A finales del siglo XIX, Louis Cartier tuvo una visión: acuñar un estilo único que distinguiese a la maison familiar de otras casas decorativas. Así nació el mito Cartier. En el marco del Salón Internacional de la Alta Relojería de Ginebra conversamos en exclusiva con el CEO, Stanislas de Quercize, y con quien vela por el futuro del ‘estilo Cartier’, Pierre Rainero. Por Raquel Azpíroz y María López-Glaube Todo tiene que cambiar para que nada cambie”. Según el príncipe de Salina, el protagonista de El gatopardo, el clásico de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, esa es la esencia de las revoluciones. Para los verdaderos visionarios, como Louis Cartier, es todo lo contrario. En 1898 el nieto de Louis-François Cartier, fundador en 1847 de la mítica casa francesa, decidió crear un estilo propio que diferenciase a la maison familiar, de la que él era la tercera generación, en algo totalmente único, reconocible al primer golpe de vista: el estilo Cartier. “En el siglo XIX eso fue algo absolutamente innovador, ya que en esa época no existía una casa en las artes decorativas que apostase por un estilo propio; la estética era la misma para todas. Para Cartier, y para todo el terreno de la joyería y los relojes, esa decisión fue una revolución”, afirma Pierre Rainero, director de Estilo, Imagen y Patrimonio de la casa francesa. Las claves para entender mejor esta decisión las encontramos en el contexto de la época. Poco antes del cambio de siglo, en plena Belle Époque, París estaba inmerso en una fiebre de renovación; fue cuando muchas cosas empezaron a cambiar: la velocidad, la electricidad… “Toda la gente creativa de la época tenía esa impresión de transformación radical. Hubo una explosión de creatividad en todos los ámbitos a nivel global”, explica el ángel guardián del estilo Cartier. A este zeitgeist de una nueva era, ávida de cambios, Louis Cartier antepuso una cultura del estilo que había aprendido dentro de la empresa familiar. “Era un coleccionista de artes decorativas y tenía el  ejemplo de una casa del siglo XVII y XIX, llamada Jacob, que se había desarrollado a través de varias generaciones. Se trataba de la única casa en la historia de las artes decorativas que tenía un estilo propio, de la que él poseía distintas creaciones. Tenemos el catálogo de la subasta que se celebró después de su muerte y sabemos así qué poseía y dónde aprendió esa noción de estilo”, añade. De manera paradójica, el creador de una estética propia dentro de Cartier jamás quiso escribir un manual de estilo. “Para él eso suponía un peligro, porque era la mejor manera de evitar el progreso y él quería un estilo en permanente evolución. Por eso hablamos de un lenguaje vivo, con un vocabulario estético que siempre se enriquece”, asegura Rainero. Una visión casi tan romántica como la que mantiene el ceo de marca —“No nos gusta llamarla marca, sino maison”, apostilla Stanislas de Quercize— acerca del futuro de Cartier: “Somos como un árbol con raíces bellísimas, hermosas lianas y atractivas frutas. Una casa creada en el año 1847 que ha pasado por tiempos muy distintos, ofreciendo siempre creaciones originales”, afirma. La originalidad está, en efecto, en el adn de la casa. Desde su nombramiento, en 2013, de Quercize considera que ese ha sido su mayor aprendizaje al frente de Cartier. “Siempre hay una frontera que cruzar, siempre existen nuevos territorios que conquistar. Tienes que salir de tu zona de confort, enfrentarte a tus emociones y descubrir nuevos mundos. Cuando los hermanos Cartier lo hicieron se convirtieron en la primera compañía internacional de joyas y relojes. Establecieron sedes en Londres y Nueva York, además de en París”, explica. “Podrían haber pensado que con la capital francesa era suficiente, pero dijeron: ‘Queremos estar en Londres y en otros países’. Viajaron a la India para ver a los maharajás y a Rusia para conocer a los zares. Rompieron límites porque eran muy audaces”. Historia del arte a través de las joyas Rainero considera que “hay evolución desde una tradición que une pasado y presente, así como una innovación increíble en tecnología” que distingue a cualquier diseño de la casa. El estilo Cartier ha evolucionado desde el neoclásico que estableció su fundador, Louis-François, y su hijo, Alfred; hasta las influencias exóticas que incorporaron sus hijos, con Louis a la cabeza, pero también Jacques y Pierre, quienes asimilaron patrones estéticos de países lejanos, como Japón, Rusia, Medio Oriente y China. Dos de los iconos de la maison, las panteras y las serpientes, surgieron en los años 30 durante el periodo en que Jeanne Toussaint, directora creativa y musa de Louis Cartier, concibió estos motivos para mujeres tan salvajes como ella: Wallis Simpson, María Félix o Barbara Hutton, la mujer más rica del mundo, apostando por una modernidad absoluta extraída del Art Decó. En los años 40 y 50, sin embargo, todo volvió a cambiar, con el empleo de la curva y un creciente naturalismo. Rainero cree que la evolución estilística de la casa viene pareja —y, a veces, incluso se adelanta en varias décadas— a la de la arquitectura del siglo xx. “Es el centro de todo por muchas razones: la primera es que trabajamos en tres dimensiones. Cuando se compara Cartier con otras casas, este hecho es fundamental: trabajamos con el volumen, como los arquitectos”, asegura. “Es muy interesante observar hasta qué punto las creaciones de la primera parte del siglo xx son una anticipación de la arquitectura de este siglo, porque Cartier es el origen de la geometría, de la abstracción. Desde la exposición de Artes Decorativas de 1925 en París trabajamos con la figuración, con la curva… Después de la Segunda Guerra Mundial la arquitectura toma también esos elementos. Las dos arquitecturas más importantes del siglo pasado, y también de ahora, se encuentran como un eco en nuestras creaciones”. Tanto el ceo como el director de Estilo de la casa son optimistas con respecto al futuro. Su principal valor radica en su deslumbrante pasado. “Nuestra tradición es mirar al futuro, ver la evolución como algo natural”, afirma Rainero. En ese sentido, no teme la irrupción de las nuevas tecnologías —como la impresión en 3D— en el mundo del lujo, donde Cartier es líder (es uno de los principales soportes del grupo Richemont, con beneficios por encima de los 11,000 millones de dólares en 2013). “ La introducción de todas estas innovaciones me recuerda a la aparición del cuarzo en la relojería, cuando todos pensaban que iba a marcar el final de los relojes mecánicos. Pero el trabajo manual es importante, tanto como la belleza”. También de Quercize considera que las nuevas tecnologías suponen un nuevo territorio a conquistar, un desafío para la casa de la pantera. “El marketing de lujo digital es muy interesante, si nos lo planteamos como una oportunidad de narrar historias. Nosotros somos contadores de historias a nivel global, tenemos que tratar de que tanto en Estados Unidos como en Japón, y en el lugar más remoto de la tierra la gente sea capaz de adquirir nuestras creaciones”. ¿Significa eso, acaso, que Cartier apuesta por lo virtual frente al trato personalizado? “En absoluto, no vamos a perderlo”. La maison tiene hoy un valor estimado absoluto en torno a los 6,000 mdd, pero no quiere quedarse atrás en este nuevo campo de acción, sin olvidar, eso sí, un componente fundamental: la emoción. “El mundo ofrece nuevas posibilidades de llevar los relojes: hoy puedes consultar la hora en tu celular; es un tiempo, digamos, mecánico, que no habla de sentimientos. Nuestros relojes sí. No son sólo piezas de una enorme complejidad técnica porque llevan un movimiento en su interior, sino que también son emocionales, porque el valor es precioso. No se establece la misma relación con el celular que con un reloj: cuándo te lo dieron, qué te dijeron… Se trata de momentos muy especiales y el reloj encapsula todos estos elementos”, afirma. Métiers d’art: una Maison dentro de la Maison Cartier sigue apostando por la innovación con iniciativas como la Maison des Métiers d’Art, que se ha establecido en una granja del siglo XVIII en La Chaux-de-Fonds, Suiza. Dedicado al diálogo y la investigación, este ambicioso proyecto reúne a 78 artesanos de los diferentes departamentos para que trabajen juntos. Se trata de una experiencia única que nace con la voluntad de perpetuar y reinventar todos estos oficios artesanos. Otro ejemplo más de cómo la casa mira al futuro, sin olvidar su legado. Rainero considera que ese es precisamente el punto fuerte de Cartier y la base de su estilo. “Es una noción que vale para odos los objetos, ya sean joyas, relojes u otras cosas: cualquier pieza Cartier es única. Lo importante es aprender y comprender este vocabulario, y también tener la sensibilidad para descubrir el gusto en las proporciones y el volumen, que hacen que un objeto Cartier sea diferente. Lo fundamental no es que el cliente tenga el ojo educado, sino que sienta que hay belleza. Es la primera cosa que buscamos: crear esa sensación de belleza y, después, entender cómo fue concebido ese savoir-faire”. La casa francesa apuesta ahora por la introducción de nuevos modelos, como el Clé, estrella del Salón Internacional de Haute Horlogerie en Ginebra. Se trata de un diseño “completamente nuevo, pero dentro de nuestro vocabulario”, explica Raniero, destinado a una nueva generación de clientes, los conocidos como Generación Y, ejecutivos jóvenes nacidos entre 1983 y 1995 adictos a la tecnología y las redes sociales con altas expectativas de ascenso a corto plazo. Este tipo de público comprende entre el 58 y 63% de la fuerza laboral actual, especialmente en Latinoamérica, hacia donde Cartier mira tras la desaceleración del mercado del lujo experimentado tras la caída de las ventas asiáticas, que hasta 2013 eran el principal motor de la industria del lujo. La pérdida de la productividad de China y la depreciación de su moneda han hecho que la alta gama vuelva sus ojos a Latinoamérica. “Aquí hay muy buen ojo para el diseño, la manufactura y la calidad de las piedras”, destaca de Quercize. “México es el principal mercado para la Alta Relojería en Latinoamérica y queremos que siga siendo así, ofreciendo el mejor servicio a nuestra clientela en nuestras boutiques y con nuestros retailers asociados”. El ceo de Cartier considera que “en un mundo en que las decisiones son muy volátiles, la gente está cada vez más preocupada por elegir de manera correcta: compran con el corazón, pero también con la cabeza, y quieren adquirir piezas eternas y universales”. Esas son, a su juicio, las dos grandes virtudes del estilo Cartier, “por eso formamos parte de tantos museos en el mundo. Acaba de haber una gran exhibición en el Grand Palais, en París; también hemos mostrado nuestras piezas en el Metropolitan de Nueva York, el Museo Británico, el Pompidou, el Hermitage, los del Kremlin, en Moscú, o la Ciudad Prohibida, en Beijing”. Y es que Cartier no es sólo un estilo, sino un espejo de la historia.

 

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