejemplo, hasta nuestros grandes pintores: Zurbarán, Velázquez, Goya, Sorolla, Zuloaga, Casas y Rusiñol, Picasso y Juan Gris, Miró y Dalí, la mayoría de ellos presentes en mis colecciones.

CR: En un terreno más personal, más íntimo… ¿qué papel ha jugado el arte en tu vida? ¿Ha cambiado tu percepción de la realidad? ¿Cómo vives el disfrute artístico ahora?

CT: Mi relación con el arte comenzó cuando era muy joven, casi una niña, y se convirtió, con el tiempo, en mi gran pasión. El arte hace que sientas la vida de otro modo, con más matices. Por ejemplo, no miras a la naturaleza de la misma manera cuando conoces a los grandes pintores de paisajes, como los holandeses del siglo XVII, o los impresionistas. Yo siempre he tenido un cariño especial por un tipo de pintura [en específico], una pintura donde el ser humano y la naturaleza están en armonía y donde la vida es sencilla y llena de color, donde se respira alegría de vivir. Paul Gauguin, por ejemplo, me ayuda a ver la vida de esa manera.

Artículo originalmente publicado en la Edición Especial de Forbes Life en Noviembre 2020.

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