Zona Maco confirma en su decimotercera edición el liderazgo de México en la escena del arte contemporáneo latinoamericano. No sólo hay un nutrido grupo de coleccionistas, sino que hay también algo más importante: dinero y ganas de invertir.    La clausura de Zona Maco confirma algo que todo aficionado al arte contemporáneo ya sabía antes de su inauguración, el pasado día 3, en la que estuvo Forbes Life. Ciudad de México ya no es un mercado emergente, sino una potencia en el panorama internacional del Arte Contemporáneo (así, con mayúsculas), a la altura de otras mecas, como Nueva York, Miami, Londres, París o Tokio. El número de galerías presentes en la pasada edición, la decimotercera, superaba las 120 de 25 países como Estados Unidos, Colombia, Alemania, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Chile, Israel, Luxemburgo, Bélgica y, por supuesto, México. Este año, la superficie expositora ha sido mayor que otros años —13,000 metros cuadrados—, y eso se ha notado: todos los participantes (y asistentes) han coincidido en que el espacio garantizaba una mejora en la exhibición de las obras expuestas, entre las que se encontraban no sólo iconos del arte latinoamericano, sino mundial, desde Anish Kapoor a Damien Hirst —que desde el año pasado ya no forma parte del Top Ten entre los artistas más caros del mundo, donde, por cierto, sí se mantiene otra estrella mediática: Jeff Koons—, pasando por clásicos modernos, como Miró, Calder y Warhol. Por la feria han pasado desde coleccionistas tan esenciales para conocer y disfrutar el arte como Eugenio López a herederas, como Carolina Herrera de Baéz (hija de Carolina Herrera), hoteliers como Rafael Micha (del grupo Habita), popes como Gabriel Orozco, CEOs como Radek Jelinek (de Mercedes-Benz México, uno de los patrocinadores de la feria), starchitecs como Enrique Norten o filántropas como Pepita Serrano. Porque Maco es algo más que una feria: es el lugar perfecto para ver arte —y, a veces, hasta para comprarlo— y dejarse ver. 35 Junto a los premios habituales de la feria, como el de Fotografía Latinoamericana Purificación García, que este año ha ido a parar a las manos de la costarricense Priscila Monge y la chilena Paz Errázuriz, dotado con 10,000 dólares, este año incorporaba una nueva propuesta: el premio de adquisición del Grupo Axo-Zona Maco, que ha logrado la obra Anima Mundi 6-5, del artista alemán Imi Knoebel, de la galería Von Bartha. Más de 48,000 personas —cifra récord – han pasado a lo largo de estos días por el pabellón D del Centro Banamex. Aunque aún es pronto para hablar de cifras, especialmente en un mercado como el del arte donde, oficialmente, hablar de dinero es de “mal gusto” —aunque oficiosamente no se hable de otra cosa—, lo mejor de esta edición es que, junto a un criterio más riguroso en cuanto a galerías (con la presencia de cuatro de las galerías más influyentes del panorama internacional: Gagosian, Lisson, David Zwirner y Gladstone) y obras que en anteriores ocasiones, el abanico de precios ha sido muy amplio, con propuestas desde los 500 pesos, en la zona de Diseño, hasta los tres millones de dólares. Ante la eterna pregunta: ¿arte o negocio?, Deborah McLeod, directora de la Gagosian Gallery, que ha participado por primera vez en Zona Maco, considera que Latinoamérica, con México en cabeza, es un mercado en expansión en el que hay que estar sí o sí. “Tenemos un maravilloso núcleo de clientes en Latinoamérica. Vemos que la escena del arte está creciendo en la Ciudad de México, y por eso decidimos participar”. El arte sigue siendo —cada vez más— un terreno fértil para invertir. Eso sí, hay que seguir el consejo de los expertos: dejarse asesorar.

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